miércoles, 11 de junio de 2025
Documento para el 4º. encuentro del Acuerdo Social Valenciano: Balance de la Huelga General del 29M
Documento
para el 4º. encuentro del Acuerdo Social Valenciano:
Balance de la Huelga General del 29M
KAOSENLARED
9 de junio de 2025
La Huelga General del 29M,
convocada por el sindicalismo alternativo y con el apoyo de los
movimientos sociales, así como la 8.ª manifestación masiva para pedir
dimisión de Mazón y su gobierno. Ni el silencio ensordecedor de
muchos medios de comunicación, ni los servicios mínimos de escándalo a
los servicios públicos, ni la posición inadmisible de las direcciones
de CCOO Y UGT y de los partidos parlamentarios, no pudieron evitar que la
huelga fuera muy importante.
Las 10.000 personas que nos
reunimos a las 12 en Valencia… y la manifestación con decenas de miles de
la tarde, igualmente en Castellón y Alicante, hicieron tambalear el País
Valenciano. Los comunicados de los comités de empresa de FGV, EMT, Siemens
y la presencia de mucha juventud, y las columnas de los barrios y
los pueblos afectados por la barrancada fueron un clamor.
Hay que hacer piña en el
Acuerdo Social Valenciano, desde el sindicalismo alternativo, comités de
reconstrucción, asociaciones de familiares y también partidos de
la izquierda revolucionaria, porque es el núcleo que hay que preservar
para que continúe la lucha. Se ha demostrado que hay espacio más allá de
CC. OO. y UGT y de la izquierda institucional. También hay que remarcar la
solidaridad de clase que se dio en parte del territorio del estado por
sindicatos, movimientos sociales y partidos de la izquierda transformadora
nos tiene que animar a continuar adelante.
Hay debilidades que tenemos
que mejorar en las próximas convocatorias, como la falta de realización de
asambleas previas en los centros de trabajo, o el hecho de que no todos
los sindicatos convocaron en todo el territorio del País Valenciano. Pero es
un hecho que la Huelga General se inscribe en la necesaria continuidad de
las 8 grandes movilizaciones que exigen justicia y una reconstrucción al
servicio del pueblo. Hoy Mazón se esconde porque sabe que el pueblo lo
rechaza. El pueblo trabajador del País Valenciano está harto de las
políticas del PP y VOX, no solo por la DANA, de la política de la
vivienda, los ataques a los derechos LGTBIQ, las
políticas discriminatorias hacia las mujeres, la ampliación del Puerto o
los ataques a la Memoria democrática, los derechos lingüísticos, los
ataques en la escuela valenciana.
Existe la necesidad de dar
respuesta y canalizar el sentir del pueblo valenciano para conseguir que
caiga el Gobierno Mazón y lo lleve en la prisión, imponga la investigación
y castigo de los empresarios que pusieron en riesgo a miles
de trabajadores y trabajadoras, se ponga la reconstrucción al servicio del
pueblo y bajo el control de los comités de reconstrucción, y abre el
camino para cambiar el modelo actual de sociedad con un cambio radical de
modelo económico y social. Hay que trabajar porque todos los colectivos
que en la actualidad están fuera del Acuerdo Social Valenciano y están en
contra de las políticas del PP y Vox, sin perder su libertad organizativa,
su filosofía, respetando las discrepancias, se integren en este
Acuerdo para coordinar todas las luchas como un único golpe de fuerza.
Proponemos al 4.º
encuentro:
La aprobación de un plan de
lucha unitario para dar continuidad a las movilizaciones y la huelga
general. Acuerdo entre todos los sindicatos del
País Valenciano y el
Acuerdo Social Valenciano y los Comités de Emergencia y reconstrucción
para continuar organizándonos y movilizándonos.
- Hacer una nueva convocatoria de huelga
general de 48 horas a septiembre.
- Constituir comités de huelga en todas las
localidades y en los centros de trabajo para
que se añadan a la huelga y creen un comité de
huelga.
- Convocar y preparar la nueva jornada del 29
de junio con un grito: por una nueva huelga
general que haga caer el gobierno.
- Hacer una gira con el apoyo de
organizaciones de todo el estado para difundir
nuestro mensaje y hacer un llamamiento en la lucha y la solidaridad.
