jueves, 31 de julio de 2025

CAE LA CIUDAD DE CHASIV YAR. LAS TROPAS RUSAS TOMAN LA CIUDAD.LOS RUSOS ...

Se descubre el timo de la «huelga» de jueces y fiscales del pasado día 1

 

Se descubre el timo de la «huelga» de jueces y fiscales del pasado día 1

 

Insurgente.org / 31.07.2025

 

El paro convocado por las asociaciones de jueces y fiscales del 1 al 3 de julio ya tiene cifras oficiales de participación. Los organizadores hablaban de que tres de cada cuatro, un 75%, habían secundado el parón, mientras que el Ministerio de Justicia, Presidencia y Relaciones con las Cortes reducía sustancialmente la cifra. Sobre el papel, tan solo un juez y 28 fiscales comunicaron oficialmente a las gerencias territoriales del Ministerio y a la Fiscalía General del Estado, respectivamente, su participación en dicha acción, a más de otro juez que se declaró en servicios mínimos. los datos recabados por el Ministerio, el Consejo General del Poder Judicial y la Fiscalía señalan que el paro fue secundado por un juez de un total de 6.259, lo que representa un 0,01% de la plantilla, y 28 fiscales de un total de 3.185, un 0,87%. Además, el número de fiscales que secundaros los tres días convocados se reduce hasta los 19, siendo un único trabajador el que eligió los dos días y ocho los que optaron por una única jornada de protesta.

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Las políticas de Trump, la disputa EEUU-China y la crisis del orden mundial (Parte 1)

 


Las políticas de Trump, la disputa EEUU-China y la crisis del orden mundial (Parte 1)

 

Felipe Alegría y Ricardo Ayala / Liga Internacional de los Trabajadores LITCI

Kaosenlared

31 de julio de 2025 

 

Hay un verdadero terremoto en la división mundial del trabajo (DMT), originado por el choque abierto entre el carácter global de las cadenas de producción y la envoltura de las fronteras nacionales en que estas se desenvuelven. Trump jugando con las desigualdades entre países, utiliza los aranceles de acceso al mercado norteamericano de manera pendenciera y reaccionaria, con el fin de favorecer hasta las últimas consecuencias a una rama industrial que, sin embargo, no conoce fronteras y no está sujeta a aranceles. Nos referimos a las Big Techs, en su incesante acumulación de capital.

Son un pequeño núcleo de empresas que se puede contar con los dedos de las manos, estadounidenses y chinas, que están en la cima de la cadena de valor, pasan olímpicamente por alto de las fronteras nacionales y están en el centro de la acumulación capitalista actual. Entretanto, el resto de las empresas, en el cuadro de las actuales cadenas de producción, están sujetas a los aranceles, que atan a los países a su jerarquía dentro de la DMT. Las Big Techs se apoyan y se alimentan de esta DMT, sin estar sujetas a las fronteras estatales.

La situación actual, con la presidencia de Trump, ha llevado esta contradicción al paroxismo. El capitalismo imperialista, sometido a la base mediocre de la propiedad privada y la ganancia, incapaz de permitir que nuevos dispositivos y avances florezcan globalmente y sin restricciones, los somete a las limitaciones de los Estados nacionales.

Trump no pretende reindustrializar los EE.UU., sino traer al país las industrias que están en la cúspide de la tecnología (semiconductores) y, al mismo tiempo, imponer una dominación de estilo colonial al resto del mundo, no solo ya a los países semicoloniales sino también sometiendo a niveles desconocidos a los países imperialistas de segundo y tercer nivel. Basta mirar los embargos a China en la guerra por la supremacía tecnológica.

Trump impone a los países semicoloniales relaciones parecidas a las del siglo XIX, basadas en el parasitismo que Lenin ya denunciaba. El ejemplo del arancel a Brasil es esclarecedor. Impone una tarifa del 50% y la justifica diciendo que la justicia brasileña no puede condenar a Bolsonaro, su alumno, por el intento de golpe de Estado. Sin embargo, toda la prensa burguesa seria de Brasil advierte que el asunto de Bolsonaro no deja de ser una cortina de humo. Lo que verdaderamente está detrás de la medida de Trump son los intereses de Zuckerberg (Meta), Visa y MasterCard, la oposición al acuerdo alcanzado con China para la construcción de un ferrocarril que lleve la soja desde Brasil hasta el puerto de Chancay en el Pacífico (construido y gestionado por la empresa china Cosco), acortando las exportaciones brasileñas en 10 días…, así como el reproche a las peroratas de Lula sobre el multilateralismo o el lugar del dólar en el mundo.

El diario O Globo, que no es precisamente prensa nacionalista, explica que antes de que entrara en funcionamiento el sistema de pago electrónico instantáneo «PIX», controlado por el banco central brasileño y totalmente gratuito, «Meta había anunciado que lanzaría un servicio de pago a través de WhastApp. Brasil sería una especie de modelo para que Mark Zuckerberg, el dueño de Meta, expandiera la operación a otros mercados. Había una gran expectación porque el servicio de mensajería [ WhastApp] era casi omnipresente en el país«, y añade: pero «PIX caló rápidamente en el gusto de los brasileños… Hoy en día, es utilizado por el 93% de la población adulta del país (…) y se ha convertido en el método de pago más popular en Brasil. PIX le quitó espacio al dinero efectivo físico, boletas y tarjetas de débito [Visa y Mastercard…], principalmente. Con el desarrollo de herramientas como PIX Installments y PIX Automatic, también se está empezando a competir con las tarjetas de crédito, un segmento que sigue creciendo en el país«.

En el artículo veremos también cómo las Big Techs, íntimamente asociadas al Pentágono y el negocio militar, están teniendo un desempeño fundamental en el genocidio israelí de Gaza y Cisjordania. Por otro lado, como veremos a lo largo del artículo, el orden mundial propugnado por Trump al servicio de las Big Techs, lleva a aplastar toda disidencia, en primer lugar la del del movimiento de masas estadounidense, también en el resto del mundo y, finalmente, la de los sectores burgueses que no encajan en un orden mundial donde no hay «café para todos».

