viernes, 8 de marzo de 2013

SENTANDO LAS BASES PARA LA TRANSFORMACION SOCIAL


 LA ORGANIZACION POLITICA EN TRANSICION
 (8/8)

Traducido del inglés para Rebelión por Christine Lewis Carroll 

Hilary Wainwright 
Red Pepper 
Rebelion.org 28.02.2013 

Nuevas formas de comunicación y la comprensión del conocimiento 

Estas formas organizativas híbridas de lo viejo y lo nuevo, desarrolladas y unidas para un objetivo común, representan un patrón extendido que produce a su vez nuevas formas organizativas. Cualquier mapeo útil de los elementos característicos de la transición hacia nuevas formas organizativas debería incluir otros dos elementos de esta multiplicidad en la organización política. 

El primer elemento se refiere a la importancia del vehículo de comunicación. La organización trata siempre, principalmente, de la comunicación, además de la toma de decisiones y la disciplina. Las nuevas tecnologías de comunicación permiten ahora una diversidad cualitativamente mayor de medios de colaboración. Posibilitan que haya medios de coordinación en red basados en objetivos comunes y valores compartidos al tiempo que reconocen la pluralidad de tácticas y formas organizativas que, por lo tanto, no requieren un solo origen. Tales enfoques de la política transformadora existieron antes de las nuevas tecnologías, pero al incrementar las posibilidades se ha generalizado a su vez nuestra imaginación organizativa, además de crear un nuevo problema.

El segundo elemento se refiere al conocimiento. La extensión de formas de organización dispersas pero a menudo conectadas y en colaboración crea también las condiciones favorables de materializar el potencial político de las comprensiones plurales del conocimiento desarrolladas en la práctica por los movimientos de los años 70, especialmente el movimiento feminista, las organizaciones sindicales radicales y también, de origen distinta, la educación popular y las organizaciones políticas de base en muchas partes del Sur.

El giro desde una comprensión del cambio centrado en el Estado a uno centrado en desarrollar el poder transformador dentro de la sociedad se asocia con estos cambios radicales en nuestro entendimiento del conocimiento. Los movimientos de los años 70 incorporaron en su práctica la capacidad consciente y creativa de la llamada gente ‘común’, tanto frente a la ‘gestión científica’ de la producción fordista como al conocimiento centralizado, exclusivamente profesional, del Estado socialdemócrata de la Sociedad Fabiana. Su comprensión de la importancia del conocimiento tanto práctico como teórico, tácito además de codificado, respaldó la primera fase de la democracia participativa en aquellas primeras décadas de rebelión que se llegó a tachar de ‘exceso de democracia’.

Esto alteró también el contenido de los programas políticos que condujo a un proceso participativo mayor de desarrollo de ideas que lo que tradicionalmente ha acontecido en los partidos políticos, lo que subraya la importancia de las alternativas como práctica y base de las reformas exigibles al Estado. 

De alguna manera las funciones asociadas a un partido político las llevan a cabo ahora muchos actores autónomos que comparten valores comunes. Para considerar estas implicaciones complejas de la organización política es importante identificar los distintos tipos o niveles de actividad política. Por ejemplo, el tipo de unidad necesaria para una campaña electoral no es el que se requiere para construir una red de centros sociales o las alianzas de grupos comunitarios y sindicatos, donde la difusión de información y diversidad de acuerdo con las condiciones locales será más apropiada. Tiene sentido relacionar el tipo de organización con la actividad.

 Nuevas formas de política y organización 

Asimismo no es necesario que actividades y organizaciones distintas que comparten valores comunes formen parte de un solo marco político. Estos valores comunes pueden comunicarse y compartirse de muchas maneras. 

Sin embargo quedan muchos temas sin resolver. Uno de ellos es el problema con el que empezamos: la representación dentro del sistema político, redistribuir los recursos públicos y reubicar el poder del Estado. Este objetivo requiere, una vez más, formas organizativas específicas. Para desarrollar estas formas necesitamos recuperar nuestro esbozo teórico de una aproximación crítica a la representación basada en los ciudadanos, no como individuos que disfrutan de una igualdad política abstracta y formal, sino como ciudadanos inmersos en relaciones sociales desiguales y específicas, como trabajadores, desposeídos, mujeres, minorías étnicas, impedidos, etc. ¿Qué estrategias y formas organizativas podrían posibilitar los recursos políticos necesarios para las luchas que superen estas desigualdades y fuentes de explotación? 

La democracia parlamentaria en realidad tiende a bloquear y reforzar las desigualdades de riqueza y poder si no se ejerce oposición contra ella. Este proceso se intensifica cuando se permite que organismos nacionales e internacionales opacos y que no rinden cuentas tomen decisiones claves y en consecuencia se despolitizan la mayoría de las decisiones centrales que afectan el futuro de la sociedad. 

Esta tendencia se asocia a menudo con la globalización neoliberal, pero sólo es la continuación de un proceso endémico de democracia liberal: deja los temas claves del futuro de los pobres en manos del mercado capitalista; como vimos en la historia pasada de Porto Alegre el futuro de los residentes de las favelas queda en manos de la elite de las familias terratenientes, el de las comunidades del centro de Londres en manos de las constructoras especulativas y el de los servicios públicos en manos de las corporaciones depredadoras. 

