miércoles, 13 de marzo de 2013

PARA LECTURA DE LA IZQUIERDA POLITICA

Carta a la izquierda árabe y mundial

 (4/6) 

Salama Kayleh 
Entretierras 
Rebelion/11-03-2013 

 4. No hay duda de que la espontaneidad de la revolución y la ausencia de la izquierda ha sido la base para el inicio de los problemas y la caída en errores, especialmente porque el pueblo actúa de manera experimental luchando con sus capacidades. Se manifestó y practicó todas las formas de protesta pacífica durante meses, pero pasó a la actividad armada bajo la violencia, el salvajismo y los crímenes de la autoridad. Todo ello no quita que sea una revolución, ni hace que el marxista se “desdiga” de su apoyo o de su participación en ella. 

Se ha criticado el paso de la revolución hacia la acción armada y advertimos desde el principio de la magnitud de este paso y los peligros que podía conllevar. Sin embargo, cuando la revolución es espontánea no se pueden controlar sus prácticas. La revolución no se escriben en “catálogos” a los que haya que circunscribirse, sino que se trata de una actividad popular que camina según la coyuntura existente y se somete a la naturaleza de la práctica con la que el poder se enfrenta a la movilización popular. Por ello, no consideramos que se desvirtuara ni se saliera de su senda pacífica, sino que dijimos que había pasado a un nuevo nivel que debíamos intentar controlar para que no condujera al caos, y unirlo a la movilización popular para complementarlo en vez de ocupar su lugar. 

No hay duda de que la situación fue por un camino que hizo de la actividad armada el “todo”; no obstante, ello ni elimina el hecho de que esto se produjo como reacción popular a la violencia salvaje que ejerció el poder desde el inicio, después de meses de no responder de forma armada (algo que Bashar al-Asad reconoció recientemente, y también Faruq al-Sharaa), sino que el aferramiento al pacifismo sigue siendo básico para la revolución. 

Por tanto, el problema no era el pasar a la acción armada, que fue resultado de la violencia salvaje, pues las revoluciones pueden adoptar formas diversas, el marxismo acepta eso y Lenin teorizó sobre el “levantamiento armado”. El problema fue que la espontaneidad de la revolución podía llevar la acción armada al caos (como vemos ahora), lo que indica nuestra incapacidad como izquierda y no un error en la revolución. 

Toda teorización sobre la “no violencia” y las “revoluciones pacíficas” (aterciopeladas) ha quedado como una ilusión y parece un preludio del aborto provocado de las revoluciones. La violencia persigue a la revolución, como dice el marxismo. Si hay quien pensaba que la era de la revolución había pasado y se ha dado cuenta de que se había equivocado, todos los que dicen que la era de la acción armada (o las revoluciones armadas) está en su ocaso se sorprenderán de que no hay ninguna revolución social que no entre en el marco de la violencia en algún momento. 

Por ello, la crítica no es a la acción armada, sino que esta crítica puede extenderse a la forma de practicar la acción armada y la estrategia que la domina y si sirve a la movilización popular o la elimina. A nosotros nos concierne toda esta crítica porque vemos los problemas de la acción armada y cómo se ha convertido en una entrada para “comprar” brigadas armadas debido a la necesidad de dinero y armas o ha obligado a algunas brigadas a adoptar nombres “islámicos” para lograr financiación, y también vemos los problemas de la falta de estrategia militar o de la manera de poner fin a la lucha mediante el dominio de las ciudades. 

En el marxismo “original”, y no en la deformación soviética, la lucha no es contra una sola parte, sino varias, porque la realidad es múltiple y las contradicciones en ella son, por tanto, múltiples. Si la lucha de clases es contra la clase dominante y su dominio y porque el pueblo quiere derrocar al régimen, económico y político, la revolución misma tiene contradicciones que han de enfrentarse. Hay una contradicción con las fuerzas liberales que quieren reducir la revolución a un cambio en la forma del poder (y tal vez las personas en el poder), hay una contradicción con los Hermanos Musulmanes que quieren imponer su autoridad fundamentalista (y su economía liberal), e intentan hacer que la revolución parezca una “revolución islámica” para logarlo, y en tercer lugar, hay una contradicción que ha aparecido recientemente con el Frente de Al-Nusra como una fuerza sectaria que ha venido a imponer una autoridad sobre las zonas que ha “liberado” el pueblo y abrir una lucha sectaria que su “doctrina” le impone. La victoria de la revolución siria está ligada a cómo se ponga fin a su nefasta influencia y a que se organice la revolución según una estrategia que parta de las peticiones básicas del pueblo y determine una política que lleve al derrocamiento de la autoridad. 

Nos compete lograr establecer una unión entre la acción armada y la actividad popular, porque vemos que es algo que fortalece la revolución y logra su éxito: no hay victoria militar sin acción popular y la misión de la acción militar es romper los centros de poder de la autoridad, no abrir “una guerra total” para facilitar la victoria popular. 

En este contexto entramos en una lucha contra las estrategias de las fuerzas fundamentalistas que trabajan para cimentar el uso de armas como principio que lleva a derrocar al poder mediante la “liberación” de Siria de la “ocupación asadiana”. No hay duda de que esta estrategia infantil no hace más que ayudar al poder a seguir destruyendo y matando. Lo que nos importa es la capacidad de destrucción, asesinato y enfrentamiento contra el movimiento popular que tiene el poder. 

5. ¿Está el poder sirio en contra del imperialismo? 

