viernes, 7 de noviembre de 2025
África participó en la
guerra antifascista. Desde el desafío de Etiopía a Mussolini hasta la masacre
de Thiaroye, los africanos lucharon contra el fascismo en el extranjero y
contra el imperio en su propio territorio, sentando las bases de la liberación.
Soldados africanos contra el fascismo
Por Mika*
El Viejo Topo
7 noviembre,
2025
ÁFRICA NO FUE
LA PERIFERIA DE LA GUERRA ANTIFASCISTA
La clásica obra
de Ousmane Sembène de 1988, Camp de Thiaroye, comienza con una
escena que resume la contradicción colonial. Es 1944. Los soldados africanos
—los Tirailleurs Sénégalais— regresan a casa desde los frentes de batalla de
Europa, después de haber luchado para liberar a Francia del fascismo. En ese
momento, con un solo gesto contenido, Sembène captura el balance moral del
imperio. La guerra había terminado en Europa, pero su lógica persistía en
África. Effok no era solo un pueblo, era un registro de requisas, palizas y
desapariciones durante la guerra. La sonrisa del general es una máscara; la
negativa del tío, un acto político. Desde esta tranquila rebeldía hasta
la masacre de
Thiaroye que le sigue, Sembène traza el camino desde la
resistencia pasiva a la activa contra el colonialismo francés, desde la lucha
contra el fascismo en el extranjero hasta su enfrentamiento en casa.
El primer
frente: Etiopía se queda sola
Incluir a
África en la historia de la Guerra Mundial Antifascista —comúnmente conocida
como Segunda Guerra Mundial, 1939-1945— no es añadir una nota decorativa, sino
corregir el registro. Mucho antes del desembarco de Normandía, se produjeron
importantes levantamientos armados contra el auge del fascismo fuera de Europa,
ya desde el 18 de septiembre de 1931, con la invasión imperial japonesa de China.
La lucha mundial contra el fascismo no comenzó en 1939 en Europa, sino años
antes en continentes que a menudo se marginan en la narrativa histórica.
En 1935-1936,
cuando el ejército de Mussolini invadió el país, lanzando gas
mostaza y bombas químicas en violación flagrante del Protocolo de Ginebra, los
patriotas etíopes, tanto hombres como mujeres, libraron una guerra de
guerrillas de varios años que dejó al descubierto el fascismo como colonialismo
sin disfraz. Estos arbegna (patriotas) encarnaban un rechazo
que trascendía el género, la clase y la región.
El coste humano fue
inmenso: más de 750 000 combatientes y civiles etíopes murieron durante la
invasión y la ocupación. En 1937, tras un intento de asesinato del virrey
italiano, las fuerzas italianas desataron la masacre de Yekatit 12, en la que
murieron 30.£000 civiles en tres días de castigo colectivo. En las cuevas de
Ametsegna Washa, gasearon y ametrallaron a más de 5500 etíopes, en una de las
mayores masacres del teatro africano y un ejercicio metódico de terror. Aun
así, la resistencia nunca cesó. Un tercio de los patriotas registrados
eran mujeres:
organizadoras, combatientes y comandantes cuyo desafío resonó en todo el
continente. Su resistencia de cinco años abrió una escuela de resistencia,
sembró la geografía política y se convirtió en un modelo para los movimientos
antifascistas y anticolonialistas que siguieron.
La
infraestructura de la victoria
A medida que la
guerra se extendía, África se convirtió en su corazón logístico. Sus costas
protegían las rutas marítimas; sus minas alimentaban la maquinaria bélica; sus
trabajadores construían los puertos, las vías férreas y las pistas de
aterrizaje que sostenían los frentes aliados y permitían la victoria final. Por
todo el continente circulaban convoyes, aviones y combustible, impulsados por
la mano de obra, los recursos y el sacrificio africanos.
