Lo de ver la paja en ojo
ajeno en vez de la viga en el propio está ampliamente extendido en la vida
política contemporánea. Así, quien tiene rasgos totalitarios acusa de
totalitarismo a quienes carecen de ellos, y se queda tan pancho (perdón,
panche).
La paradoja del totalitarismo
El Viejo Topo
5 mayo, 2024
Durante mucho
tiempo la estrategia narrativa neoliberal de matriz angloamericana ha estado
pasando por dos movimientos:
1) El intento
de definir el mundo liberal como el único mundo posible, para el cual, a largo
plazo, no hay alternativa (de Fukuyama a Thatcher), y
2) el intento
de subsumir todas las formas de vida, todas las organizaciones políticas y
todos los sistemas culturales que pretenden no reducirse al paradigma liberal
como «iliberales –y por tanto– totalitarios».
Así, acaba en
el saco del “iliberalismo –y por tanto– totalitarismo” toda religión que
pretende ser más que un hecho privado (por ejemplo: el Islam), todos los países
que pretenden mantener la soberanía sin arrodillarse ante el imperio americano
(China, Rusia, Irán, Corea del Norte, pero luego también, dependiendo de cómo
operen sus gobiernos, Cuba, Venezuela, Bielorrusia, Hungría, Serbia, Sudáfrica,
etc.), y desde luego todas las ideologías que históricamente han rechazado el
sistema liberal (el socialismo y el comunismo ante todo, los conservadurismos
pre-liberales cuando existen, y, en la medida que desarrolló una teoría, el
fascismo de entreguerras).
Por supuesto,
los elementos que aparecen en este saco presentan, para cualquiera que se
interese en examinarlos de cerca, una multitud de diferentes rasgos políticos,
institucionales y culturales, pero esto es irrelevante para la narrativa
neoliberal, porque sobre todos ellos cae la excomunión de la “iliberalismo –y
por tanto– totalitarismo”.
Nos encontramos
así con el siguiente cuadro, altamente irónico, según el cual el liberalismo
–la única ideología que pretende extender en todo el planeta la última y
definitiva verdad de la historia– denuncia todas las demás culturas y
soluciones políticas de la historia como “totalitarias”. En esencia, la única
cultura política que hoy tiene afirmaciones realmente totalitarias denuncia a
todas las demás como totalitarias.
Según la visión
totalitaria lo que pertenece a la propia ortodoxia es por definición el Bien,
por lo que las sociedades liberales (ahora neoliberales) logran con perfecta
serenidad y buena conciencia una espectacular doble moral; porque nuestros
crímenes son errores contingentes, los vuestros son innobles abyecciones,
nuestras masacres son daños colaterales, las vuestras son expresión de una
maldad innata, nuestras protestas internas son riñas de minorías ingratas, las
vuestras son una manifestación popular de un anhelo de libertad, etcétera.
La denuncia
neoliberal de «todos los totalitarismos» es el ejemplo perfecto del proverbial
buey que llama cornudo al burro.
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