El
encontronazo entre el poder judicial y el parlamento agrieta la democracia. A
algunos no les importa, después de todo preferirían que no existiera. Son los
de siempre, los que no quieren admitir otra sociedad que no sea aquella en la
que manden.
Golpistas de vocación
El Viejo Topo
24 diciembre, 2022
Miras lo que te
rodea y te entran ganas de meterte debajo de la cama. O en un bunker
antinuclear. La destrucción o el amor, que escribió Vicente Alexandre.
Pues la destrucción. Y que se apague el mundo. Eso quieren. Que se apague el
mundo que no es el suyo. Que todo sea destruido, menos lo suyo. Que este país
no se tenga en pie con tal de que sus trapacerías sigan flotando en medio de la
tormenta. Soplan con fuerza mediática sus trompetas del Apocalipsis. Aquí no se
salva ni dios. Sólo quienes cojan las armas y se sumen a sus placeres
adivinatorios: vivimos el tiempo del desorden insoportable. Y hemos de tender,
para quien no quiera perecer antes de tiempo, la tabla de salvación. Ahí la
cháchara del engaño. El líder salvador, qué bien lo cuenta Ignacio Sánchez
Cuenca en El desorden político, es “uno de los nuestros”. La
España que madruga ha de seguir, como al flautista de Hamelin, a
quien no ha dejado la cama antes del aperitivo y la cervecita ayusa del
mediodía. Eso como pronto. No quieren que los llamen fascistas. Tampoco quiere Meritxell
Batet, su presidenta, que se pronuncie en el Congreso esa palabra. Si nos
roban las palabras, qué nos queda. El fascismo.
Lo dijeron sus
antepasados, sus maestros en el cultivo y ejercicio de la violencia: exterminar
la disidencia. Sus nombres: Mola, Yagüe, Queipo, Franco… Que
no quede nadie, salvo los nuestros. Los suyos. Siempre los suyos. La tierra de
nuestro país, la tierra del país que rompieron con su golpe de Estado en 1936,
está llena de esa disidencia. La destrucción o el amor. La destrucción: “Viento
negro secreto que sopla entre los huesos”. Todo negro, como cantaban los Stones.
No hay salida. El túnel de la bruja. La oscuridad. El peor Gobierno que ha
habido en España desde que se inventaron España y sus Gobiernos. Nada
que ver con los de Franco y su dictadura. Aquello era el paraíso. Los
muertos no eran de los suyos. Por eso consideran que esos muertos son sólo un
miserable puñado de huesos que está ahí desde la batallita de los abuelos. El
lenguaje procaz de los desalmados. El Gobierno es ilegítimo porque ellos no
consideran legítimos el Congreso, la pluralidad de partidos, luchar por una
sociedad de iguales, la misma democracia. Tienen los medios de comunicación
—casi todos— a su favor. Chupan de ahí, de esos medios, las instrucciones de
uso de la democracia. Escucha por la mañana Núñez Feijóo a Jiménez
Losantos o lee El Mundo y luego va y lo suelta
en el Senado. La voz de su amo. Nada de marca blanca del PP: superará a Casado,
si no lo ha superado ya. Pobre democracia. La acosan. La dejan sin sangre, como
hacía Drácula con los cuerpos seducidos en sus correrías nocturnas: pero sin la
nobleza literaria de Bram Stoker. Tienen a la justicia de su parte. Ahora
nombres y apellidos de esa justicia dan un golpe para sumarse a los otros
golpes: el mediático, el político, el empresarial, el financiero. Entre lo
militar se alienta también esa intentona: altos mandos pringados en operaciones
como las de antes. Esos que querían fusilar a veintiséis millones de
‘antipatriotas’. Ese inspector jefe de la Policía Nacional en València que en
un mitin de Vox afirma que todos los inmigrantes que llegan en pateras son
delincuentes y hace un llamamiento a los presentes “para actuar porque la
Policía no va a bastar”. ¿No va a bastar para qué? Tienen vocación golpista.
Vienen de ahí, de esa vocación. Lo que no está a su servicio está en su contra
y hay que borrarlo del mapa. De ahí vienen, de ese violento deseo de acabar con
el enemigo sea como sea. El enemigo. Si no te pliegas a sus intereses eres el
enemigo. Y te tratarán como a tal: ni pan ni agua. Cámbiate de bando y
tendrás pan, agua, café y postre. Y vino para que nada falte en esa
borrachera que alienta la antidemocracia. A las armas.