Los soldados
africanos y de la Commonwealth derrotaron a Italia en África Oriental en Keren
y Amba Alagi, reabriendo el Mar Rojo y destrozando el imperio del Eje en suelo
africano. Las tropas francesas libres y africanas capturaron Kufra en Libia,
asegurando el flanco sur para la guerra del desierto. En el oeste, Gabón y
Dakar se convirtieron en bases de operaciones para el África francesa y
proporcionaron a De Gaulle una columna vertebral territorial y una base
logística. Freetown y Takoradi transportaban aviones y protegían los convoyes
que sostenían los frentes de Oriente Medio y el norte de África, incluso cuando
los submarinos alemanes acechaban esas rutas marítimas. En el océano Índico, la
toma de islas clave privó al Eje de un trampolín submarino que podría haber
amenazado el canal de Suez y el canal de Mozambique.
Más de un
millón de soldados africanos prestaron servicio; otros millones trabajaron en
condiciones coercitivas y peligrosas. En el Congo, el uranio extraído de la
mina de Shinkolobwe —por trabajadores africanos, muchos de los cuales sufrieron
efectos desastrosos para su salud— alimentó las
bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. La contribución de África
fue decisiva —material, estratégica y humana—, pero a su pueblo se le negó el
reconocimiento y la recompensa. Los imperios que afirmaban luchar contra el
fascismo en el extranjero mantuvieron sus métodos en casa: jerarquía racial,
trabajos forzados, castigos colectivos.
Thiaroye:
Victoria y violencia
Camp de
Thiaroye, de Sembène, relata lo que sucedió cuando el frente
se trasladó al país. Los tirayeles que habían derramado su sangre por Francia
fueron reunidos en un campo de tránsito cerca de Dakar para esperar la
desmovilización. Cuando se devalúa el pago atrasado que se les había prometido,
su conciencia política, templada en los campos de batalla extranjeros, se
endurece y se convierte en una demanda colectiva de justicia económica. Se
declararon en huelga, no por caridad, sino por dignidad. La respuesta colonial
llegó al amanecer: tanques y artillería contra hombres desarmados y dormidos.
Entre ellos se encontraba Pays, superviviente de los campos nazis, que llevaba
un casco de las SS. Él intuyó lo que iba a pasar, pero, destrozado por el
trauma, no pudo advertirles de que el fascismo solo había cambiado de uniforme,
no de víctimas.
La masacre de
Thiaroye del 1 de diciembre de 1944 no es una aberración, es el Estado colonial
hablando con su voz más clara. Menos de seis meses después, el 8 de mayo de
1945 (Día de la Victoria en Europa), el mismo día en que Europa celebraba la
victoria sobre el fascismo, las tropas francesas masacraron a miles de
argelinos en Sétif y Guelma por exigir la independencia. Dos años más tarde,
los veteranos de la guerra antifascista y los jóvenes malgaches
politizados se levantaron por
la independencia y corrieron la misma suerte. Para los colonizados, la
«liberación» significó el restablecimiento del látigo, los campos y las armas.
Ochenta años después, el número de muertos y los lugares de enterramiento siguen siendo
objeto de controversia, y la búsqueda de la verdad completa sigue
obstaculizada, lo que demuestra que la guerra por la memoria continúa.
Del servicio
en tiempos de guerra a la lucha de posguerra
Sin embargo, la
guerra cambió África. La experiencia de luchar contra el fascismo y sostener el
esfuerzo bélico aliado transformó a los trabajadores y soldados comunes en
sujetos políticos. Afirmaron que las promesas antifascistas de libertad y
justicia social también debían aplicarse en las colonias, fusionando los
frentes laboral y anticolonial.
En junio de
1945, los trabajadores nigerianos, que habían alimentado y abastecido al frente
aliado, lanzaron una huelga general para reclamar salarios dignos y dignidad.