El elemento común de las “contraestrategias” ensayadas en Londres y Porto Alegre se basó en la colaboración municipal con los colectivos que luchaban directamente contra estas desigualdades: las organizaciones de los pobres en las favelas mediante el presupuesto participativo, las comunidades del centro de Londres mediante la implicación directa en la formulación e implantación de la planificación municipal y el apoyo de sus propuestas frente a las presiones de los terratenientes y las constructoras respectivamente. 

En cuanto a la organización, estas estrategias implicaron una forma de representación política basada en un mandato electoral que requería la rendición de cuentas a los ciudadanos que disponían de las necesarias fuentes específicas de poder, conocimiento y organización, pero no del apoyo político suficiente para llevar a cabo el cambio. 

He argumentado en este texto que la representación política en dichos contextos implica un conflicto entre dos interpretaciones y formas organizativas completamente distintas de poder político. Se necesitan por tanto las formas organizativas para hacer visibles las luchas sociales dentro del sistema político. Estas luchas refuerzan el mandato electoral al reclamar y elaborar activamente los compromisos adquiridos. Dichas formas de representación luchan contra instituciones atrincheradas que consideran las desigualdades y problemas, objetivo de las luchas y el mandato electoral, inevitables y más allá de su responsabilidad. 

La clase de organización cuyo propósito es llevar a cabo esta forma de representación social e inevitablemente conflictiva ha de hacerse para servir a las luchas y los movimientos cuyas demandas y necesidades se persiguen a través del proceso político. Esto es mucho más complejo y duro que ser ‘la voz’ de algo. Si se entiende que los partidos son las organizaciones que buscan la representación política y el gobierno, entonces hablamos de un partido político. Pero es un partido -o partidos- de índole muy distinta a los que estamos acostumbrados.

Para empezar, y si tenemos en cuenta la antes mencionada multiplicidad de formas de organización política para el cambio social, el partido formaría parte de una constelación de organizaciones, fuera de las instituciones políticas, que comparten de forma más o menos explícita valores y objetivos comunes.

Por otra parte estas nuevas formas de partido funcionarían dentro de un marco de compromiso fijado por el mandato electoral y desarrollado con la participación de esta red mayor o constelación. Sería esencial para el carácter organizativo del partido la rendición de cuentas y transparencia del trabajo de los representantes al implantar este compromiso. 

En tercer lugar la organización de partido tendría en 2013 miembros que trabajarían en las tareas de representación y otros en la construcción de las organizaciones extraparlamentarias del poder transformador. Como en el caso de Syriza y otros, estos miembros no se incorporarían como líderes, sino como compañeros activistas que contribuyen a sus fuentes particulares de poder y conocimiento y las comparten. Este tipo de partido requeriría formas específicas de organización con el fin de contrarrestar las presiones que atraen a los representantes a la política parlamentaria y sus tendencias hacia una clase política separada. 

Vimos tanto en Londres como en Brasil que la incapacidad de los dos partidos de desarrollar la presencia de movimientos sociales y abrir recursos estatales para las luchas sociales se debía a la debilidad de los vínculos organizados de los partidos con la sociedad. Syriza podría aprender de estas lecciones. Los partidos políticos fueron modulados en parte por los movimientos que fueron decisivos en sus orígenes: para el PT fueron los movimientos por la democracia y la igualdad contra la dictadura y el gobierno oligárquico y para el Partido Laborista de los primeros años 80, fue la maduración de los movimientos de los años 60 y 70.

 El sistema constriñe a los partidos que trabajan en su seno. Con Syriza quizá tengamos uno de los primeros partidos formados, aunque no exclusivamente, por los movimientos que resisten el capitalismo neoliberal frente a una clase política completamente desconectada del pueblo. Una de las 29 diputadas, que sumaron un tercio del grupo parlamentario, Theano Fotiou, describió el propósito predominante de la estructura del nuevo partido: “Estar siempre conectada a las personas, aunque éstas no sean miembros del partido, y que lo critiquen y le aporten nueva experiencia”. 

 Se había creado una coalición a la que casi dos millones de personas se sintieron conectadas a pesar de una tentativa intencionada de infundir el miedo, o quizá por eso. Syriza aprendió esta lección de sus compatriotas y de experiencias políticas que habían tenido lugar en toda Europa. Está claro que a medida que fortalezcamos en todo el continente nuestras capacidades para rechazar las medidas de austeridad y organizar la reforma no reformista de una Europa democrática e igualitaria aprenderemos mucho de ellos.

 *** Agradezco la colaboración de Greg Albo, Roy Bhaskar, Leo Panitch, Steve Platt, Vishwas Satgar y Jane Shallice. Nuestras discusiones y sus sugerencias han sido útiles para mis primeros borradores. Agradezco también a los compañeros de Red Pepper y Transnational Institute su colaboración y estímulos y a Marco Berlinguer nuestras múltiples conversaciones que han influido en los argumentos de este ensayo. Este ensayo se publicó por primera vez en el libro Question of Strategy de la editorial Socialist Register 2013, www.merlinpress.co.uk 

 Hilary Wainwright es editora fundadora de Red Pepper y miembro del TransnationalInstitute.
 Fuente: http://www.redpepper.org.uk/essay-political-organisation-in-transition/ 
rCR 
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