¿Por qué se restringe el uso
del celular en los colegios de los ricos?
Rebelion
29/07/2024
Fuentes: Rebelión
“He aquí la
moraleja de la historia: confiad vuestros hijos a las pantallas y, mientras
tanto, los fabricantes de pantallas seguirán confiando sus hijos a los libros”.
-Guillaume Erner
Existe un
colegio en donde se enseña y aprende de modo convencional: los profesores
tienen en sus manos tizas con las que llenan el tablero de dibujos, fórmulas,
nombres, garabatos. Los niños de entre 9 y 10 años utilizan lápices y cuadernos
para copiar las instrucciones de los profesores y responder a algunas de sus
preguntas. El aula se encuentra repleta de carteles con mensajes, horarios y
trabajos escolares, todos hechos a mano por profesores y estudiantes. Ninguno
de los objetos que se encuentran en el salón de clase tiene el sello de lo
virtual, ni siquiera hay papeles impresos en modernas impresoras. No hay
celulares, computadores ni tablets por ningún lado. Como quien
dice, cero tecnología virtual.
Este ambiente
escolar, al que frecuentemente suele descalificarse de atrasado, convencional,
poco innovador y apelativos por el estilo, es el que predomina en algunos de
los colegios de Silicon Valley. El que acabamos de describir corresponde al
colegio privado Waldorf of Peninsula, situado en Palo Alto, el corazón de
Silicon Valley, en la Bahía de San Francisco [Estados Unidos]. Quienes allí van
a estudiar no son pobres, ni se matriculan con ayudas estatales, ni tienen que
endeudarse para pagar sus estudios, ni recorren largas distancias a pie para
llegar al colegio. Son, por el contrario, hijos de la poderosa clase
corporativa del mundo informático, que pueden desplazarse en helicóptero. En el
colegio mencionado se educan los hijos de los directivos de Apple, Google y
otras corporaciones tecnológicas. En ese colegio no se permite una pantalla en
la educación primaria y solo, en forma gradual, se introducen en la educación
secundaria.
Esto parecería
extraño, sobre todo si tenemos en cuenta el discurso empresarial, encubierto
con retórica pedagógica, que afirma que la tecnología informática va a
transformar positivamente la educación y va a producir seres humanos más
inteligentes y capaces. A primera vista sorprende que los inventores de
sofisticados artefactos se nieguen a usarlos en casa o en la escuela. Esto
significa, dicho de manera directa, que los tecnólogos de Silicon Valley no
quieren que sus hijos empleen los dispositivos que sus empresas diseñan.
Recordemos algunas de sus opiniones.
Athena
Chavarria, quien fue asistente ejecutiva en Facebook afirma: “Estoy convencida
de que el diablo vive en nuestros celulares y está arruinando la mente de
nuestros jóvenes”. Chris Anderson, el exeditor de la revista Wired, dice que
los celulares, “en la escala entre los dulces y la cocaína en crack, se parecen
más a la droga”. Y este mismo individuo confeso en una ocasión que “mis hijos
nos acusan a mi esposa y a mí de ser unos fascistas y exagerados en lo que
respecta a las tecnologías. Dicen que ninguno de sus amigos están sometidos a
las mismas reglas. Eso es porque nosotros hemos visto los peligros que
conllevan las tecnologías de primera mano. Lo he visto yo mismo y no
quiero que les pase a mis hijos”. Tim Cook, el director ejecutivo de
Apple, le ha prohibido a su sobrino unirse a una red social. Bill Gates
prohibió el uso de celulares a sus hijos, antes de que estos tuvieran catorce
años; Steve Jobs impedía que sus hijos se acercaran a un iPad y en cierta
ocasión afirmó: “En casa restringimos cuanta tecnología usan los niños”.
Esta tendencia
a restringir el uso de aparatos informáticos, y en especial el smartphone, en
los centros educativos se ha extendido por diversos lugares del mundo. Incluso,
algunos países (Suecia, por ejemplo) que fueron impulsores de la educación
virtual y transformaron sus sistemas educativos para adaptarlos a esa
tecnología, en vista de los resultados nefastos en todos los órdenes (pérdida
de atención, apatía, enfermedades físicas y mentales, aumento del suicidio,
reducción de habilidades motoras, individualismo, disminución de la capacidad
lectora, incapacidad para concentrarse en una sola cosa durante cierto tiempo…)
han decretado el regreso a la educación con tablero, lápiz y cuaderno.
Y a Colombia también
ha llegado la sana determinación de restringir el uso de celulares en clase. En
efecto, en el mes de mayo 27 colegios, asociados a UNCOLI (Unión de Colegios
Internacionales de Bogotá), anunciaron una restricción en el uso de
dispositivos móviles (celulares, relojes inteligentes y aparatos similares). Se
indicó que la restricción cubría todo el horario escolar, incluyendo el tiempo
que los estudiantes permanecen en las rutas escolares. El comunicado dice:
«Creemos firmemente en la importancia de ofrecer a nuestros estudiantes un
descanso de los dispositivos digitales, proporcionándoles la oportunidad
de vivir al menos 8 horas al día libres de las influencias negativas de estos
aparatos. […] Existe un consenso claro entre
todos nosotros sobre el impacto negativo de los dispositivos móviles en el
ambiente educativo y sobre todo, en el bienestar de los
estudiantes». UNCOLI señala que las investigaciones existentes «son
contundentes y muestran que la presencia de estos dispositivos durante la
jornada escolar tiene efectos adversos sobre la salud mental, contribuye al
desarrollo de comportamientos adictivos, se reduce la calidad de las
interacciones sociales, disminuye el interés por la actividad física, se
incrementa el bullying y cyberbullying, además de generar una disminución
importante en el rendimiento académico».
Esta es una
determinación de un grupo de colegios privados, pero debería ser considerada
con seriedad por la comunidad educativa, sobre todo la ligada al sector
público, para abrir la discusión sobre los efectos nefastos de la pandemia
digital entre niños y jóvenes, un asunto sobre el que no se quiere pensar, lo
cual es un resultado del fetichismo del smartphone, que se ha impuesto en el
mundo actual.
No sorprende
que sean los colegios donde estudian los hijos de los supermillonarios de
Bogotá y Colombia en los que se haya restringido el uso del celular, porque en
Silicon Valle, como vimos, los gurús del sector tecnológico prohíben el uso del
celular en casa antes de los 14 años y matriculan a sus hijos en colegios en
los cuales se enseña de una forma convencional: con tiza, tablero, cuadernos y
textos en papel.
Pero esto
indica otro aspecto menos mencionado que debe subrayarse: como empresarios los
gurús de la informática hablan maravillas de los cachivaches que venden ‒ocultando en
forma consciente, premeditada y deshonesta sus efectos negativos‒ mientras que
en su carácter de padres y queriendo ser
buenos padres se niegan a que sus hijos utilicen esos artefactos en su infancia
y primeros años de juventud, para evitarles los
problemas que acarrean y no perjudicarlos por el resto de sus vidas.
Esto indica
que, en un sector de los gurús de la informática, se tiene conciencia del
efecto destructor del smartphone, pero ellos actúan con la lógica criminal de
envenenar a gran parte de la humanidad y mantener a sus familiares a raya de
ese peligro tóxico.
Una versión preliminar de este artículo fue publicada en El Colectivo
(Medellín), julio de 2024.
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