Al año siguiente, 70.000 mineros sudafricanos que habían impulsado la economía
aliada durante la guerra —oro para las reservas, carbón para la industria— lanzaron una
huelga contra el régimen laboral «fascista» del capitalismo del apartheid:
salarios de miseria y leyes laborales racistas. En 1947-1948, el impulso se
extendió por todo el continente. En toda el África occidental francesa, los
trabajadores ferroviarios se valieron de su disciplina bélica para organizar una
huelga sostenida que vinculaba la lucha por un salario justo
con la demanda más amplia de libertad.
En 1948, en
Accra, unos
exmilitares desarmados que marchaban para exigir sus pensiones
fueron abatidos a tiros por un oficial británico. Los asesinatos desencadenaron
disturbios y radicalizaron a toda una generación. Entre los detenidos tras los
disturbios se encontraba Kwame Nkrumah, que pronto llevaría a Ghana a la
independencia. Tras haber trabajado en un partido nacionalista moderado, se
separó de él para formar su propio movimiento, que exigía el autogobierno
inmediato, reconociendo —como escribió más
tarde su biógrafo— que, tras el fin de la guerra, había comenzado la revolución
africana.
Precisión, no
piedad
Sembène rechaza
el consuelo fácil. Tras la masacre, en su escena final, un nuevo grupo de
jóvenes soldados africanos embarca en un barco rumbo a Europa, tal y como
hicieron en su día los veteranos de Thiaroye. La historia, al parecer, se dispone
a repetirse.
Recordar el
papel de África en la Guerra Mundial Antifascista no es un acto de caridad,
sino de decir la verdad. Los campos de batalla del continente no eran
periféricos, sino fundamentales para la derrota del fascismo y el nacimiento
del mundo de la posguerra. Su lucha contra el fascismo era inseparable de su
lucha contra la arquitectura del imperialismo. Pero también revelaron algo más
profundo: que la lógica central del fascismo —la jerarquía racial, la
expropiación, el castigo colectivo— era propia del imperio.
Ochenta años
después, la lucha continúa bajo nuevas formas: contra los regímenes de deuda,
el saqueo ecológico, las fronteras militarizadas y la instrumentalización de la
memoria. Para conmemorar la gran victoria de la Guerra Mundial Antifascista,
resistir el resurgimiento del neofascismo y abordar las crisis entrelazadas a
las que se enfrenta el Sur Global, el Foro Académico del Sur Global (2025) se
reunirá en Shanghái los días 13 y 14 de noviembre de 2025 bajo el lema «La
victoria de la Guerra Mundial Antifascista y el orden internacional de la
posguerra: pasado y futuro».
Una nueva
generación de pensadores, artistas y organizadores de todo el Sur Global está
recuperando esta historia, no para idealizar el pasado, sino para comprender el
mundo que hemos heredado. Como nos recuerda Sembène, la resistencia comienza
con la precisión: ver claramente lo que se hizo, quién pagó el precio y lo que
aún queda por ganar.
(*) Mika es
investigadora y editora en Tricontinental:
Instituto de Investigación Social y coordina la oficina
panafricana de Tricontinental, donde ha coescrito un reciente dossier
titulado Sahel busca
la soberanía. Actualmente cursa su doctorado en la Escuela de
Relaciones Internacionales y Asuntos Públicos de la Universidad de Fudan. Es
miembro de la Secretaría de Pan Africanism Today, que coordina la articulación
regional de la Asamblea Popular Internacional. También forma parte del comité
de coordinación de No Cold War,
una plataforma por la paz que promueve la multipolaridad y la máxima
cooperación global.
Fuente: Tricontinental
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Partido Comunista del Trabajo y el Frente Amplio de Dominicana califican de derrota política posposición de la Cumbre de las Américas
Partido Comunista del Trabajo y el Frente
Amplio de Dominicana califican de derrota política posposición de la Cumbre de
las Américas
Diario octubre / noviembre 6, 2025
El Partido Comunista del
Trabajo (PCT) y el Frente Amplio (FA) calificaron como una derrota política
tanto del Gobierno de Luis Abinader como de Estados Unidos, la reciente
posposición de la Décima Cumbre de las Américas
Foto:
Panorama
El Partido Comunista del
Trabajo (PCT) y el Frente Amplio (FA) calificaron como una derrota política
tanto del Gobierno de Luis Abinader como de Estados Unidos, la reciente
posposición de la Décima Cumbre de las Américas, que debía celebrarse en el
país, pero que ha sido pospuesta debido a contradicciones, presiones
diplomáticas y el rechazo generalizado de la región ante la exclusión de Cuba,
Nicaragua y Venezuela.
