jueves, 30 de octubre de 2025

COMPLETAMENTE RODEADOS! NO HAY COMO ESCAPAR EN POKROVSK Y MIRNOGRAD.MASI...

Para entender la destrucción del sistema sanitario público

 

Para entender la destrucción del sistema sanitario público

 

DIARIO OCTUBRE / octubre 29, 2025


Al hilo de las noticias que se vienen sucediendo en los últimos años, en diferentes puntos del Estado, relacionadas con el deterioro del sistema sanitario, es necesario recordar algunas premisas para entender la situación en la que nos encontramos.

Los sistemas nacionales de salud (SNS) solo existen, desde hace unas pocas décadas, en un puñado de países del Norte, la inmensa mayoría de países nunca han dispuesto de ello. En lo que respecta a Europa occidental el primero fue el NHS, creado en Gran Bretaña a la salida de la Segunda Guerra Mundial. En el caso del Estado español, hasta 1986 con la Ley General de Sanidad, no se conformó un sistema de atención universal, lo que explica su escaso desarrollo respecto al resto de países de nuestro entorno. Los SNS fueron creados por los estados, en un momento histórico caracterizado por un gran crecimiento económico, necesidad de mano de obra sana, disponibilidad de combustibles fósiles baratos, y no lo olvidemos, altas cotas de apropiación de las riquezas del Sur Global. Por tanto, respondían a unas necesidades determinadas que no se producen en estos momentos.

En la actualidad, en un contexto de desindustrialización, con un ejército creciente de parados, precariados y excluidos, los países del Norte no precisan mantener estos “costosos” sistemas, y menos atender adecuadamente a estos sectores de población  «excedentes», por lo que desde hace años está en marcha, en todos ellos, un proceso perfectamente planificado de deterioro y privatizaciones, que tiene como objetivo traspasar al sector privado las partes rentables de la asistencia sanitaria, empujar a las cada vez más menguantes “clases medias” hacia los seguros privados, y allanar el camino para convertirlos en una suerte de sistemas de beneficencia. El proceso se extiende desde Suecia a Portugal pasando por Italia, Francia o Alemania. Tras más de dos décadas de movilizaciones y gobiernos de todos los colores políticos en todos estos países, la situación es la misma: desmantelamiento progresivo de los sistemas sanitarios y avance de los seguros privados. No hay un solo caso en el que se haya producido una marcha atrás en dicho proceso.

En nuestro caso, la propia Ley General de Sanidad de 1986 ya incluía el veneno de la destrucción del SNS, al permitir, sin ningún tipo de control, el traspaso de actividad, vía conciertos, a los centros privados (artículos 67 y 90). La aprobación posterior de la Ley 15/97 para poder transferir la totalidad de la atención de centenares de miles de personas (áreas sanitarias enteras) a empresas con ánimo de lucro completó la jugada.

En cierto sentido, hemos dispuesto de un sistema que no tuvo tiempo de desarrollarse ya que las olas privatizadoras comenzaron a llegar a pocos años de su creación. Lo cierto es que el proceso de destrucción del sistema sanitario es un asunto de estado en el que están de acuerdo todos los partidos políticos. Simplemente se reparten los papeles. Los gobiernos “progresistas” (llevamos tres legislaturas de “izquierdas”, no lo olvidemos) prometían con la boca pequeña acabar con la privatización sanitaria cuando estaban en la oposición, pero cuando llegan al poder mantienen vigentes las leyes que permiten su destrucción (y la Ley Mordaza, por cierto), y los gobiernos de derechas simplemente hacen lo que la legislación les permite. Nada ilegal desde el punto de vista jurídico, como ha determinado hasta el propio Tribunal Constitucional, simplemente distribución de tareas. Prueba de ello fue la ILP para rescatar al sistema sanitario, que la Coordinadora Antiprivatización de la Sanidad lanzó en 2021 y que fue boicoteada por todos los partidos de la «izquierda del capital», una auténtica prueba del algodón.

La situación, por tanto, es grave, pero no parece que por la vía de movilizar a la población con eslóganes vacíos del tipo « la sanidad no se vende, se defiende » , que sustituyeron a los más radicales « PSOE, PP la misma mierda es »; « Derogación 15/97 y rescate de lo privatizado » o « El PP privatiza, el PSOE autoriza »; que guiaban las movilizaciones previas al nacimiento de la primera marea blanca en 2012 (nacimiento tardío, cuando ya estaba privatizada gran parte de la red en varias CCAA), se vayan a conseguir avances reales.

