sábado, 23 de febrero de 2013

EL REY DICE QUE NO ABDICA (YO TAMPOCO) Y A MI ME PARECE BIEN. POR ESO HAY QUE ECHARLO


(Foto. 20minutos.es. La monarquía española la sujetan unos unos 100 euros. Cada muleta cuesta 50 euros, chispa más o menos, y encima el yerno Urdangarín que lo lleva por detrás tirandole de la chaqueta.  Lo que yo digo: la monarquía siempre es más que una desgracia)

Para abrir boca hay que empezar diciendo que no es la monarquía cosa propia de tiempos modernos. Es más bien algo vetusto. ¿O no?

Lo de la igualdad ante la ley aplicado al monarca es algo así como un tararí que te ví. ¿O no?

Lo propio del Rey es que hago lo que me pasa por los cojones y, sí, he sido yo, ¿y qué pasa? 

A ver, Rey. Vamos a ver. Como pasar, pasar, no pasa nada. Pero tiene que pasar, compréndeme, Rey, que no somos de piedra, somos ciudadanos, y la ciudadanía con la servidumbre debida del súbdito a su Señor el Rey, tal que el agua y el aceite o tocino y velocidad mismamente.

 O sea, que por la puerta se va a la calle y que un sueldo no se encuentra y a ti te encontré en la calle. Punto pelota. A la calle Rey, y quedamos tan amigos. 

Padres ceporros, desvariados, inmorales, más borrachos que una uva, puteros, campechanos, con mala puntería en el bello arte de la caza monumental del elefante pardo, porque de noche todos los elefantes son pardos, infieles con la reina de la casa que siempre es la mujer de uno y con menos sesos que un mosquito, ahílos, porque haberlos ahílos, Majestad, pero ninguno de estos padres que haberlos ahílos, reconoce ni ante Dios ni ante los hombres tener un hijo feo, aunque el tal hijo sea más feo que pegarle a un padre con un calcetín (y una piedra dentro). 

Yo reconozco, porque lo que es, es, que tener un hijo feo, pintiparado al padre aunque sea, es una desgracia, pero reconocer su fealdad, ¡jamás! Antes morir que perder la vida.

Y soy consciente, Majestad, de que ahora que tenemos tiempo vamos a contar mentiras, que lo cortés no quita lo valiente, pero eso de que su hijo es más listo que el hambre y de que vale un valer y de que si esto y que si lo otro…, ¡menos lobos!, Majestad, menos lobos.

Para listo mi hijo, Majestad, que de un trono de madera y con una navajilla de estas de mala muerte y sin afilar te me saca unas castañuelas en un visto y no visto, que es que te cagas las castañuelas que me te saca.

Así que vamos a dejar el tema este de los hijos no sea que al final la jodamos. No jodamos, no jodamos con los ramos, que es que me conozco y no quiero que se me suba la sangre a la cabeza, que cuando me caliento me pongo hecho un basilisco y no conozco ni a mi padre.

O sea, que lo vamos a dejar, que yo lo único que digo, y de muy buenas maneras, es que hay que echarlo y que donde tiene que haber una República sobra monarquía, no sé si me explico. Y que no tengo ningún problema, que si no me he explicado empiezo otra vez a decir lo mismo hasta que la monarquía caiga a mis pies rendida y diciéndome: Manolo, por favor, por tu padre te lo pido, no. Otra vez no. 

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