Las mismas
palabras repetidas hasta la extenuación. Las mismas en todos sus sitios. En
todos sus medios. En todas las reuniones clandestinas donde unos jueces
caducados se erigen en comensales de lujo contra la misma justicia, una
justicia que tendrían que representar con dignidad en vez de llenarla de
vergüenza. Les da igual. Saben que las palabras que más llegarán a la calle son
las suyas. Mienten más que respiran. Y qué. La verdad también se inventa,
escribía Antonio Machado. Siguen pensando que quienes no pensamos
como ellos somos ilegales, inmigrantes todos en la barcaza de la exclusión.
Delincuentes, como decía ese tal Ricardo Ferris, inspector jefe de la Policía
Nacional, ante un auditorio al que pedía ayuda para enderezar España porque con
la Policía no basta. Delincuentes que vienen —que venimos— a construir una
sociedad rendida al autoritarismo de un Gobierno que es lo peor —con su
presidente a la cabeza— que le ha pasado a este país desde que por cerca de mi
pueblo se paseaban los dinosaurios. Claro que no todo se hace bien desde ese
Gobierno. Y que ese Gobierno ha metido la pata en bastantes ocasiones.
Pues claro que sí. Pero ahí está también el calendario de cosas buenas
conseguidas. Largo calendario, por otra parte. La primera experiencia en esta
democracia de un Gobierno de coalición. Raspaduras: pues claro que sí. Errores:
pues claro que sí. Asumirlos en toda su envergadura, esos errores. No negarlos.
No volver a cometerlos. Falta un año y pico para las elecciones
generales. La mitad para las municipales y autonómicas. No hacer como si
fueran a ser mañana mismo. Eso quiere la extrema derecha. Me cuesta cada vez
más escribir “derecha y extrema derecha”. Hermanas gemelas. No negará el líder
del PP la moción de censura al Gobierno que presentará Vox en el Congreso.
Primero dijo que la negaría, como hizo su antecesor. Luego dijo que se
abstendría. No puede despreciar a Vox: lo necesita. Amiguitos del alma Feijóo y Abascal, como
decía Francisco Camps a su colega El Bigotes la Nochebuena del
año 2008, antes de destaparse la carroña de la Gürtel.
Miras alrededor
y te entran ganas de echarte al monte. Lo mejor para conseguir sus objetivos,
que son los de un golpismo más o menos enmascarado, es sembrar el miedo. Lo
hicieron sus viejos maestros. Lo de Alemania les habrá llenado de alegría. No
que detuvieran a los golpistas, sino que hubieran sido valientes para plantarle
cara a la democracia y volver a la noche de los cristales rotos. La
destrucción o el amor. El inmenso poeta Vicente Alexandre. Qué
saben ellos de esa poesía, qué saben del poeta. Aprendieron en otros libros que
el amor es cosa de flojos, de maricones, como gritaba Queipo en su radio
sevillana. Prefieren la destrucción, y no en el sentido amatorio que cantaba el
poeta. La destrucción a secas. Acabar con el Gobierno de coalición porque
España igual no se ha enterado de que no puede haber otro Gobierno que no sea
el de la derecha de toda la vida. Sólo a esa derecha, con Feijóo y Abascal mano
a mano, le corresponde gobernar si no se quiere torcer la tradición que
heredaron del franquismo. Lo van a tener difícil. Sé que las cuentas salen
justas. Que son muy fuertes los trompetazos del Apocalipsis. Pero lo
van a tener difícil. No soy adivino. Ni tengo en la mesa la
bola que ilumina el futuro. El diálogo entre las fuerzas progresistas,
las de izquierdas y las derechas democráticas puede más que las soflamas
incendiarias del fascismo. El miedo está en su tejado. En el de ese golpismo
vocacional que nunca han abandonado desde que la democracia asomó el morro con
demasiadas cosas heredadas del franquismo. Dicen que un optimista es un
pesimista mal informado. Igual es verdad. Pero me niego a que el miedo siga
haciendo de las suyas en un país que le sobró miedo por todas partes durante
cuarenta años. A Núñez Feijóo le sucederá Díaz Ayuso después de la derrota. A
lo mejor, incluso antes. Pero eso lo dejo para otro día. Que tengan ustedes
unos hermosos y hogareños días de fiesta. Y que el rey no les amargue mucho la
cena en Nochebuena. Otro amiguito del alma. ¡Señor, qué cruz!
Fuente: Infolibre.
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