En primer lugar, al margen de la situación internacional del poder sirio, el marxismo está con el pueblo cuando se levanta porque, de partida, está con el pueblo. Así, al margen de la naturaleza del poder, el marxismo debe estar con el pueblo porque su revolución no fue resultado de una “conspiración” (y un pueblo no puede entrar en una conspiración, sea consciente o ingenuamente), sino que fue resultado de una situación en la que ya no podía vivir. Ello es lo que destrozó el socialismo y abrió las puertas a la transformación capitalista. ¿Cómo entonces era el poder capitalista, mafioso, familiar y policial?

Nuestro análisis previo indica el carácter de la clase dominante, un carácter capitalista y mafioso. Así, hemos de contestar a la pregunta siguiente: ¿Estaba esta clase dominante contra el imperialismo? ¿Cuál era su red de relaciones financieras y actividades económicas? ¿Cómo influye ello en sus políticas? 

Dicha clase se esforzó en generalizar la economía rentista, que se basa en el sector servicios, el turismo, la industria inmobiliaria y el comercio (especialmente la importación) y los bancos. Y estableció redes con el capital del Golfo y europeo, trabajando como garante de las empresas petroleras estadounidenses (Muhammad Majluf, por ejemplo), e intentó ser el garante de las empresas de coches y todas las empresas imperialistas. Entró en contacto también con el capital turco, hasta que llegó a establecer relaciones con las mafias del este de Europa y Rusia. Esa es su red de “relaciones” financieras. Aspiraba a organizar su relación con el imperialismo estadounidense, pero la política de Bush hijo lo impidió debido a la “miopía” estadounidense basada en un enorme sentimiento de superioridad que llevó dicha política a afanarse en cambiar el poder en Siria tras la ocupación de Iraq.

Esta última realidad es la que hizo que el poder entrara en otra “alianza”, cuando se vio cercado y amenazado con ser derrocado. Fue por eso por lo que fundó su alianza con Irán mediante la firma del Pacto Estratégico de 2006, a lo que siguió la firma del Pacto Estratégico con Turquía (tal vez para mantener el equilibrio provocado tras las diferencias con Arabia Saudí, pero por intereses económicos resultado del hecho de que Turquía se negó a aplicar las sanciones estadounidenses sobre ambos). 

Así, la cuestión aquí no es una cuestión de contradicción de clases, ni una contradicción nacional, sino que se trata de una lucha de intereses, como sucede entre los capitalismos. El poder aquí no es la continuación del “movimiento de liberación nacional”, ni su régimen es la continuación de los regímenes “nacionalistas”. Es otra cosa liberal y mafiosa que entró en contradicción con EEUU e intentó establecer relaciones con otros imperialismos (Francia, Alemania, y ahora Rusia y China). El capitalismo que define a la clase dominante es un capitalismo rentista como demuestra el estudio de la conformación de la economía siria en la cual los sectores productivos fueron destruidos (la agricultura y la industria). Este modelo de capitalismo no puede ser más que dependiente, porque la naturaleza de la actividad económica que practica exige eso (la importación y la actividad financiera, los servicios…). Con la imposición del aperturismo económico y el desplome del sector productivo la importación se hizo una necesidad, una necesidad básica de este tipo de capitalismo. 

Así, la pregunta es: ¿Cómo puede este capitalismo estar en contra del imperialismo? La lucha estaba ahí, la lucha era sobre el modelo más favorable para dominar. Eso fue lo que empujó al imperialismo estadounidense a pensar en cambiar el poder en vez de entenderse con él, algo que el poder rogaba e intentaba. El “capricho” liberal exigía que se hiciera más sólida la relación con el centro imperialista, que es EEUU. Ese era el “capricho” de las élites que llegaron con Bashar al-Asad al poder y sobre cuya base se alejó a las élites que se desarrollaron en el tiempo de Hafez al-Asad (en su mayoría con la Unión Soviética). 

En consecuencia, la diferencia con EEUU era resultado de una “mala valoración estadounidense”, que tal vez la profunda crisis económica impusiera, y que se unió a la imposición de lo que se ha llamado el “Nuevo Oriente Medio”. Y no fue, en cambio, resultado de los intereses de la clase que dominaba y que pasó a ser la que gobernaba después de descubrirse su verdadero rostro. ++ El poder ya no es un poder de “liberación nacional”, la economía ya no es una economía “desarrollista”, sino que el poder capitalista mafioso ha establecido redes con el capitalismo imperialista, aunque no sea necesariamente con el capitalismo estadounidense. 

Este es el análisis marxista de la naturaleza del poder y sus redes internacionales y es lo que lo hace parecerse mucho a los demás regímenes a pesar de sus diferencias con EEUU. Es un poder capitalista, rentista y mafioso que roba al país en red con el capitalismo imperialista, o un capitalismo que es parte dependiente del capitalismo imperialista. Esta situación es precisamente la que hizo que los “teóricos” del poder sirio le pusieran el calificativo de “régimen de rechazo” y no de “anti-imperialista” o “de resistencia”, porque determinaron con precisión lo que eran y se dieron cuenta de que se abstenían de aceptar algunas condiciones políticas estadounidenses, pero no todas. Por ello, dejaron la puerta abierta a la vuelta de la relación con EEUU e hicieron esfuerzos en este ámbito. Pero los cambios internacionales y el estallido de las revoluciones impuso nuevas alianzas perentorias, con un nuevo imperialismo, eso sí: el de Rusia. Quien estudia los acuerdos económicos firmados hace meses ve esto claramente, porque son pactos económicos muy parecidos a los de cualquier país imperialista. 

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