Ambas organizaciones
consideraron que la decisión del Gobierno dominicano de seguir las líneas
excluyentes dictadas por los Estados Unidos se convirtió en un boomerang
diplomático, que terminó aislando al propio país y evidenciando el fracaso de
una política exterior subordinada y carente de dignidad nacional.
«La exclusión de tres
naciones hermanas como Cuba, Venezuela y Nicaragua fue un acto abiertamente
antipolar y reaccionario, que solo podía conducir al desprestigio del evento y
al aislamiento político de quienes lo promovieron. La posposición de la Cumbre
es, en los hechos, una derrota moral y política de Abinader y del imperialismo
norteamericano en la región», expresó Manuel Salazar, Secretario General del
PCT.
Recordaron que, tras el
anuncio de la exclusión, varios gobiernos progresistas de América Latina, entre
ellos México y Colombia, habían manifestado su desacuerdo y decidido no
participar, lo que terminó debilitando la convocatoria y dejando en evidencia
la falta de legitimidad de un espacio que pretendía hablar de democracia y
cooperación mientras excluía a países soberanos por razones ideológicas.
«El fracaso de esta
Cumbre confirma que los pueblos de América Latina y el Caribe no están
dispuestos a aceptar tutelajes imperiales ni exclusiones impuestas desde
Washington. La República Dominicana, en lugar de ser un instrumento de esa
política anacrónica, debió ser un ejemplo de soberanía y solidaridad regional»
apuntó María Teresa Cabrera, Presidenta del FA.
El PCT y el FA
reiteraron su solidaridad inquebrantable con los pueblos y gobiernos de Cuba,
Nicaragua y Venezuela, y reafirmaron su compromiso con la unidad
latinoamericana, la autodeterminación y el respeto mutuo entre las naciones,
principios que según expresaron, fueron traicionados por el Gobierno dominicano
al alinearse con los dictados de la política exterior estadounidense.
«Esta Cumbre no fue
pospuesta por causas naturales ni técnicas, sino por el fracaso político de un
modelo de relaciones hemisféricas basado en la exclusión y la obediencia. Los
pueblos de América Latina han hablado: la dignidad y la integración valen más
que cualquier cumbre vacía de contenido.»
Finalmente, llamaron a
todas las fuerzas populares, democráticas, progresistas y patrióticas del país
a mantener una posición activa y crítica frente a las políticas de
subordinación y servilismo, y a fortalecer una alternativa verdaderamente
soberana, digna e integradora para la República Dominicana en el concierto de
las naciones.
Vía:granma.cu
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Sanidad pública en Andalucía: política, ideología y economía [España]
Sanidad
pública en Andalucía: política, ideología y economía
Por P. A. González
Ruiz*
kaosenlared
7 de noviembre
de 2025
El reciente escándalo de
los cribados del cáncer de mama ha reactivado la movilización andaluza por la
sanidad. Más allá de ser una reacción en defensa propia, la manifestación es
una oportunidad para que el pueblo andaluz, con el protagonismo de la clase
obrera, avance en la constitución de un sujeto de su propio desarrollo.
Para ello, considero
necesario apropiarse idealmente de las propias determinaciones, en relación a
las determinaciones de la sociedad capitalista andaluza. Esta modesta
intervención apunta a ello, inscribiéndose en la elaboración del conocimiento
que contribuye a la revolución social.
Nuestro planteamiento
Desde la Crítica de la
Economía Política señalamos, en relación a la sanidad pública andaluza, dos
aspectos: materialidad del debate y su vínculo con la superación del
capitalismo como garantía de una sanidad al servicio de la población.