- Convocar un encuentro de solidaridad con la
lucha de la clase obrera y el pueblo valenciano a
todas las organizaciones que desde otros
lugares del Estado español
nos han apoyado, para hacer coincidir en una jornada unitaria.
País Valenciano. 5 de junio
del 2025
Lucha Internacionalista
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Sexo, género y diversidad cultural
A la autora, profesora
de antropología social, suelen preguntarle: “¿Existen otras identidades trans?”
Este artículo, aparecido anteriormente en El Viejo Topo 448, es una respuesta
rigurosa a esa pregunta.
Sexo, género y diversidad cultural
El Viejo Topo
11 junio, 2025
La ideología
transgenerista recurre a diversos argumentos que supuestamente apoyan de forma
incontestable sus dos tesis centrales, a saber: que el sexo no es
binario y no se puede determinar si una persona es hombre o mujer a
partir de sus genitales y de sus cromosomas; y que, por lo tanto, lo
relevante es la identidad de género, es decir, el sentimiento
interno e innato que cada persona declara, al margen de su cuerpo sexuado, sus
caracteres sexuales primarios y secundarios, y los cromosomas que contiene cada
célula de su cuerpo. Si su cuerpo, aunque perfectamente sano, no es congruente
con su sentimiento y verdadera identidad, tiene derecho a
modificarlo con hormonas y cirugías para lograr el aspecto que desea.
Cuanto antes, mejor, y así –sostienen– se minimiza el sufrimiento que provoca
tal incongruencia desde la infancia.
Entre los
argumentos que –repito– supuestamente apoyan la validez de estas ideas, también
se encuentran fundamentalmente dos. En primer lugar, para defender la idea de
que el sexo no es binario sino un espectro que combina características
biológicas de lo que –en sus términos– se ha considerado tradicionalmente
“mujeres” y “hombres”, el transgenerismo tergiversa el concepto de intersexualidad[i].
Las alteraciones del desarrollo sexual (DSD), de origen cromosómico u hormonal,
que afectan a menos del 1 por mil de los individuos de la especie humana y dan
lugar a diversos síndromes, son presentadas como la evidencia de que existe un
abanico de posibilidades –o sexos– más allá de los individuos con cromosomas
sexuales XX (mujeres) y XY (hombres). Desde esta perspectiva, el rechazo y el
malestar con el propio cuerpo sexuado estaría ocasionado por la clasificación
de las personas limitada a solo dos categorías sexuales y no por causas
diversas y bien estudiadas[ii].
De acuerdo con este paradigma, en España se prohíbe abordar y tratar el origen
de ese malestar, o disforia, desde la perspectiva de la salud mental, con la
aprobación desde 2014 de protocolos sanitarios y educativos transgeneristas en
diversas comunidades autónomas y, en todo el Estado, desde la aprobación de la
Ley Trans-4/2023.
Y, en segundo
lugar, para defender que existen identidades trans más allá
del cuerpo sexuado y del binarismo hombre/mujer, el transgenerismo apela a la
supuesta existencia de múltiples géneros en otras culturas. Es
decir, sostienen que en algunas culturas se identifican hombres, mujeres y
otras categorías de seres humanos que no se sienten ni son considerados hombres
o mujeres, o que la misma definición de hombre y de mujer se basa en cómo se
sienten los individuos. De hecho, aducen que el binarismo sexual no es una
realidad material, biológica, sino que es una interpretación occidental de la
condición humana violentamente impuesta a otros pueblos con la expansión
colonial. Es decir, no es ya que se trata de hombres o mujeres que se sienten o
no hombres o mujeres, sino que son realmente lo que sienten y que en algunas
culturas más sensibles con esta supuesta diversidad real así se reconoce.
Recordemos que en la investigación feminista y en los tratados, las leyes y las
políticas de igualdad, se ha llamado género a la
diferenciación social artificial que se construye sobre la diferencia sexual
hombre/mujer, y que justifica la inferiorización de las mujeres y su
subordinación a los hombres en el orden patriarcal[iii]. Diferenciando sexo y género, respectivamente, por lo que
somos (sexo) y por lo que nos ocurre en el sistema patriarcal por lo que somos
(género).
