Ucrania: Una guerra larga ya en el tiempo, y cientos de miles
de víctimas. Conversaciones de paz que se estancan, y cientos de miles de
víctimas. Una guerra que Ucrania no puede ganar, y cientos de miles de
víctimas. Europeos, ojo al parche.
Guerra tecnológica y mano de obra
El Viejo Topo
6 agosto, 2025
Si observamos
el conflicto en Ucrania —en muchos sentidos un anticipo de cómo se librarán las
guerras durante al menos los próximos quince años—, el factor tecnológico
parece predominar. Misiles balísticos e hipersónicos, vehículos aéreos no
tripulados (UAV) de reconocimiento y ataque, municiones de merodeo, drones FPV,
guerra electrónica y sistemas antimisiles… En una guerra simétrica, las
capacidades en tecnologías ofensivas y defensivas —investigación y desarrollo,
velocidad de adaptación, capacidad industrial, rentabilidad…— se convierten sin
duda en un factor de enorme importancia. Sin embargo, esto corre el riesgo de
eclipsar un factor aún decisivo: la mano de obra. Toda la tecnología del mundo
puede ser más o menos útil, ya sea para infligir daño al enemigo o para reducir
su eficacia ofensiva, pero en última instancia, el territorio debe ser
capturado —o defendido— por la infantería. Además, en un ejército moderno, el
número de combatientes de primera línea es solo una fracción, y ni siquiera la
mayor, del personal necesario. Toda la cadena logística, y los operadores de
sistemas de armas desplegados en la retaguardia, y el personal necesario para
las rotaciones en la línea de batalla… Por cada combatiente en el frente, se
necesitan al menos tres hombres más.
Aunque poco se
enfatiza, este es un problema para un ejército moderno que no puede
subestimarse.
Analizando el conflicto
en Ucrania, por ejemplo, podemos ver con mayor claridad su importancia. Rusia,
por ejemplo, salvo una movilización parcial tras el lanzamiento de la Operación
Militar Especial, ha dependido esencialmente de un flujo constante de
voluntarios (unos 30.000 al mes), mientras que los reclutas se utilizan para el
control territorial o la logística, mientras que las operaciones de combate se
reservan para los soldados contratados. La reciente llegada de personal
norcoreano (según se informa, entre 30.000 y 50.000) parece tener como objetivo
principal proporcionar experiencia de combate a las fuerzas armadas aliadas,
más que ser un refuerzo efectivo para los rusos. Además, la tasa de
alistamiento voluntario sigue siendo significativamente mayor que la de bajas
(muertos y heridos irreparables), lo que permite un entrenamiento adecuado
antes de ir al frente y un aumento constante del personal de combate. Es
evidente que Rusia (con más de 180 millones de habitantes) ya disfruta de una
considerable ventaja numérica en la reserva potencial de reclutas, aunque no es
fácil predecir qué ocurriría si fueran necesarias movilizaciones masivas
posteriores.
En cuanto a
Ucrania, sabemos que se enfrenta al problema opuesto. A su desventaja
demográfica se suma una considerable reticencia a participar en el esfuerzo
bélico —a pesar de considerarse invadida por el enemigo—, lo que se manifiesta
tanto en una importante huida de la guerra (refugiados en el extranjero), una
pronunciada disminución del alistamiento voluntario y una reticencia a
movilizarse (existen ahora miles de vídeos de reclutadores del TCC
prácticamente secuestrando gente en las calles). Si bien los ucranianos se
mantienen a la defensiva en casi toda la línea del frente —lo que reduce
significativamente el número de personal desplegado en comparación con el
atacante—, el problema de la escasez de efectivos (y, como mínimo, la baja
motivación) se refleja tanto en el entrenamiento (apresurado) como en la
capacidad de combate (en constante deterioro). La clara supremacía de Rusia en
artillería, así como su dominio del espacio aéreo, también tienen un impacto
muy significativo en las pérdidas. Mientras que los rusos probablemente tienen
un saldo de pérdidas irreparables de entre 300 y 350.000 hombres, los ucranianos
tienen un saldo de entre dos y dos millones y medio de pérdidas.
Si bien la
guerra moderna, incluso simétrica y basada en el desgaste, no requiere masas de
hombres comparables a las de la Segunda Guerra Mundial, algunas comparaciones
pueden ayudar a comprender la cuestión. En 1939, la población del Tercer Reich
(Alemania, Austria y los Sudetes) ascendía a entre 80 y 86 millones. La
Wehrmacht alcanzó su nivel máximo de movilización alrededor de 1944, cuando
contaba con aproximadamente 12 millones de hombres (más las pérdidas de los
primeros cuatro años de la guerra).
Ucrania, antes
de la guerra, tenía aproximadamente 45 millones de habitantes, y sus fuerzas
armadas actualmente suman aproximadamente 1.500.000 hombres. La diferencia es
sorprendente. Mientras que Alemania, en el apogeo de su esfuerzo bélico, tenía
aproximadamente el 14% de su población en armas, la de Ucrania es de poco más
del 3%. Obviamente, las causas son muchas (millones de refugiados, tanto en
Europa como en Rusia; la población de las regiones que han pasado a formar parte
de la Federación Rusa; una reticencia generalizada – 230.000 casos oficiales de
deserción…), pero está claro que, aunque los ucranianos deberían estar más
motivados para luchar que los rusos, en realidad no es así.
Entre los
muchos factores que deben tenerse en cuenta, por los numerosos aedos de la
próxima guerra contra Rusia, este no es en absoluto secundario. Aunque Europa
tiene una población de casi 450 millones, la propensión al servicio militar —y
mucho menos al combate hipotético— es extremadamente baja. Si estallara un
conflicto cinético entre los países europeos de la OTAN y la Federación Rusa,
es muy probable que los ciudadanos de esta última lo percibieran como
existencial para su patria, mientras que en Occidente —donde este sentimiento
está muy debilitado, incluso habiéndose opuesto durante mucho tiempo como
negativo— es previsible una baja propensión a tomar las armas «en defensa de la
democracia».
Dejando a un
lado todos los demás problemas (no menores), esto podría resultar crucial. Un
conflicto que muy probablemente implicaría el uso de armas nucleares tácticas
por parte de Rusia, sin una capacidad europea efectiva de movilización —tanto
cuantitativa como cualitativa—, solo podría terminar en una derrota desastrosa.
Fuente: Targetmetis
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