Sin embargo, aunque es menos conocido, históricamente han existido otros modelos de atención en los que las posibilidades de participación en la gestión por parte de los usuarios eran reales. A finales del siglo XIX y principios del XX, en un contexto de falta de cobertura de necesidades sanitarias mucho peor que el actual, los trabajadores fueron capaces de crear «sociedades de socorros mutuos» o «friendly societies», sobre todo en las zonas más industrializadas de Europa (incluida España) y América del Norte. Por poner un ejemplo, hacia 1920 más de una cuarta parte de los adultos estadounidenses eran miembros de una de estas sociedades fraternales, siendo las cifras aún mayores en Gran Bretaña y Australia. Estas sociedades funcionaban como una especie de compañía de seguros de autoayuda, cubriendo por lo general desde el fallecimiento, hasta el accidente laboral y la asistencia sanitaria del trabajador y sus allegados. Algunas de ellas eran gestionadas íntegramente por y para mujeres, otras por organizaciones obreras, contando con sistemas de gestión democráticos, nada que ver con lo que nos iban a deparar los futuros sistemas estatales de salud. Tanto el establishment médico, como el Estado nunca vieron con buenos ojos estos sistemas, ya que promovían la autonomía obrera, y realizaban un control de los costes, por lo que se centraron en destruirlos o absorberlos y vaciarlos de cualquier mecanismo de gestión democrática.

Es por ello por lo que, entendiendo el sufrimiento de miles de personas en este momento, debido a la falta de atención sanitaria en tiempos aceptables, que en muchas ocasiones está provocando hasta muertes prevenibles, defendemos que la solución no es mayor inversión, ya que acabará en los bolsillos del sector privado. Tampoco «más   Estado» como defienden los sectores de la izquierda del capital, que ahora mismo nos gobiernan a nivel central, ya que ello se concreta en más gasto militar, más beneficios para la banca y las eléctricas, más incremento de la desigualdad social, más reforzamiento de sectores innecesarios, más nocividades, en definitiva, más crecimiento y huida hacia delante en un planeta con límites biofísicos perfectamente conocidos.

Ante esta situación, no debemos renunciar y es vital seguir luchando para que no acaben de desmantelar el sistema sanitario, pero sabiendo que los responsables de su destrucción son todos ellos, por acción o por omisión. Aceptando también que el sistema actual responde en parte a intereses del complejo medico industrial (incluido el farmacológico) y no a las necesidades de la población.  Pero es ese sistema, o sus restos, el que tendremos que gestionar en contextos futuros de crisis, cuando la solidaridad desde abajo hace acto de presencia. Debemos de recuperar la historia de los explotados y los excluidos, y reivindicar que, si ellos fueron capaces de articular experiencias de atención sanitaria al margen del Estado, gestionadas democráticamente, como no hace mucho, en plena crisis de 2012 nos demostraron los compañeros griegos, también podremos hacerlo nosotros. Lo que es indiscutible, a la luz de la historia, es que la única posibilidad de lograr un sistema sanitario que atienda a todas las personas adecuadamente y actúe contra los determinantes sociales, económicos y medioambientales del proceso salud enfermedad, en lugar de servir a los intereses del mercado, pasa por su democratización real y la mayor descentralización posible para que la población se implique en la actuación contra dichos determinantes.

Juan Antonio Gómez Liébana

27/10/2025

Vía:insurgente.org

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La revolución de Ibrahim Traoré en Burkina Faso

 

La revolución de Ibrahim Traoré en Burkina Faso

 

DIARIO OCTUBRE / octubre 29, 2025

 


En los últimos años, los levantamientos militares con apoyo popular en tres países de la región africana del Sahel —Burkina Faso, Níger y Mali— han iniciado un proceso de ruptura con Occidente, y principalmente con Francia, la antigua potencia colonial de la región.

 

La transformación radical en esta región tiene al presidente de Burkina Faso, Ibrahim Traoré, un joven capitán de tan solo 37 años, como su principal símbolo. Al reavivar la confianza en el panafricanismo, el dirigente militar inspira a los jóvenes de toda África a luchar contra el neocolonialismo occidental.