Sin embargo,
para el transgenerismo el género es una identidad basada en un
sentimiento íntimo de cada persona. La lógica interna corresponde a un sistema
de creencias inmune a cualquier otra lógica –otras creencias o el conocimiento
de la realidad material–, es decir, se trata de un sistema de símbolos
autosostenido, como diría Clifford Geertz de todas las religiones[iv].
Esta cuestión es sumamente importante porque lo accesorio y contingente, los
marcadores de género (estatus y roles asignados por sexo, socialización
diferencial y marcadores físicos que se aplican a cada sexo), constituyen
también la esencia de la identidad que se declara sentir, aunque se
limite al rol que se actúa (performa) y la expresión
de género (atuendo, gestualidad, etc.).
La Antropología
ha analizado la inversión de roles y marcadores de género entre sexos que se
produce en algunas culturas. Pues bien, el conocimiento antropológico desmiente
que se trate de prácticas que permiten a cada individuo elegir su posición en
la jerarquía sexual de la sociedad según sus sentimientos. Menos aún que
prueben la inexistencia de tal jerarquía sexual, porque no alteran el estatus
social desigual ni la socialización diferencial basadas en el sexo en todas las
culturas conocidas. Veamos varios ejemplos.
En el caso de
las culturas con religiones o cultos chamánicos localizadas en
diversas partes del mundo, la figura del chamán –que es siempre un hombre–
adopta roles y marcadores asociados a ambos sexos para trascender lo humano y
ordinario como parte de la función mediadora con la divinidad. De hecho, en
varias religiones tanto las diosas como los dioses se representan con atributos
femeninos y masculinos que simbolizan así su poder y naturaleza superiores a la
humana. Esta inversión de roles en el chamán lo convierte en un personaje
liminal entre los humanos y los espíritus y los dioses, en óptima posición para
relacionarse e intermediar con ellos porque reúne todo el conocimiento de la
experiencia humana sexuada, la de los hombres y la de las mujeres. Una ficción,
puesto que no puede experimentar lo que experimentan las mujeres a través de su
cuerpo y posición social, por mucho que el chamán se vista “de mujer” y se case
con otro hombre, como sucede en algunas culturas.
También hay
casos de inversión de estatus sexual entre mujeres, como los identificados en
algunas culturas tradicionales de África oriental[v],
cuando las familias que carecían en algún momento de descendientes hombres
podían hacer pasar a una mujer por un hombre para evitar la
pérdida de bienes transmitidos exclusivamente por vía masculina. En ese caso,
la mujer “reclasificada como hombre” se casaba con otra mujer, cuya
descendencia se garantizaba discretamente por la intervención de otros hombres
del linaje. Como parte de estas estrategias ante situaciones demográficas
semejantes está documentado el denominado matrimonio fantasma, en
el que se pagaba el precio de la novia para que una mujer se casara con un hijo
muerto, cuyos descendientes serían también garantizados por esos mismos medios.
La norma patriarcal que impedía que las mujeres pudieran heredar y transmitir
la propiedad de la tierra o el ganado se mantenía en todos los casos
inamovible.
En esta línea,
cabe destacar una práctica que se ha reavivado en los últimos años con la
recuperación del control de Afganistán por los talibanes y su implacable limitación
de la vida de las mujeres en todos los ámbitos. Se trata de las niñas Bacha
Posh, “convertidas” socialmente en chicos cuando no los hay en la familia[vi],
para que éstas puedan subsistir con sus “trabajos de hombres”, o para
protegerlas y garantizarles un futuro mejor. Nadia Ghulam, refugiada afgana y
activista por los derechos de las mujeres afganas residente en Barcelona,
escribió con la periodista Agnès Rotger El secreto de mi turbante[vii], una estremecedora narración autobiográfica sobre su vida
como chico antes de lograr salir del país.
Pero el ejemplo
favorito de la ideología transgenerista es, sin duda, el de los hijras en
algunos países asiáticos, los muxes en México, los bardaj en
Norteamérica y otros grupos similares, porque aparentemente constituyen la
prueba de la existencia de ese tercer tipo de ser humano, el ser humano
trans, reprimido en la cultura occidental. Prescindiendo del análisis
antropológico y de todo enfoque materialista, todos estos casos se
reinterpretan ahora desde el transgenerismo, omitiendo información clave para
comprenderlos en el contexto cultural e histórico más amplio que siempre está
atravesado por el orden patriarcal.