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El déficit comercial norteamericano está entroncado con el funcionamiento de un sistema monetario cuyo patrón es el dólar y para cuyo mantenimiento EE.UU. deben permanecer en la cima del sistema financiero mundial y sus oligopolios tecnológicos deben seguir marcando la pauta de la revolución tecnológica.

Para ello, Trump pugna por reformar la DMT, llevando a EEUU los sectores tecnológicos estratégicos (microprocesadores, baterías, etc.), acabando con la dependencia respecto a la cadena de suministro de China y de países cuyo futuro está por dilucidar, especialmente Taiwán.

EE.UU., como analizamos en el artículo, tiene un fuerte superávit en la balanza de servicios. Pero esta terminología oculta más de lo que revela sobre el contenido de dichos servicios. Gustavo Machado, investigador del ILAESE y estudioso de El Capital, al leer el borrador de este artículo nos hace una valiosa observación sobre la acumulación de capital por parte de las Big Techs, enmascarada en la contabilidad de la balanza de servicios. La observación, sin duda, va más allá de los objetivos de este artículo:

“…Venden servicios porque venden meramente el derecho de uso de bienes cuya propiedad sigue en manos de las empresas estadounidenses. Cuando pagamos a Google, Windows, ChatGPT, etc., no compramos el producto, sino que pagamos por el derecho a usarlo. La nueva revolución tecnológica en curso ha creado una infinidad de estos productos básicos. Es el proceso llamado “servitización”, que no es la sustitución de bienes por servicios, sino la sustitución de la venta de bienes por el pago por el derecho a usarlos».

Esta forma de acumular capital sitúa a las Big Techs más allá de las fronteras de los Estados. Estas empresas sobrevuelan las fronteras nacionales, las hacen obsoletas, eluden impuestos, aranceles y regulaciones de la competencia.

«Todo esto está ligado –Gustavo añade- a la nueva revolución digital, que ha centralizado el uso de todos los equipos electrónicos en nubes y datacenters, por lo que computadores, televisores, teléfonos inteligentes no son más que puntos de contacto con estas redes. Esta revolución ha sido la salvación de los Estados Unidos desde el punto de vista tecnológico durante las últimas dos décadas, ya que lideran la parte de software con un amplio margen, por medio de gigantescos monopolios globales (Google, Microsoft, Meta, Apple, Amazon, etc.).

Este sector no está sujeto a la desindustrialización, ya que la mayor parte de su núcleo de innovación y código fuente primario se produce en Estados Unidos. Una pesquisa rápida y aproximada que realicé muestra que: 1. en Google (Alphabet), el 60-70% del código principal se desarrolla en EE. UU. 2. en Microsoft, el 70% del desarrollo de productos clave (Windows, Azure) se realiza en EE.UU. 3. en Meta (Facebook), el 80% de la innovación en algoritmos y productos se hace en Estados Unidos. Estas empresas producen bienes, mercancías: es la industria digital. Pero sus productos, que valen miles de millones o incluso cientos de miles de millones de dólares, no se venden como mercancías, sino que miles de millones de personas, directa o indirectamente (a través de la publicidad), pagan por su uso. Esto es lo que, hoy en día, se llama “servitización” que, desde el punto de vista de la contabilidad económica oficial, no entra en la balanza comercial, sino en la de servicios».

Si utilizáramos el criterio señalado por Gustavo e incluyéramos el negocio de las Big Techs enla balanza comercial de Estados Unidos, ésta tendría un enorme superávit. En verdad, estamos ante una superestafa que utiliza un supuesto déficit comercial como excusapara imponer un nuevo orden en el que las grandes empresas tecnológicas reinen de forma absoluta. El problema es que esto requiere la semicolonización de las cadenas de suministro chinas y significa que China es el principal enemigo a batir, con sus datacenters, su moneda digital y sus empresas que integran mensajería instantánea y venta online (un paso por delante de Zuckerberg).

China, como nueva potencia imperialista, tiende a reproducir el mismo tipo de jerarquía en la división mundial del trabajo que promueve EE.UU., concentrando la alta tecnología y el valor en China y extendiendo los escalones bajos de su cadena productiva a sus áreas de influencia. Hoy, como explicamos en el artículo, China lucha por sobrevivir al bloqueo trumpista, en medio de una considerable y creciente sobreproducción de capital. Al mismo tiempo, cuanto más se eleva China en la jerarquía productiva y aumenta su productividad, más incapaz se ve de generar suficiente trabajo para su población.

Hay una pugna entre EE.UU. y China que solo el futuro va a resolver y que está determinada por los tiempos: ¿Cuánto va a demorar China en salir de esta encrucijada? ¿Va a entrar Estados Unidos en recesión antes? ¿Y si uno, otro o ambos son objeto de un levantamiento de las masas trabajadoras? Y junto a ello, ¿cuál va a ser el curso de la guerra de Ucrania frente a la agresión rusa, el desarrollo de la batalla contra el genocidio sionista, la crisis y la respuesta de masas en Europa y en los países semicoloniales de América Latina y los diferentes continentes? Aquí están las claves de bóveda de la situación.

1. La “política arancelaria” de Trump

Uno de los grandes relatos de la campaña electoral de Donald Trump fue que, mediante la imposición general de aranceles, pondría fin al déficit comercial norteamericano, haría retornar la industria al país y provocaría un fuerte aumento del empleo. Financiaría asimismo los gastos federales y reduciría los impuestos.EE.UU., en suma, volvería a una nueva edad de oro.

Ciertamente, el conflicto de los aranceles está desempeñando un papel destacado en estos primeros meses de gobierno Trump. Pero el problema, en verdad, no son los aranceles. La política arancelaria de Trump es uno de los diferentes mecanismos que utiliza para enfrentar la decadencia del imperialismo norteamericano y los desafíos a su hegemonía.

Cuando EE.UU., la gran potencia occidental triunfadora de la II Guerra Mundial, mantenía una supremacía productiva y tecnológica indiscutible, es decir, durante la llamada Guerra Fría y después, cuando promovió la globalización neoliberal, su bandera era el libre comercio. EE.UU. mantuvo durante todo un período una interesada generosidad comercial hacia una serie de países, inicialmente Europa y Japón, necesarios para la expansión de los negocios de sus multinacionales. Lo mismo puede decirse de su expansión a China.