Ibrahim Traoré, presidente de Burkina Faso, es sin duda uno de los rostros más populares del continente africano en la actualidad. El militar estudió geología en la Universidad de Uagadugú y se unió al ejército para combatir a los grupos yihadistas en el norte del país.

Sawadogo Pasmamde, alias Oceán, artista multidisciplinario y miembro del Centro Thomas Sankara para la Libertad y de la Unión Africana, relata que, al vivir el conflicto sobre el terreno, el joven capitán fue una de las primeras voces en cuestionar la intervención militar francesa en África Occidental y en presentar el terrorismo en el Sahel como una creación del imperialismo occidental.

Siempre quiso ser militar, pero sus padres se opusieron, y estudió geología hasta obtener una maestría. Sin embargo, estos estudios geológicos lo llevaron regularmente al interior del país. Esto lo introdujo por cada rincón, a sus realidades sociales, y reforzó su convicción de que el cambio era necesario. Y para cambiar las cosas, para contrarrestar el equilibrio de poder con los terroristas, era necesario transformar el país políticamente.

Traoré se inspira en el histórico dirigente revolucionario Thomas Sankara, expresidente de Burkina Faso (1983-1987), quien implementó una serie de reformas para erradicar los males del colonialismo francés. Él mismo admite que la Revolución Popular Progresista (RPP), inaugurada en abril de este año, se inspiró en los cambios radicales promovidos por el “Che Guevara africano”. En tan solo cuatro años, Sankara distribuyó tierras a los agricultores y aumentó la tasa de alfabetización del 13 por cien en 1983 al 73 por cien en 1987.

Quizás por no ser geólogo, Sankara no contaba con el mapa geológico que permitía a Ibrahim Traoré hablar con convicción. Pero Sankara sabía que la mayor riqueza de Burkina Faso residía en el propio pueblo burkinés. Convenció a la gente de trabajar e incluso de defender su país. “Fue él quien proporcionó entrenamiento militar a todos, incluso a los agricultores”, enfatiza Oceán, una de las figuras más destacadas del reggae anticolonial en Burkina Faso.

“Sankara apostó por el valor humano. Ibrahim Traoré apuesta por el valor humano, pero también nos demuestra que podemos estar tranquilos, podemos estar seguros de que estamos en un país rico y de que esta riqueza se encuentra en todo el Sahel”, añade.

700.000 burkineses han salido de la pobreza extrema en un año

Consciente de la riqueza del país, la junta militar encabezada por Traoré nacionalizó dos minas de oro que anteriormente pertenecían a una empresa que cotizaba en la bolsa de Londres y construyó su propia refinería.

Con el oro nacionalizado, el gobierno de Burkina Faso ya ha distribuido 179 millones de dólares en maquinaria para apoyar la revolución agraria en el país, donde el 80 por cien de la población vive en zonas rurales. “Por primera vez, estamos distribuyendo tractores por todo el país”, subraya Oceán.

Otra de las medidas de Traoré fue la creación de una empresa minera pública, que comenzó a exigir a las empresas extranjeras una participación del 15 por cien en sus operaciones. Incluso las empresas mineras rusas, como Nordgold, deben cumplir esas normas.

Para el artista burkinés, las medidas demuestran que la alianza estratégica con Rusia y otros países del Sur Global, como China y Turquía, no implica sumisión a un nuevo tipo de dominación: “Es una relación en la que ambas partes ganan”, resume.

“Estamos en un mundo multipolar, y el Occidente imperialista está en decadencia. Nadie puede detenerlo. Muchos países nos apoyan, con los que colaboramos, y nos venden armas, maquinaria agrícola y equipos para desarrollar nuestra infraestructura. Se trata de los países Brics, Rusia y China. Recibimos nuestros primeros drones de Turquía. Pero con Francia, no pudimos conseguir nada”, añade.

Datos del Banco Mundial publicados a mediados de julio revelan que el año pasado el crecimiento económico en Burkina Faso aumentó del 3 por cien en 2023 al 4,9 por cien. Según el anuncio, más de 700.000 personas en todo el país han salido de la pobreza extrema tan solo en los últimos 12 meses.