Por ejemplo, la
palabra bardaj procede originariamente del persa hardah y
significa chico esclavo prostituido, pero también hombre
homosexual “pasivo”[viii]. Este es
el término con el que los colonizadores se refirieron a la práctica observada
entre los nativos, porque había sido incorporado a las lenguas europeas a
través del árabe. Pero desde 1990 se empezó a substituir por la
denominación dos espíritus, que corresponde a la expresión
ojibwa niizh manidoowag, una decisión fruto de la crítica
decolonial en la que ya influyeron los postulados queer reinterpretando las
prácticas tradicionales. En Canadá la “identidad dos espíritus” se ha añadido
al constructo político transgenerista por excelencia, el del supuesto colectivo
LGTBIQ+[ix],
de manera que en aquel país se amplía a LGTBIQA2S+ (acrónimo en el que A
corresponde a asexual y 2S corresponde a two spirits).
De hecho, se habla de “persona dos espíritus en cuerpo masculinizado”, y
también de “persona dos espíritus en cuerpo feminizado”, aunque esto último es
una proyección contemporánea sobre las mujeres lesbianas a un tiempo pasado en
el que su existencia no se había descrito ni reconocido jamás.
En todos los
casos, se observa igualmente un proceso de consolidación institucional y
académica para validar reinterpretaciones similares en los últimos años. Sin
embargo, la realidad es que se trata de grupos de hombres que se presentan con
todos los marcadores sexistas asociados a las mujeres o producto de su
socialización, exagerando los que se consideran más seductores, que coinciden
en todos los contextos culturales: atuendo, peinado, maquillaje, gestualidad y
voz, entre los más evidentes. Aunque existen diferencias entre ellos, no se
trata de un “tercer género”, sino de una forma organizada de sexo entre
hombres. En realidad, se trata de castas sexuales de hombres al
servicio de otros hombres, generalmente con mayor poder; suelen estar sujetos a
reglas y limitaciones, y su medio de subsistencia es con frecuencia la
prostitución. Como en muchas formas históricas de prostitución femenina[x],
su existencia como grupo se envuelve en un halo religioso, consagrado a alguna
divinidad, o cuenta con un relato mítico sobre su origen. También ocurre, como
se ha documentado en el caso de la India, que algunos hombres jóvenes deciden
convertirse en hijras al tener un rol considerado “pasivo”
(ser penetrados) en sus relaciones homosexuales, lo que parece ser una de las
claves que les distingue de otros hombres.
El caso de
los muxes, palabra que al parecer viene de la pronunciación mujer
en el español que hablaban los conquistadores llegados a Yucatán, también ha
sido objeto de reinterpretaciones contemporáneas. Se trata otra vez de hombres
que asumen el rol sexual de las mujeres y establecen relaciones, generalmente
temporales, con otros hombres, aunque también se les atribuye un papel en la
iniciación sexual de los chicos. Por otra parte, se describen casos de niños
criados como muxes por sus madres ante la ausencia de posibles
cuidadoras o la transmisión de oficios tradicionales al carecer de hijas que
desempeñen tales roles. Resulta significativo que ahora se presente a los muxes como
la resistencia y el desafío de la cultura indígena zapoteca frente al binarismo
colonial y su imposición del estándar heteronormativo sobre la supuesta
diversidad sexual y de género precolombina. Además, siguiendo la
reinterpretación transgenerista, los muxes serían ahora los
guardianes de la tradición con sus vistosos atuendos y cuestionarían el
machismo mexicano. Es una interpretación sorprendente tratándose, como se
trata, de hombres[xi] que
reifican los estereotipos atribuidos a las mujeres.
Estos casos
muestran cómo en algunas culturas tradicionales la homosexualidad masculina ha
encontrado algunas posibilidades de expresión, aunque no se conceptualizara
originalmente como tal, ni se reconozca así en la actualidad, dada la
insistencia en se trata de “personas trans”. A la luz de esta negación de la
homosexualidad, parece claro que –al contrario de sus pretensiones– lo
trans no es transgresor, tal como lo expresa la filósofa feminista mexicana
Laura Lecuona[xii]
Por otra parte,
estas no son las únicas situaciones que convierten a algunos hombres en
miembros de este tipo de castas sexuales. Está ampliamente documentado en la
historia y, desgraciadamente, también en la actualidad, el reclutamiento de
niños varones de corta edad de familias pobres para disfrute sexual de hombres
poderosos, de forma temporal o permanente y con o sin castración. Por ejemplo,
recientemente se ha identificado un repunte de la práctica conocida como Bacha
bazi (literalmente, “jugar con los niños”) o Bacha bireesh en
Afganistán, la esclavitud sexual de niños prepúberes[xiii], conocida y tolerada, con el recrudecimiento de la pobreza
en el país.