La globalización significó que la cadena industrial de valor, con sus diseños, sus materias primas, sus componentes y ensamblajes, pasó a ser global, repartida por todo el mundo, con un especialísimo destaque en China, adonde fueron deslocalizadas una enorme cantidad de empresas industriales, con fuerte presencia norteamericana. La globalización dio lugar a lo que conocimos como la Chimérica, donde China, con una clase obrera barata y sin derechos, se convirtió en el gran taller de las multinacionales norteamericanas (y de otros países europeos y Japón).

En este período, en particular durante la época de la Chimérica, el ingente déficit comercial norteamericano respecto a China, lejos de ser un problema, era la otra cara de una gigantesca transferencia de valor de China (del valor creado por su clase obrera) hacia EE.UU., como consecuencia del intercambio desigual entre los dos países, fruto de la enorme ventaja tecnológica norteamericana y la consiguiente productividad.

De otro lado, la reducción del intercambio económico a la balanza comercial oficial es un burdo engaño, porque deja de lado la balanza de servicios, donde contabilizan los enormes ingresos cobrados por las grandes high tech norteamericanas por el uso de sus productos. Tampoco se contabilizan en la balanza comercial los servicios financieros cobrados por sus bancos y entidades financieras, que dominan los mercados mundiales. Y se olvidan, por supuesto, de incluir en los cálculos las transferencias de beneficios de las multinacionales, bancos  y fondos de inversión norteamericanos en el exterior.

En cuanto a la creación de empleo, los mismos trumpistas, como Stephen Miran, jefe del consejo de asesores económicos de Trump, dejan en evidencia su demagogia cuando limitan el retorno industrial a las manufacturas de alto contenido tecnológico, vinculadas al control de la tecnología y de sus aplicaciones militares. Estas manufacturas, sin embargo, son irrelevantes en la generación de empleo.

El problema del imperialismo norteamericano no es el déficit comercial con China, sino el fin de la Chimérica y el hecho de que China se haya convertido en un serio competidor tecnológico y represente una amenaza para la continuidad de su hegemonía. Este y no otro es su gran problema.

Los aranceles que está negociando Trump buscan frenar el desarrollo chino, agravar su sobreproducción de capital y torpedear la extensión de sus cadenas de suministro y montaje en los países vecinos, a los que ha anunciado una imposición de tarifas comerciales desorbitadas, entre el 25% y el 40%. A la vez, Trump busca establecer un embargo comercial a la exportación de alta tecnología norteamericana a China (particularmente la relacionada con los semiconductores de última generación) y también impedir que otros países se vinculen a las redes tecnológicas chinas. Sin embargo, EE.UU. sufre, al mismo tiempo, una fuerte dependencia de China en buena parte de su cadena de suministros y, muy en particular, respecto a las tierras raras, donde ésta última mantiene actualmente una situación de quasi-monopolio.

Los aranceles anunciados por Trump hacia los países semicoloniales son exorbitantes, prácticamente todos han de pagar un peaje superiore al 25% para poder vender en EE.UU., quedando obligados a colocar sus exportaciones a precios de saldo. Representan la imposición de un grado de saqueo claramente superior al que han sufrido durante décadas y buscan un sometimiento servil hacia EE.UU. Las consecuencias negativas para los trabajadores de estos países van a ser enormes. El caso del arancel del 50% a Brasil (con quien EE.UU. tiene, por lo demás, superávit comercial) es expresión extrema de la política de Trump. El argumento del juicio a Bolsonaro para justificarlo, más allá de su indecencia, oculta la defensa de los intereses de las grandes tecnológicas y financieras norteamericanas.

En el caso de la Unión Europea (UE), el mayor socio comercial de EE.UU., Trump acaba de amenazar por carta con unos aranceles generales del 30%, que, a decir del comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic, “prácticamente prohibirían el comercio”. Es una política enormemente agresiva que Trump se atreve aplicar aprovechando las diferencias de intereses entre los distintos países miembros de la UE, que Trump busca ahondar. Del mismo modo, es también un verdadero shock el que Trump ha provocado en Japón y Corea del Sur, amenazados o ya castigados con un arancel general del 25%.

2. La política agresiva y chantajista de Trump no refleja la fortaleza del imperialismo norteamericano sino la necesidad de reconstruir su hegemonía en crisis

Durante largas décadas, desde el fin de la IIGuerra Mundial, de la que emergió como gran vencedor, EE.UU. ha sido la potencia dominante indiscutida. Su abrumadora hegemonía se sustentaba en su supremacía económica, asentada en una productividad superior, en su tamaño y en su indiscutible dominio financiero global. EE.UU. se valió durante todo este período de las llamadas instituciones multilaterales donde, bajo su dirección, se acordaban las reglas, dando un aire de democracia y permitiendo, en una situación económica favorable, que las distintas potencias y burguesías semicoloniales también se llevaran una parte del botín.

Por supuesto, cuando era necesario, EE.UU. imponía directamente su voluntad, como cuando Nixon puso fin al patrón oro o Reagan forzó el Acuerdo de Plaza. La culminación (y última etapa) de este proceso fue la Globalización neoliberal, con el famoso “Consenso de Washington” y la plena libertad de movimiento de capitales y mercancías.

En el trasfondo de este proceso, por descontado, siempre se hallaba el ejército norteamericano, con su gigantesco arsenal, sus más de 700 bases en el mundo y sus selectivas intervenciones militares, que se han sucedido a lo largo del tiempo, además de sus operaciones encubiertas (golpes militares en Indonesia, Chile…).

Sin embargo, la supremacía norteamericana comenzó a entrar en crisis ante la emergencia, a partir de 2008, del imperialismo chino. Tal como señala el artículo “China, la potencia imperialista emergente en pugna con EE.UU.[1]: “EE.UU. continúa manteniendo la hegemonía económica mundial, sustentada en una productividad de conjunto que sobrepasa a la de China, a lo que hay que añadir su dominio financiero global (y, por supuesto, geopolítico y militar). EE.UU. sigue siendo la primera potencia en relación con la producción de los bienes de consumo final (industria digital, electroelectrónica de punta, farmacéutica o aeroespacial). China, sin embargo, alcanza ya un 12,24% mundial en este campo y es, al mismo tiempo, el mayor productor global de medios de producción (30,83% en 2023). Constituye, con diferencia, ‘la superpotencia manufacturera mundial’ y aparecía, a finales de 2024, como la primera economía mundial según “paridad poder adquisitivo” de su PIB; la segunda, tras EE.UU., contada en dólares corrientes”. A todo esto que hay que añadir el elemento determinante que representa su despegue como gran potencia tecnológica.