El apoyo popular a la revolución

Al igual que en la década de los ochenta, el nuevo dirigente burkinés está implementando un ambicioso plan de industrialización y autosuficiencia alimentaria. Para ello, cuenta con un amplio apoyo popular, principalmente entre los jóvenes menores de 30 años, que representan casi el 70 por cien de la población burkinesa.

Hoy en día, al recorrer el país, es habitual ver movilizaciones populares para la pavimentación de calles y carreteras. También se realizan vigilias ciudadanas nocturnas en más de 20 puntos de la capital, Uagadugú, con el objetivo de proteger a Traoré y al país de posibles atentados.

“Los diversos programas revolucionarios, la ofensiva agrícola, consisten en trabajar la tierra, organizar y mecanizar la agricultura, y producir para que la gente tenga alimentos suficientes y de calidad. Somos nosotros quienes construimos nuestras carreteras. Pavimentamos, reparamos nuestras carreteras, lo hacemos todo”, enfatiza Bayala Lianhoué Imhotep.

La población del país también contribuye a un fondo colectivo para apoyar el proceso revolucionario. De enero a julio, se recaudaron 106.000 millones de francos CFA.

“Ibrahim Traoré es una oportunidad para poner en práctica el sankarismo. Y hoy, el pueblo está dispuesto a apoyarlo. Estamos orgullosos, contribuimos con nuestro propio dinero. El pueblo ha comprendido que ya no necesitamos al Banco Mundial ni al FMI; financiaremos nuestra guerra y desarrollaremos nuestro país. Nosotros mismos, y eso es sankarismo puro y práctico”, añade Oceán.

Levantamientos progresistas

El creciente sentimiento antifrancés que se observa hoy en día en los países del Sahel se acentuó tras la invasión de Libia por parte de la OTAN en 2011 y el derrocamiento del dirigente libio Muamar el Gadafi.

Tras el fin de Gadafi los contrabandistas y las escisiones de Al Qaeda avanzaron al sur del Sáhara y comenzaron a ocupar amplias zonas del Sahel. Tan solo un año después del derrocamiento de Gadafi en 2012, comenzó la insurgencia yihadista en el norte de Mali.

“Todos los dirigentees que se oponen al orden neoliberal son asesinados por estos instrumentos. Y Gadafi perturbó la geopolítica occidental, que controlaba los países africanos”, asegura Imhotep.

“Lo hicieron por la democracia, por el buen gobierno, por los derechos humanos. Siempre presentan esa retórica. Pero esa no es la verdadera intención. La verdadera intención era saquear el petróleo libio”. Se trataba de “exportar el terrorismo a los países del Sahel. Cuando atacaron Libia, se llevaron a Mali todas las armas que tenía el ejército de Gadafi. Así que el terrorismo aquí es una estrategia para la recolonización militar de los países del Sahel”, añade.

A medida que la violencia se extendía a países vecinos como Burkina Faso y Níger, Francia amplió su presencia militar en la región, enviando miles de tropas en 2014 a las Operaciones Barjan y Serval, con el pretexto de combatir el terrorismo. Sin embargo, los ataques no disminuyeron.

En aquel momento, la población del Sahel tenía claro que la presencia militar francesa no contendría la violencia, como lo expresa Bayala Lianhoué Imhotep. “El ejército francés no es un ejército de cooperación nacional interna; es un ejército mercenario que atenta contra nuestra seguridad y dignidad. Por eso el 70 por cien de nuestra población, compuesta por jóvenes, cree que si no tomamos el control de nuestros países, este 70 por cien corre el riesgo de morir en la pobreza, en la indigencia, y de intentar cruzar el Mediterráneo para llegar a Europa, para llegar a Estados Unidos”, enfatiza Imhotep.

‘¿Por qué no hay terroristas donde no hay petróleo?’

Otro factor importante que allanó el camino para los levantamientos revolucionarios fue la presencia terrorista en zonas del Sahel con riquezas del subsuelo. “¿Cómo es posible que no haya terroristas donde no hay petróleo? ¿Por qué se concentra la violencia terrorista donde sí hay petróleo, donde hay diamantes, donde hay uranio? Pensamos que algo andaba mal y decidimos expulsar al ejército francés y sumarnos a las revoluciones dirigidas por Ibrahim Traoré, Abdourahamane Tchiani de Níger y Assimi Goita”, añade.