Para los escépticos: la
sanidad pública andaluza es lo más parecido al socialismo que podemos ver por
estos lares. Un servicio al que se accede cuando se necesita y sin mediar
dinero.
Historia y hecho sanitario
La sanidad pública andaluza
es un producto social e histórico. Surge a mediados de los ochenta con las
transferencias y el SAS (Ley 8/1986, autonómica) como ariete del estado social
autonómico, y empujada por la ideología social-capitalista. Luego, tras la
crisis internacional de los setenta, ya con el giro hacia el
liberal-capitalismo (privatización, externalización, liberalización y
conciertos), se crean los instrumentos legales que habilitan el actual sistema
sanitario: Ley General de Sanidad de 1986 (ordenación y conciertos), Ley
15/1997 (nuevas formas de gestión) y Ley 16/2003 (cohesión y cartera común).
Además en nuestra comunidad: Ley 2/1998 de Salud de Andalucía (derechos,
organización y conciertos), y Ley 16/2011, de Salud Pública de Andalucía
(promoción, prevención, vigilancia y evaluación). Ahí están las palancas
legales de lo que constituirá la evolución de la sanidad pública andaluza y el
traspaso de fondos públicos hacia la actividad sanitaria privada.
Hecho sanitario y
presupuesto
Luego, tras un proceso en
el que la sanidad pública deja de ser prioritaria, como revela la reducción de
su peso en el presupuesto público (ver curva en U abierta), ya en plena Gran
Recesión (2008-2014), las élites capitalistas europeas, acompañadas de todas
las demás (nacionales, autonómicas, locales) deciden que la salida de la crisis
pasa por el recorte presupuestario. La sanidad pública andaluza conocerá
mínimos en el esfuerzo presupuestario, iniciándose el deterioro progresivo de
la actividad sanitaria pública en Andalucía: cierre de centros, citas en
atención primaria, listas de espera para especialistas e intervenciones,
vacantes que no se reponen, etc. A partir de 2012 la satisfacción ciudadana con
la sanidad pública (barómetro) se quebranta comenzando su descenso. Cada hecho
concreto en la sanidad pública tiene un respaldo presupuestario.
Presupuesto y política
El presupuesto es la ley más importante de la sanidad andaluza: se aprueba (y discute) todos los años en el parlamento y la ejecuta el gobierno. Si miramos la evolución nominal de la partida presupuestaria destinada a la sanidad observamos que ésta durante el período 2002-2025, salvo los años de los recortes (2010-2014), es ascendente. Esto también ocurrió con el presupuesto total. Para ver el grado de compromiso de un gobierno con la sanidad pública hay que fijarse en el porcentaje de gasto sanitario en relación al total del presupuesto.
El gráfico dibuja una U
abierta, con mínimo en los años de recortes bajo gobiernos del PSOE, el mismo
partido que impulsó el despliegue del sistema. Tras la COVID, el PP elevó el
esfuerzo y presume del mayor gasto sanitario, pero una parte relevante se
deriva a la provisión privada.
Política e ideología
Las medidas políticas
(aumentar o reducir el gasto sanitario, transferir a la sanidad privada o impulsar
la pública) suelen estar argumentadas y fundamentadas (eficiencia, equidad,
sostenibilidad, entre otras). Este discurso forma parte de la ideología
(conjunto de ideas) que incluye a las diversas teorías “científicas”
(económicas, sociológicas, políticas, psicológicas, etc). El debate de ideas,
que precede la toma de decisiones políticas, se lleva a cabo en el Consejo de
Gobierno, en el Parlamento o en la sociedad (medios de comunicación), entre
otros.