La agresiva pauta de Trump, expresada en su guerra arancelaria y su política de embargos,muestrael deterioro de la primacía económica norteamericana en sectores de punta y refleja, en conjunto, la pérdida de la influencia global.

EE.UU., con Trump, ha pasado a actuar al margen de las instituciones multilaterales[2]. La propia hegemonía financiera norteamericana, tan decisiva, también ha comenzado a mostrar grietas ante la envergadura de la deuda federal y el peso emergente de otras monedas en el comercio mundial.

3. Una estrategia global para reafirmar la supremacía norteamericana

La ofensiva arancelaria de Trump, que en estos momentos ocupa un lugar notorio en los medios de comunicación de todo el mundo, es solo parte de una estrategia global para intentar revalidar la supremacía norteamericana. Integra diferentes elementos:

a. Asegurar el mantenimiento de la superioridad tecnológica de EE.UU. respecto a China.

b. Preservar el dominio norteamericano del sistema financiero mundial.

c. Remodelar la división mundial del trabajo: 1/ concentrando la producción tecnológica estratégica en EE.UU. 2/ sofocando el desarrollo y la expansión chinas y agravando su sobreproducción y exceso de capitales; 3/ exprimiendo a las otras y 3/ sometiendo a los países semicoloniales a un grado de saqueo cualitativamente superior.

d. Anular a la UE como polo alternativo potencial, marginándola en la esfera internacional y promoviendo las divisiones en su interior.

e. Asegurar la continuidad de la supremacía militar norteamericana, en una carrera armamentística desatada. Esta supremacía va asociada a la hegemonía tecnológica y al papel económico central de la industria armamentística norteamericana, de la que forman parte destacada las Big Techs.

f. 1/ Hacer pagar a sus aliados de Europa y Asia el despliegue de sus tropas y redistribuir y concentrar a éstas en la zona del Indo-Pacífico, frente a China, 2/ Delegar en Israel la labor de gendarme de Oriente Medio, apoyando el genocidio palestino y reconfigurando Oriente Medio alrededor de los Acuerdos de Abraham con los regímenes reaccionarios del Golfo y 3/ Entregar a Putin parte de Ucrania, a costa del pueblo ucraniano, y alejar a Rusia de China.

g. Modificar el patrón de explotación en EE.UU., mediante rebaja de salarios, pensiones y derechos laborales, recortes de servicios básicos (Medicare, Medicaid, educación, ayudas sociales) y reducción de impuestos a los más ricos. Las deportaciones de trabajadores inmigrantes buscan imponer el terror, reducir sus salarios y degradar sus condiciones laborales a un estado de semiesclavitud.

Elon Musk y después Sergey Brin (cofundador de Google) han sido de los primeros personajes públicos en exigir el establecimiento de 60 horas o más de trabajo a la semana, emulando al magnate chino Jack Ma (Alibaba), acérrimo defensor del sistema 996 (desde la 9h de la mañana hasta las 9h de la noche, durante seis días semanales) vigente en amplios sectores económicos de China.

h. Avanzar, para todo ello, hacia un presidencialismo autoritario: un régimen político definido por graves recortes a los derechos democráticos y la desaparición del equilibrio de poderes propia de una democracia liberal, en beneficio de un régimen de bonapartismo presidencial sin apenas controles. Una política que, lejos de limitarse a EE.UU., promueven activamente en todo el mundo.

4. La batalla por la superioridad tecnológica

Acabamos de señalar como una prioridad vital de EE.UU.es mantener su hegemonía tecnológica. Dicha hegemonía va vinculada particularmente a sus grandes empresas tecnológicas (big techs), a sus desarrollos en Inteligencia Artificial (IA) y a los semiconductores (chips) asociados de última generación. Sin duda, aquí el enemigo a batir es China.

En el artículo citado de la revista Marxismo Vivo nº 41, decíamos: “Al poco de la toma de posesión de Trump, grandes tecnológicas norteamericanas anunciaban en la Casa Blanca una inversión megamillonaria de US$500.000 millones. Objetivo: asegurar el monopolio norteamericano sobre la IA, necesario para una apropiación mundial de superganancias tecnológicas y para la hegemonía global norteamericana”. [Sin embargo] “la irrupción, unos días más tarde, del chat chino de IA, DeepSeek, cuestionaba estos planes y ponía en duda la primacía norteamericana en la IA y el rol que China va a desempeñar en este terreno vital”.

Del mismo modo, hay que conceder relevancia al nuevo chip de Huawei (Ascend 920C) para IA, que representa un importante avance, concede un importante grado de autonomía a China con respecto a Nvidia y le permite comercializarlo en el llamado Sur Global, comenzando por el Sudeste asiático, creando un área vinculada a su patrón tecnológico.

EE.UU. sigue manteniendo actualmente la hegemonía tecnológica, aunque el final de la historia no está escrito. No es extraño que Jake Sullivan, exconsejero de Seguridad Nacional de Biden, afirmara en una conferencia titulada Special Competitive Studies Project (16-9-2022) que “no permitirían a China liderar la IA porque el dominio geopolítico del país estaba subordinado a la hegemonía en este campo.”

Las grandes tecnológicas, es decir, las Siete Magníficas (Alphabet/Google, Amazon, Apple, Meta/Zuckerberg, Microsoft, Nvidia, Tesla), más el resto de oligopolios tecnológicos de Silicon Valley como OpenAI, Palantir (Peter Thiel) o Anduril, han integrado sus negocios con el complejo militar industrial, junto a los ya clásicos Boeing, Lockheed Martin, Northrop Grumman o General Dynamics. Está teniendo lugar ante nuestros ojos una fusión entre la élite tecnológica y la élite militar norteamericanas, manifestada en el reciente nombramiento por el Pentágono de cuatro tenientes generales entre los altos directivos de Meta, OpenAI y Palantir. No nos debe, pues, extrañar que estas high techs estén jugando un papel clave, de colaborador necesario del ejército israelí, en el genocidio palestino, tal como acaba de denunciar Francesca Albanese, la relatora especial de la ONU.