La ola de levantamientos militares progresistas comenzó en Mali en agosto de 2020, cuando Goita derrocó al presidente Ibrahim Boubacar Keita en medio de protestas masivas contra la presencia francesa en el país. En 2022, en Burkina Faso, el capitán Ibrahim Traoré encabezó un levantamiento que depuso al dirigente militar Paul Henri Damiba. Cierra la lista Níger, en 2023, con la llegada al poder del general Abdourahamane “Omar” Tchiani. Los tres dirigentees representan una nueva generación de militares progresistas que canalizan la frustración generalizada de la opinión pública con el neocolonialismo francés. Además de la lucha militar conjunta, gracias a la creación de la Alianza de Estados del Sahel (AES) en septiembre de 2023, Mali, Burkina Faso y Níger comparten medidas soberanistas similares.

Estas medidas incluyen la nacionalización de las minas, la creación de bancos públicos y estrategias conjuntas para abandonar la moneda francesa, uno de los legados preservados del período colonial.

La colonización del Sahel africano

El Sahel es una región semiárida que marca la transición del desierto del Sahara a las sabanas más húmedas del sur de África. La tierra es rica en recursos naturales, como uranio, oro, gas y diamantes, cuyas reservas se encuentran entre las mayores del mundo.

A pesar de su riqueza mineral, los países de la región se encuentran entre los más pobres del planeta, resultado de décadas de dominio colonial, con la explotación francesa continuando incluso después de la “independencia”.

Tras la Conferencia de Berlín (1884-85), África Occidental experimentó dominaciones imperialistas separadas. Sin embargo, Francia y Reino Unido ejercieron la mayor influencia en la región. Para 1960 Francia controlaba ocho colonias en África Occidental, una superficie ocho veces mayor que la de Francia.

Aunque los movimientos de liberación nacional, desde Senegal hasta Chad, concibieron la independencia ese año, Francia mantuvo su influencia mediante lo que se conocería como el “pacto colonial”, en el que la metrópoli aparería como “socia y amiga” de sus antiguas colonias.

La imposición del “pacto” ocultó una serie de acuerdos militares y económicos que otorgaron a Francia acceso a diversos aspectos de los gobiernos africanos, incluyendo minerales estratégicos.

Uno de los efectos prácticos fue la restricción casi total de la capacidad de las antiguas colonias para producir y procesar bienes en sus propias tierras. Así, los países africanos quedaron relegados al papel de meros proveedores de materias primas.

Antes de conceder la independencia, Francia impuso una condición. Se acepta, pero se firman acuerdos de cooperación. ¿Qué estipulaban esos acuerdos? Primero, se reconocen los beneficios de la colonización y se está obligado a reembolsar todo lo invertido por Francia, incluso mediante trabajo forzoso. Segundo, se compromete a favorecer a las empresas francesas. Tercero, están obligados a utilizar el francés como idioma oficial. Cuarto, están obligados a depositar todos los activos, todas las divisas en una cuenta del tesoro francés, resume Mamane Sani Adamou, quien ayudó a fundar la Organización Revolucionaria para la Nueva Democracia (ORDN) tras la apertura del multipartidismo en Níger en 1992, en una entrevista reciente.

La moneda colonial

La creación del franco CFA fue otra medida impuesta por el “pacto colonial”. Esta moneda, vinculada al Tesoro francés y dependiente del Banco de Francia, sigue utilizándose hoy en día en África Occidental.

“Francia nos impuso una moneda para comprar nuestros productos a bajo precio. Nuestros países poseen reservas de materias primas minerales, como uranio y otras, oro y petróleo. Francia utilizó esta moneda, que no tiene valor en Francia, para impedir nuestro desarrollo”, enfatiza Philippe Toyo Noudjenoumè, Secretario General del Partido Comunista de Benín y dirigente de la Organización Popular de África Occidental (OPAO).

“No tenemos libertad para producir en nuestro país. No tenemos libertad para fabricar cosas en nuestro país. No tenemos libertad para procesar nuestras materias primas en nuestro país para alimentar a nuestra gente. No podemos industrializarnos con esta moneda colonial”, añade.