Los hijras,
los muxes, los dos espíritus y otros grupos
similares generalmente no tenían ni tienen relaciones con mujeres, pero los
hombres que acceden sexualmente a ellos sí las suelen tener. Es decir, estos
últimos no se identifican como homosexuales, ni en términos tradicionales ni
desde definiciones actuales[xiv]. Su comportamiento sexual se asemeja más al de los hombres
griegos y romanos, definidos por su rol “activo” en el sexo.
Lo que resulta
sorprendente es que cuando el transgenerismo apela a prácticas de otras
culturas para argumentar su existencia universal es que siempre se refiere a
los hombres que se presentan como mujeres, omitiendo que no existen castas
sexuales de mujeres que se presenten como hombres al servicio de otras mujeres.
De hecho, la única casta sexual de mujeres que existe, la prostitución, también
está única y exclusivamente al servicio de los hombres. En este caso, de todos.
La prostitución femenina aparece con el desarrollo de las sociedades estatales
y las correspondientes religiones de Estado. No fue identificada ni descrita en
ninguna de las sociedades preestatales estudiadas por la antropología hasta que
estas fueron incorporadas a los estados y al sistema económico capitalista,
tanto con la expansión colonial como con la creación de nuevos estados
postcoloniales. Esta sí es una evidencia real.
Presentar a
los hijras, los muxes, o los dos
espíritus como prueba de que ser hombre o mujer se define en otras
culturas por la “identidad de género”, y como supuestas transgresiones y
disidencias sexuales del orden patriarcal, no solo es un falseamiento de la
realidad sino su misma negación. Ninguno de estos fenómenos culturales altera
el sistema de subordinación sexo/género y la distribución desigual del poder
material y simbólico entre mujeres y hombres, ni entre castas o clases, sino
que lo refuerza.
Desde hace
poco, la sección que debería ocuparse de los derechos humanos de las mujeres en
la Organización de las Naciones Unidas, así como la nueva página web del
mismísimo Convenio de Estambul contra la violencia hacia las mujeres se
refieren ahora a las “mujeres en toda su diversidad”, con independencia del sexo
“con el que nacieron” (como si fuera distinto del sexo con el que morirán). De
esta manera, suscriben el equívoco interesado del transgenerismo cuando apela a
la diversidad cultural para instalar como verdad la existencia de la
“diversidad sexual o de género”. Un equívoco que no es inocuo porque enmascara
y oculta quiénes son las oprimidas por cuyos derechos deben luchar. Esa
diversidad, en realidad, se refiere únicamente a la inclusión de los hombres
que se declaran mujeres, no de las mujeres de orígenes diversos y en
situaciones variadas.
Precisamente
porque estamos ante una nueva vuelta de tuerca del orden patriarcal, al
transgenerismo no parece importarle, como hemos visto, que nada de esto tenga
parangón en el caso de las mujeres que dicen ser hombres con respecto a las
mujeres en ninguna cultura. La sexualidad femenina no se expresa por medio del
sometimiento sexual de otras mujeres y niñas en ninguna circunstancia. Es más,
ha sido la homosexualidad femenina la que se ha expresado en su versión más política
como una subversión del orden patriarcal, un intento extremo de huir del género
y del daño que causa, como diría Sheila Jeffreys[xv].
Reinterpretar la
diversidad cultural para hacer pasar la existencia de la identidad de
género por una evidencia incontestable, rupturista y liberadora del
binarismo hombre/mujer y de la jerarquía sexual supuestamente inherente a este,
no es más que un intento de manipulación ideológica del conocimiento
antropológico. Ni la teoría, ni la lucha feminista por la emancipación de las
mujeres y la igualdad entre los sexos pueden dejarse seducir por tal
manipulación.