Los oligopolios tecnológicos y el complejo militar-industrial, íntimamente unidos, junto a los grandes bancos y fondos de inversión de Wall Street, forman el núcleo central del capitalismo norteamericano. El gabinete Trump es su expresión política.

5. Mantener la supremacía militar

La supremacía militar es el punto en el que el dominio estadounidense sigue más firme y donde Trump se apoya con especial intensidad, como hemos comprobado en la política de modernización del arsenal, en su estrecha colaboración con Israel en el genocidio palestino y en los bombardeos a las instalaciones nucleares de Irán.

Estamos sufriendo una poderosa ola de rearme en la que cada semana somos testigos de nuevos desarrollos militares, que incluyen la modernización y reforzamiento de los arsenales nucleares, así como la irrupción masiva de armas de nueva generación, dotadas de las nuevas tecnologías, en particular de la IA, y adaptadas a las nuevas modalidades de guerra, en muchos casos testadas en Ucrania y Gaza.

EE.UU. encabeza los gastos militares mundiales (US$ 997.000 millones/año), seguido a distancia por China (314.000 millones), en tercer lugar, Rusia (149.000 millones) y, a distancia, Alemania (88.500 millones), Reino Unido (81.800 millones), Francia (64.700 millones)[3] y otros.

En medio de un rearme desbocado, Trump trabaja en un doble sentido: por un lado, haciendo pagar el despliegue global de sus tropas a sus aliados en Europa y Asia y, por otro, tratando de redistribuir y concentrar sus fuerzas hacia la zona del Indo-Pacífico, frente a China[4], mientras delega en el Estado genocida de Israel las tareas de gendarme de Oriente Medio y, asimismo, busca un arreglo con la Rusia de Putin.

Trump ha conseguido recientemente, en una muestra repulsiva de servilismo de los países europeos de la OTAN (cuyos sistemas militares no son europeos sino, ante todo, nacionales) que aumenten sus presupuestos militares hasta el 5% de su PIB. Este brutal incremento, que implica fuertes ataques al Estado del Bienestar, se da sobre el mantenimiento de la dependencia tecnológica hacia los sistemas armamentísticos norteamericanos y viene acompañado de enormes pedidos a las grandes empresas armamentísticas norteamericanas. El último envío norteamericano de armas a Ucrania va a ser pagado por los países europeos de la OTAN.

Todo esto refuerza considerablemente a la industria armamentista de EE.UU., fortalece el peso económico global de sus exportaciones y mantiene la primacía político-militar norteamericana. A título de ejemplo, los aviones de combate F35, fabricados por Lokheed Martin, que son el más avanzado de los aviones militares utilizados por la mayoría de los países de la UE, no pueden despegar sin el permiso del Pentágono.

6. Preservar el dominio del sistema financiero internacional

Uno de los objetivos centrales de Trump es mantener el dominio del sistema financiero mundial, vigente desde la IIª Guerra Mundial, sustentado en el papel del dólar como moneda universal y de reserva, dominante en el comercio y las finanzas mundiales. Como consecuencia, una verdadera montaña de deuda federal, el 25% de los bonos del Tesoro, está en manos de otros países. Este papel del dólar es el “privilegio exorbitante” del que hablaba el expresidente francés Giscard d’Estaign: el que permite a EE.UU. financiar con dinero de terceros países sus déficits presupuestarios y comerciales.

El dólar no corre peligro de ser destronado a corto plazo. Sin embargo, la envergadura de la deuda federal (que ha dejado de disfrutar de la categoría de máxima solvencia que otorgan las agencias de rating) abre importantes grietas en su papel como moneda universal. La deuda federal en 2024 era, según la Reserva Federal de St. Louis (integrante de la Reserva Federal), del 120,7% del PIB norteamericano (¡40 billones de dólares!) La agencia de rating Moodys prevé que la deuda llegue al 135% en 2035, con un déficit federal del 9% del PIB (en 2024 fue del 6,4%).  La Oficina Presupuestaria del Congreso ha señalado que la ley fiscal recién aprobada significará un aumento de 3,3 billones de deuda federal en 10 años.

Todo esto representa un aumento enorme del gasto público que se dedica al pago de unos intereses al alza y, como una pescadilla que se muerde la cola, atenta contra el papel internacional del dólar. A ello hay que añadir los efectos de los aranceles de Trump, lo que también reforzará el protagonismo de otras monedas (como el yuan o el euro) en los intercambios comerciales mundiales.

7. Transformar la democracia liberal norteamericana en un régimen presidencial bonapartista

La estrategia de Trump tiene un componente básico en la transformación de la democracia liberal norteamericana en un régimen presidencialista de carácter bonapartista. Esto quiere decir: disolver la tradicional división de poderes en beneficio de un poder presidencial ilimitado, imponer una grave restricción de libertades y derechos democráticos, reprimir la disidencia, establecer un estrecho control de la población, someter a los medios de comunicación y militarizar el país.

Robert Reich[5] denuncia en un reciente artículo “el peligro inherente a la superbase de datos de Palantir[6] [obtenida a partir de la actuación del DOGE de Elon Musk] sobre todos los estadounidenses [que incluye datos personales, laborales, médicos, bancarios y redes sociales], alimentada por inteligencia artificial”.

Esta política, lejos de limitarse a EE.UU., comprende al resto del mundo y se expresa en la colaboración abierta de Trump con la AfD alemana, Bolsonaro, Meloni, Orbán,Milei, Bukele y demás fuerzas de ultraderecha.


[1] Publicado en la revista Marxismo Vivo núm. 21

[2] Trump ha arrinconado la Organización Mundial de Comercio (OMC), se ha retirado de la OMS, del Tribunal Penal Internacional (TPI), del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y del Acuerdo de París de Cambio Climático. De la UNESCO ya lo hizo en 2017. Y no ha tenido inconveniente en reclamar la anexión de Panamá, Canadá y Groenlandia (ambos, además, miembros OTAN), contra los preceptos de la ONU.