Para mantener el sistema, Francia ha apoyado golpes de estado y ha ubicado estratégicamente bases militares permanentes en países como Cabo Verde, Senegal y Costa de Marfil. Desde 1960 se han producido más de veinte intervenciones militares francesas en toda África. Estas acciones han abarcado desde intervenciones militares directas hasta asesinatos políticos, como el del dirigente panafricanista Thomas Sankara en Burkina Faso el 15 de octubre de 1987.

Durante su ascenso político, Macron buscó diferenciarse de los gobiernos y políticas anteriores hacia África. Sin embargo, en la práctica, la expansión de la presencia militar francesa en sus antiguas colonias, sumada a las políticas neoliberales, solo ha alimentado el deseo de soberanía y una ruptura total con el dominio francés.

“Por lo tanto, consideramos a Estados Unidos, la OTAN y Francia enemigos de la paz internacional, de la paz entre los pueblos y del derecho de los pueblos a la diversidad y la diferencia”, resume Imhotep. “Nos alzamos al unísono para decir basta a la muerte de nuestros héroes. ¡Viva la revolución en curso, porque para nosotros, nadie nos desarrolla; nos desarrollamos nosotros mismos!”, concluye.

Pedro Stropasolas https://www.brasildefato.com.br/2025/08/17/a-revolucao-de-ibrahim-traore-o-que-esta-acontecendo-em-burkina-faso/

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¿Entiendes a dónde nos llevan?

 

Nos damos cuenta de a dónde nos llevan? ¿Qué esperan los sindicatos para dar la voz de alarma? ¿Y los partidos que presumen de “ser de izquierda”? ¿A qué esperamos todos? ¿Vamos a entrar en el matadero sin alzar la voz?

TOPOEXPRESS

¿Entiendes a dónde nos llevan?

 

Carlo Lucchegusi

El Viejo Topo

29 octubre, 2025



¿ENTIENDES A DÓNDE NOS LLEVAN?

He leído y escuchado a expertos de renombre que están cada vez más convencidos de que nos encaminamos hacia una guerra entre Europa, con o sin la OTAN, y Rusia. Es cierto que una guerra entre Estados Unidos, la OTAN y Europa contra Rusia lleva tres años en marcha en Ucrania, pero ahora hablamos de una guerra directa, con todos los ejércitos desplegados para combatirla. Esta predicción no me convence y, en mi opinión, corre el riesgo de hacernos perder de vista los verdaderos peligros: uno que se vislumbra cada vez más amenazante, el otro que ya se ha perfilado.

Ese tipo de guerra entre Rusia y Europa no puede existir. Nadie puede creer que Rusia la esté promoviendo. Hay mil buenas razones que descartan esta posibilidad, la primera de las cuales es que Rusia no tiene ningún interés en hacerlo; al contrario, tiene el interés opuesto: mantener buenas relaciones y un comercio mutuamente beneficioso con Europa. Solo políticos y periodistas pagados o simplemente sumisos a la voluntad e intereses que han elegido servir pueden decir esto, fingiendo creerlo e intentando convencer a sus respectivas poblaciones; una profesión que no requiere inteligencia ni siquiera el uso de la razón.

Pero también es imposible imaginar que Europa inicie la guerra contra Rusia. No porque no haya motivación alguna. Occidente ha librado guerras, masacres y genocidios durante siglos sin justificación alguna.

Cuando, más recientemente, los nuevos amos de Occidente, Estados Unidos, percibieron la necesidad de alguna, literalmente la inventaron con la complicidad de todos sus cortesanos. Europa no irá a la guerra contra Rusia solo porque es perfectamente evidente que, en ese caso, Rusia sería incapaz de librar una guerra con armas convencionales, en la que tendría todas las de perder, y por lo tanto recurriría a las armas nucleares. En este sentido, dejando de lado cualquier consideración sobre lo que quedaría en esta parte del mundo, Europa sabe que tiene una desventaja colosal no solo por la cantidad de armas disponibles, sino sobre todo porque Rusia cuenta con sistemas de lanzamiento indetectables, mientras que Europa no. Y esto marca la diferencia. Y también es probable que en pocos años esta brecha haya aumentado, en lugar de reducirse. La única oportunidad de Europa podría ser lanzar un primer ataque nuclear tan repentino que destruya de inmediato cualquier posibilidad de respuesta. Pero esta hazaña se ve anulada por el hecho de que las reiteradas amenazas de estos gobernantes idiotas ciertamente han inducido a Rusia a tomar las contramedidas necesarias, contramedidas que, a medida que pase el tiempo, serán cada vez más mortíferas.