[i] El término intersexualidad es una denominación
“paraguas”. El Consenso de Chicago del 2005 describe estas alteraciones como
todas aquellas “condiciones congénitas con desarrollo atípico del sexo
cromosómico (cariotipo), gonadal (ovarios o testículos) o anatómico (genitales
internos y externos femeninos o masculinos)”. Se estima que la frecuencia es
inferior al 1/4.500-5.000 recién nacidos.
[ii] El Informe Cass es el más completo hasta el momento, y proporciona la
bibliografía más actualizada sobre la cuestión además de los datos empíricos
que muestran cómo se ha producido la mayor negligencia médica contra la
infancia y la adolescencia durante años en la GIDS (unidades o servicios de
tratamiento de la “identidad de género”) de la Clínica Tavistock-Portman hasta
su cierre. También el Informe Trànsit en Catalunya incluye las conclusiones más
relevantes de estos estudios: problemas previos de salud mental (como el TEA),
haber sufrido abusos sexuales, institucionalización prolongada, entre otros. El
hecho de que las adolescentes sean el 75% de los casos que acuden a estas
unidades o servicios porque no quieren convertirse en mujeres también hace
pensar en una reacción a la situación de presión estética y violencia sexual
que las experimentan.
[iii] Véase, por ejemplo, a nivel internacional, el tratado vinculante del
Consejo de Europa conocido como Convenio de Estambul (2011) para combatir la
violencia contra las mujeres o, en España, la vigente Ley Orgánica 3/2007, de
22 de marzo, de Igualdad entre mujeres y hombres.
[iv] Geertz, C. (1990). La religión como sistema cultural, en La
interpretación de las culturas, Barcelona.
[v] Evans-Pritchard, E. E. (1951). Kinship and Marriage among the
Nuer: an Anthropological Perspective, University Press.
[vi] Véase Corboz, J.; Gibbs, A. & R. Jewkes (2020). Bacha
posh in Afghanistan: factors associated with raising a girl as a boy,
en Culture, Health & Sexuality vol. 22 (5).
[vii] El libro recibió el Premio Prudenci Bertrana 2010, pero no se publicó
en castellano hasta 2022, en la editorial Booket.
[viii] No es este el lugar para desarrollar la crítica de la idea según la
cual el papel “activo” corresponde al hombre que penetra, de manera que mujeres
y homosexuales que son penetrados por un hombre solo pueden tener, por
contraste, un rol pasivo. Pero sí es importante recordar que esta idea es
únicamente fruto de naturalizar la sexualidad como poder y posesión patriarcal,
idea y práctica que es necesario superar desde la igualdad.
[ix] Hablamos de constructo LGBTI porque mezcla y confunde interesadamente
situaciones que no tienen nada que ver entre sí: orientaciones sexuales (LGB),
anomalías del desarrollo sexual (I), y una ideología (T, o TQ).
[x] Véase el ejemplo todavía vigente (aunque oficialmente prohibido) en
la India de las devadasi, niñas de las familias dalit más
pobres ofrecidas a la diosa Yallamma para ayudar a los sacerdotes con las
ofrendas a los dioses, pero también obligadas a satisfacer sexualmente a los
hombres del pueblo al llegar a la pubertad.
[xi] Prueba de ello es que algunos colectivos muxe denunciaron
que se había producido un fraude por parte de 17 candidatos municipales, al
presentarse como muxe y ocupar los puestos de las mujeres en
las listas electorales que deben cumplir con la alternancia para lograr la
paridad entre sexos.
[xii] Lecuona, L. (2023). Cuando lo trans no es transgresor.
Ed. Independiente.
[xiii] Esta práctica ha sido denunciada por Save the Children en el
informe Stop The War on Children (2021), analizada por S.
Borile (2019) “Bacha Bazi: cultural norms and violence against poor children in
Afghanistan”, International Review of Sociology, vol. 26, y
descrita en el documental de N. Quraishi The Dancing Boys of
Afganistán (2010).
[xiv] En ambos casos, existe una diversidad de perfiles de hombres que
tienen sexo con otros hombres. Es importante recordar que estas relaciones
pueden no calificarse de sexo, sino de juego, y que,
como en muchos otros lugares, las categorías heterosexual, homosexual y
bisexual no son equiparables ni aplicables.
[xv] Jeffreys, S. (2014). Gender Hurts. A Feminist Analysis
of the Politics of Transgenderism, Routledge.