[3] Según el instituto SIPRI de Estocolmo.

[4] El punto militar más caliente de conflicto frente a China es, sin duda, el estrecho de Taiwán y el mar del Sur de China. En setiembre de 2024, la almirante Lisa Franchetti, entonces jefa de las fuerzas navales norteamericanas, declaraba que los combates navales en el mar Rojo y el mar Negro les servían para “prepararse para un ataque chino en Taiwán”: “Yo estoy muy enfocada en 2027”. El nuevo Secretario de Defensa de Trump, Pete Hegseth, en un memorándum interno ha señalado que la defensa de Taiwán es el único de escenario para el que está planeada una guerra importante, lo que significa el refuerzo de la presencia militar norteamericana en la región, en particular submarinos, bombarderos, drones, unidades especiales y marines.

[5] https://open.substack.com/pub/robertreich/p/palantir-the-worst-of-the-corporate?utm_campaign=post&utm_medium=web

[6] Palantir es una empresa tecnológica de Silicon Valley cuyo propietario es PeterThiel, rabioso ultraderechista. De origen sudafricano, es uno de los mayores apoyadores de Trump y el padrino del vicepresidente Vance. Íntimamente asociado al Pentágono, participa en primera línea en el genocidio palestino en Gaza y Cisjordania.

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miércoles, 30 de julio de 2025

CIENTOS DE TROPAS UCRANIANAS ELIMINADAS POR BRUTAL ATAQUE DE ISKANDER .S...

DIRECTO.RUSIA Y CHINA FRENAN A EEUU.NO AL ULTIMATUM DE TRUMP.ZELENSKI PR...

Los audios de Koldo descubren una estrecha relación con la Guardia Civil

 

Los audios de Koldo descubren una estrecha relación con la Guardia Civil

 

Insurgente.org / 30.07.2025

 

Los nuevos audios del exasesor ministerial Koldo García aportados a la causa muestran la estrecha relación que mantenía con la Guardia Civil, a través del Comandante,  Rubén Villalba, investigado en la Audiencia Nacional. Los clips de sonido son reflejo de un trabajo conjunto en varios temas: contratos de mascarillas, los móviles encriptados y el pago por ellos. Este mando de Información del Instituto Armado está acusado de proporcionar móviles seguros para que la trama pudiese comunicarse sin ser rastreados. A cambio, presuntamente, habría recibido 88.000 euros.

Uno de los audios:

Rubén Villalba: –Oye Koldo, ¿tú me podrías conseguir una serie botellas, pero que sean edición limitada. No sé si teneis acceso a botellas de vino que hayan tenido una produccion de 2000 botellas, 3000 botellas. Es decir, algo que sea muy limitado y poco accesible a la sociedad. Oye, no me dejes en mal lugar. Si puedes me lo dices, si no puedes me lo dices ‘oye mira Rubén búscate la vida’. No me fio ya ni un pelo de ti.

 «Oye los dos rifles (…) que tenemos nosotros tuyo, se han llevado a la armería para que lo afinen y hagan una puesta a punto. Así que en un par de semanas ya estará listo y listo para entregártelo».

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Gobierno de la UE, algunas cifras y dimisión inmediata

 


Gobierno de la UE, algunas cifras y dimisión inmediata


Luisgonz

kaosenlared

30 de julio de 2025  

 

El ejecutivo comunitario (es decir el gobierno de la UE con la señora von der Leyen a la cabeza) ha presentado el presupuesto comunitario para el periodo 2028-2034:
– Alrededor de 300.000 millones anuales (2 billones los siete años) , 1,26% del PIB.
– La propuesta recorta las ayudas agrícolas (aprox 20%) y multiplica los fondos destinados a la defensa dentro de un nuevo fondo de competitividad.

El comercio entre UE y USA (2024):
– Servicios: la Unión Europea exportó 334.000 millones e importó 482.000 millones, generando un déficit de 148.000 millones (a favor de USA)
– Bienes: con exportaciones europeas por 531.600 millones e importaciones desde EEUU por 333.400 millones, lo que dejó un saldo favorable para la UE de 198.200 millones
Es decir el balance combinado es de unos 50.000 millones de euros a favor de la UE

El ‘acuerdo’ con el ejecutivo de Trump alrededor de los aranceles:
– USA cobrará un 15% (de los 865.000 millones que importa en bienes y servicios serían 129.750 millones )
– UE cobrará 0%
– Adicionalmente el gobierno (comisión) de la UE se compromete a comprar a USA productos energéticos (gas natural licuado, petróleo y combustible nuclear) por valor de 750.000 millones de dólares (640.000 millones de euros) en tres años.
– A incrementar las inversiones en USA en 600.000 millones de dólares
– Y una cantidad no especificada de compra de material militar (según Trump aumento drástico).

Es de suponer que a este último apartado están destinados los 800.000 millones que propuso ya la presidenta Ursula v.d.L. en meses pasados (reduciendo presupuestos en servicios sociales: educación , sanidad, pensiones).

A la vista de estos datos y que en las elecciones europeas NO propusieron:

– Cambiar ayudas agrícolas (osea incrementar los precios) por armas en el presupuesto.

– Ni dedicar millonadas a incrementar el aparato militar para mayor beneficio de la industria militar, mayormente estadounidense.

Y de las pésimas negociaciones, para la UE, por parte de la Comisión y su Presidenta.

Procede que DIMITA TODA LA COMISIÓN CON SU PRESIDENTA URSULA VON DER LEYEN y emigren a USA donde serán recompensados adecuadamente.

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martes, 29 de julio de 2025

DIRECTO.RUSIA DESAFIA EL ULTIMATÚM DE TRUMP.ZELENSKI REEMPLAZADO.UCRANIA...

Indignidad europea ante el engaño trumpista

 

Indignidad europea ante el engaño trumpista

 


Juan Torres López

Rebelion

29/07/2025 



Fuentes: Ganas de escribir

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el de Estados Unidos, Donald Trump, acaban de escenificar una auténtica y desvergonzada obra de teatro.