La ideología capitalista, sea en su versión social sea en su versión liberal, está detrás de las decisiones políticas que han llevado el sistema público de salud andaluz hasta la situación actual. Cuando hay que recortar lo público e impulsar lo privado se echa mano de la Teoría Económica Neoclásica pura, que presenta al mercado y la empresa privada como los mecanismos más eficientes y equitativos; cuando hay que impulsar la sanidad pública se recurre a la Teoría de los Fallos del Mercado, también neoclásica, que plantea que hay excepciones (la sanidad como bien público) a la primera.
Ideología y economía
Aunque cada ideología tiene
una política “natural”; ambas están preparadas para habilitar la política
contraria. Así un defensor de la sanidad pública puede argumentar la necesidad
de sanearla, recortándola, como ocurrió en el período 2010-2014; como un
liberal puede impulsarla para favorecer la demanda agregada o apelar a la
equidad.
Esta elasticidad de la
ideología, que habilita la teoría académica, reclama un anclaje común. Lo que
no cambia es lo que la ideología esconde, el interés económico.
Así, tras la ideología
liberal-capitalista se defiende el capitalismo más competitivo (sanidad
privada, mercancía, beneficio), mientras en la social-capitalista se defiende
el capitalismo más intervenido (sanidad pública, derecho, igualdad). En ambos
caso se naturaliza el capitalismo y se sirve a la acumulación de capital
(empleo).
Economía y sanidad
La sanidad pública
andaluza, como actividad a cargo del presupuesto público está sujeta a sus
determinaciones: así cuando toca recortes públicos, la sanidad es una
candidata, y cuando toca impulsar la actividad económica, también.
Pero, además, la sanidad está
inserta en la circulación general de las mercancías, que es la forma en que
circula la producción capitalista. Por un lado, demanda productos y fuerza de
trabajo (empleo), favoreciendo a la economía. Por otro, es un servicio; que en
el caso privado, está a la venta, por tanto un negocio en sí. Asi, en cuanto
actividad económica está inmersa en el ciclo económico que caracteriza la
reproducción ampliada capitalista.
El esfuerzo económico que la sociedad andaluza está dispuesta a realizar nos lo muestra el porcentaje del gasto sanitario (público y de los hogares) como porcentaje del total de la producción regional (valor añadido bruto). Vemos, además de la estabilidad, como este esfuerzo aumenta en las crisis (Gran Recesión, COVID) y se reduce en las expansiones.
Sanidad y acumulación de
capital
Preservar la vida de
trabajadores y consumidores es el encargo social que tiene la actividad
sanitaria. Específicamente, garantizar la reproducción adecuada de la fuerza de
trabajo (pasada, presente y futura, actual y potencial) de modo que esté en
condiciones de ser explotada generando plusvalor, por un lado, a la vez que
sigue confiando en las instituciones y el sistema, por el otro.
No nos detendremos en las
especificidades del capitalismo andaluz y su papel en la división nacional,
europea e internacional del trabajo, cuestiones necesarias para avanzar en el
conocimiento del desarrollo de nuestra comunidad. De igual manera que los
cambios en la materialidad de la acumulación de capital, las técnicas
(automatización, digitalización, computerización o inteligencia artificial) y
la organización del trabajo que las acompañan, imponen un tipo de fuerza de
trabajo (física, emocional, mental) que ha de ser reproducida, también en
términos de salud y de servicios sanitarios. Todo ello, junto a las condiciones
de legitimación, pueden apuntar a un nuevo modelo sanitario.
Conclusión
Sea como sea, este 9 de
noviembre, el pueblo andaluz está llamado a la acción. No hay nada fuera de la
política: ir a la manifestación, al cine o quedarse en casa, son todas
actuaciones políticas.
Las situaciones concretas de la sanidad están ligadas a las medidas presupuestarias, los debates parlamentarios, las disputas ideológicas o los intereses económicos, ni si quiera son ajenas a la necesidad de acumulación del capital (andaluz, español, europeo y mundial). Mientras las condiciones sociales no permitan dar el salto definitivo de la mercancía al derecho, tocará defender la sanidad pública frente a la relación de capital y sus gestores políticos, el gobierno andaluz.
*Autor del blog
Criticonomia
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