Cabe preguntarse, entonces, hacia dónde pretende llegar Europa con su aterrador rearme y al seguir alimentando un odio frenético contra Rusia. La respuesta, en mi opinión, reside en la relación de Europa con Estados Unidos. En 2022, Europa primero soportó y luego abrazó el plan estratégico de los neoconservadores, cuyo objetivo principal es la disolución de Rusia. La UE hoy recibe órdenes de Trump, pero cree que Trump discrepa de la línea de los neoconservadores, como demuestran los conflictos cada vez más evidentes entre los centros de poder estadounidenses. Sin embargo, hasta que no se aclare definitivamente la postura de Trump en su relación con Rusia, la UE ha decidido obedecer sus exigencias, manteniendo al mismo tiempo su verdadera conexión con los neoconservadores. Así, se rearma pagando a las industrias estadounidenses, contentando así a Trump, y al mismo tiempo aumenta la tensión con Rusia, dejando claro que tendrá que llegar a una confrontación final. Sin embargo, el camino que pretenden para llevar a Rusia a la desintegración no es la guerra total. A pesar de la propaganda actual y futura, incluso antes de que comience y conduzca a una guerra nuclear, probablemente causaría trastornos incontrolables para las fuerzas dominantes en muchos países del continente. El objetivo probablemente será abrir otro frente con algún pretexto, una Ucrania Dos o Tres, bajo otro nombre, dado que no faltan naciones dispuestas a hacer el sacrificio. Las armas para suministrar al nuevo aliado estarán entonces disponibles. Enfrentar a Rusia en múltiples frentes de guerra debilitará su capacidad de resistencia. Al mismo tiempo, se desencadenarán provocaciones dentro de Rusia para desestabilizarla. Esta es la opinión de la mayoría de los líderes europeos, convencidos de que, si no se la ataca frontalmente, Rusia olvidará que es la mayor potencia nuclear del mundo, aceptando jugar con las armas elegidas por su adversario, como si se tratara de un duelo de otra época, y así terminará desgastándose e implosionando. Este es el verdadero peligro que se avecina y debemos defendernos de él porque, contrariamente a lo que piensan los títeres europeos, Rusia no seguirá el juego.

Entonces tenemos que lidiar con lo que ya no es un peligro, sino una terrible realidad. Lo que Andrea Zhok describió hace unos días como «el imperio de la violencia y la mentira», enmascarado por la manipulación sistemática, casi científica, de los medios de comunicación. Una cultura de poder que genera decretos de seguridad, que priva de libertad, que aísla a las personas para poder controlarlas mejor. Y, al mismo tiempo, la inversión de las jerarquías de valores en la organización social: cada vez más armas, cada vez menos atención médica, educación y bienes colectivos.

Quienes desean contrarrestar lo que ya está sucediendo y lo que se avecina tienen poco tiempo y un solo camino: movilizar a la población contra el rearme y revelar, sin vacilar, el plan que lo sustenta. Y es hora de dejar de discutir sobre el nivel adecuado para gastar sumas exorbitantes en armas: Europa o naciones individuales. La seguridad en la era nuclear solo puede provenir de la diplomacia, porque la característica distintiva de las armas nucleares es que incluso el país aparentemente más débil, con menos, es capaz de causar una catástrofe. ¿A qué esperan los sindicatos para preparar y planificar acciones para combatir el rearme? ¿A qué esperan los partidos que discrepan de los planes neoconservadores de EE. UU. y la UE para proponer una conferencia internacional de paz con todos los actores principales del mundo para poner fin a las múltiples estrategias de tensión que envenenan al mundo, o al menos para exponer los engaños que se esconden en ellas? ¿Y a qué esperan para hacer de este objetivo la bandera de su propia existencia, reiterándolo obsesivamente en cada foro y ocasión donde hablan sus representantes? ¿Entienden adónde nos llevan?

Fuente: Sinistrainrette

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EL FRENTE SE MUEVE A FAVOR DE RUSIA MIENTRAS UCRANIA ES DERROTADA! ZELEN...