Como ha hecho con otros países, Donald Trump no ha buscado ahora con la Unión Europea un buen acuerdo comercial para los intereses de la economía estadounidense, como él se empeña en decir. Y en lo que ha cedido von der Leyen no es en materia arancelaria para evitar los males mayores de una escalada de guerra comercial, como afirman los dirigentes europeos. El asunto va por otros derroteros.

Los aranceles del 15 por ciento acordados para gravar casi todas las exportaciones europeas los pagarán los estadounidenses y, en algunos casos, con costes indirectos aún más elevados.

Eso pasará, entre otros productos, con los farmacéuticos que se ven afectados. Puesto que en Estados Unidos no hay producción nacional alternativa y siendo generalmente de compra obligada (los economistas decimos de muy baja elasticidad de la demanda respecto al precio) los consumidores terminarán pagando precios más elevados. Suponiendo que fuese posible o interesara la relocalización de las empresas para irse a producir a Estados Unidos (lo que, desde luego no está nada claro), sería a medio plazo (lo expliqué en un artículo anterior).

Los aranceles a los automóviles europeos serán del 15 por ciento, pero los fabricantes estadounidenses deben pagar otros del 50 por ciento por el acero y el cobre, y del 25 por ciento por los componentes que adquieren de Canadá y México. Sería posible, por tanto, que los coches importados de la Unión Europea sean más baratos que los fabricados en Estados Unidos y que a los fabricantes de este país les resulte mejor producirlos en Europa y llevárselos de vuelta. Además, la mayoría de los automóviles de marcas europeas que se venden en Estados Unidos se fabrican allí, de modo que no les afectarán los aranceles, mientras que en Europa apenas se venden coches estadounidenses, no por razones comerciales sino más bien culturales o de gustos. Otros productos en los que Europa tiene ventajas, como los relativos a la industria aeroespacial y algunos químicos, agrícolas, recursos naturales y materias primas no se verán afectados.

En realidad, en términos de exportación e importación de bienes generales, el «acuerdo» no es favorable a Estados Unidos. Como explicó hace unos días Paul Krugman en un artículo titulado El arte del acuerdo realmente estúpido, el que suscribió con Japón (y se puede decir exactamente lo mismo ahora del europeo y de todos los demás) «deja a muchos fabricantes estadounidenses en peor situación que antes de que Trump iniciara su guerra comercial».

No obstante, todo esto tampoco quiere decir que Europa haya salido beneficiada. Las guerras comerciales no suele ganarlas nadie, y muchas empresas y sectores europeos (los del aceite y el vino español, por ejemplo) se verán afectados negativamente. Pero no perderán porque Trump vaya buscando disminuir el déficit de su comercial exterior, sino como un efecto colateral de otra estrategia aún más peligrosa.

La realidad es que a Estados Unidos no le conviene disminuirlo porque este déficit, por definición, genera superávit y ahorro en otros países que vuelve como inversión financiera a Estados Unidos para alimentar el negocio de la gran banca, de los fondos de inversión y de las grandes multinacionales que no lo dedican a invertir y a localizarse allí, sino a comprar sus propias acciones. El déficit exterior de la economía estadounidense no es una desgracia, sino el resultado deliberadamente provocado para construir sobre él un negocio financiero y especulativo de colosal magnitud.

Lo que verdaderamente busca Estados Unidos con los «acuerdos» comerciales no es eliminar los desequilibrios mediante aranceles. Eso es algo que no se ha conseguido prácticamente nunca en ninguna economía). El objetivo real de Estados Unidos es hacer chantaje para extraer rentas de los demás países, obligándoles a realizar compras a los oligopolios y monopolios que dominan sus sectores energético y militar y, por añadidura, humillarlos y someterlos de cara a que acepten más adelante los cambios en el sistema de pagos internacionales que está preparando ante el declive del dólar como moneda de referencia global.

En el «acuerdo» con la Unión Europea (como en los demás), lo relevante ni siquiera son las cantidades que se han hecho públicas. Los aranceles son una excusa, un señuelo, el arma para cometer el chantaje. Lo que de verdad importa a Trump no es el huevo que se ha repartido, sino el fuero que acaba de establecer. Es decir, la coacción, el sometimiento y el monopolio de voluntad que se establecen, ya formalmente, como nueva norma de gobernanza y dominio de la economía global y que Estados Unidos necesita imponer, ahora por la vía de la fuerza financiera y militar debido a su declive como potencia industrial, comercial y tecnológica.

Siendo Donald Trump un gran negociador, si quisiera lograr auténticas ventajas comerciales para su economía no habría firmado lo que ha «acordado» con Europa (y con los demás países), ni hubiera dejado en el aire y sin concretar sus aspectos más cuantiosos. La cantidad de compras de material militar estadounidense no se ha señalado: «No sabemos cuál es esa cifra», dijo al escenificar el acuerdo con von der Leyen. El compromiso de compra de 750.000 millones de dólares en productos energéticos de Estados Unidos en tres años sólo podría obligar a Europa a desviar una parte de sus compras y tampoco parece que se haya concretado lo suficiente. Y la obligación de inversiones europeas por valor de 600.000 millones de dólares en Estados Unidos es una quimera porque la Unión Europea no dispone de instrumentos (como el fondo soberano de Japón) que le permitan dirigir inversiones a voluntad y de un lado a otro. Además, establecer esta última obligación sería otro disparate si lo que de verdad deseara Trump fuese disminuir su déficit comercial con Europa: si aumenta allí la inversión europea, disminuirán las compras de Europa a Estados Unidos, y lo que se produciría será un mayor déficit y no menor. 

Lo que han hecho von der Leyen y Trump (por cierto, en Escocia y ni siquiera en territorio europeo) ha sido desnudarse en público. Han hecho teatro haciendo creer que negociaban cláusulas comerciales, pero en realidad se han quitado la ropa de la demagogia y los discursos retóricos para mostrar a todo el mundo sus vergüenzas manifestadas en cinco grandes realidades:

1. El final del gobierno de la economía global y el comercio internacional mediante reglas y acuerdos y el comienzo de un nuevo régimen en el que Estados Unidos decidirá ya sin disimulos, a base de chantaje, imposiciones y fuerza militar.

2. A Estados Unidos no le va a importar provocar graves daños y producir inestabilidad y una crisis segura en la economía internacional para poner en marcha ese nuevo régimen. Quizá, incluso lo vaya buscando, lo mismo que buscará conflictos que justifiquen sus intervenciones militares.

3. La Unión Europea se ha sometido, se arrodilla ante el poder estadounidense y renuncia a forjar cualquier tipo de proyecto autónomo. Como he dicho, a Trump no le ha importado el huevo, sino mostrar que Europa ya no toma por sí misma decisiones estratégicas en tres grandes pilares de la economía y la geopolítica: defensa, energía e inversiones (en tecnología, hace tiempo que perdió el rumbo y la posibilidad de ser algo en el concierto mundial). Von der Leyen, con el beneplácito de una Comisión Europea de la que no sólo forman parte las diferentes derechas sino también los socialdemócratas (lo que hay que tener en cuenta para comprender el alcance del «acuerdo» y lo difícil que será salir de él), ha aceptado que la Unión Europea sea, de facto, una colonia de Estados Unidos.

4. Ambas partes han mostrado al mundo que los viejos discursos sobre los mercados, la competencia, la libertad comercial, la democracia, la soberanía o la paz eran lo que ahora vemos que son: humo que se ha llevado el viento, un fraude, una gran mentira.

5. Por último, han mostrado también que el capitalismo se ha convertido en una especie de gran juego del Monopoly regido por grandes corporaciones industriales y financieras que han capturado a los estados para convertirse en extractoras de privilegios, en una especie de gigantescos propietarios que exprimen a sus inquilinos aumentándoles sin cesar la renta mientras les impiden por la fuerza que se vayan y  les hablan de libertad. 

La Unión Europea se ha condenado a sí misma. Ha dicho adiós a la posibilidad de ser un polo y referente mundial de la democracia, la paz y el multilateralismo. Ahora hace falta que la gente se entere de todo esto y lo rechace, lo que no será fácil que suceda, pues a esos monopolios se añade el mediático y porque, como he dicho, esta inmolación de Europa la ha llevado a cabo no sólo la derecha, sino también los socialistas europeos que, una vez más, traicionan sus ideales y se unen a quien engaña sin vergüenza alguna a la ciudadanía que los vota.

Fuente: https://juantorreslopez.com/indignidad-europea-ante-el-engano-trumpista/

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Kaja Kallas, belicista

 

La Alta Representante de la UE parece haber olvidado que su familia prosperó enormemente gracias a la URSS. Su padre, Siim Kallas, fue diputado y un miembro influyente de la nomenclatura soviética. Obviamente, Kallas pide a gritos ayuda psiquiátrica.


Kaja Kallas, belicista


Thomas Fazi

El Viejo Topo

29 julio, 2025 



KAJA KALLAS, LA PRINCIPAL BELICISTA DE LA UE

 

Aunque Ursula von der Leyen sobrevivió a la moción de censura en el Parlamento Europeo el 10 de julio, el resultado (175 votos a favor) expuso el creciente descontento con ella. Sin embargo, la moción se dirigía a toda la Comisión Europea, y en particular a la adjunta del presidente: Kaja Kallas, vicepresidenta de la Comisión y Alta Representante para Asuntos Exteriores.

La figura más próxima al cargo de ministro de Asuntos Exteriores en la arquitectura europea es una verdadera amenaza para Europa. Kaja Kallas ha cimentado su carrera en una rusofobia desenfrenada, que atribuye a los horrores que experimentó durante su infancia en la Estonia bajo control soviético. El 23 de agosto de 2023, siendo aún primera ministra de Estonia, al visitar el monumento a las víctimas del comunismo en Maarjamäe, denunció con vehemencia los «monstruosos crímenes cometidos por el comunismo».

Sin embargo, la realidad es muy distinta. Su familia, lejos de ser víctima de la opresión soviética, vivió una existencia relativamente cómoda dentro del aparato de poder soviético. Su ascenso se vio facilitado, en gran medida, por el mismo sistema soviético que ella demoniza hoy.

Esta ironía arroja una densa sombra sobre su postura moral antirrusa: es difícil reconciliar sus llamamientos a una línea dura e inflexible contra Rusia con el hecho de que gran parte del prestigio de su familia –y por lo tanto el suyo propio– fue posible gracias a las oportunidades que ofreció la Unión Soviética.

Kallas, ex primera ministra de Estonia (un país de apenas 1,4 millones de habitantes, el mismo número que la ciudad de Milán) fue confirmada como nueva Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores en diciembre de 2024. Desde entonces ha encarnado, más que nadie, la combinación de incompetencia e irrelevancia que caracteriza hoy a la UE.

En un momento en que la guerra en Ucrania representa sin duda el desafío clave para la política exterior europea, es difícil imaginar a alguien menos adecuado para el papel que Kallas, cuya hostilidad visceral hacia Rusia raya en la obsesión.

En su primer día en el cargo, durante una visita a Kiev, publicó en X : «La Unión Europea quiere que Ucrania gane esta guerra». Esta declaración desató inmediatamente la preocupación en Bruselas, donde los funcionarios la consideraron contraria al lenguaje diplomático estándar, dos años después del inicio del conflicto. «Sigue actuando como si fuera primera ministra», observó un diplomático.

Apenas unos meses antes de su nombramiento, había propuesto dividir a Rusia en “pequeños estados” y desde entonces ha pedido repetidamente la restauración total de las fronteras de Ucrania de 1991, incluida Crimea, una posición que descarta cualquier negociación.

Aunque incluso Donald Trump ha reconocido que el ingreso de Ucrania en la OTAN es poco realista, Kallas insiste en que sigue siendo un objetivo, a pesar de haber sido una línea roja para Rusia durante casi 20 años. Kallas incluso declaró: «Si no ayudamos más a Ucrania, entonces todos tendremos que empezar a aprender ruso». Sin importar que Rusia no tenga ninguna razón estratégica, militar ni económica para atacar a la UE.

A principios de este año criticó duramente los intentos de Trump de negociar el fin del conflicto, calificándolos de «trato sucio». No sorprende que el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, cancelara abruptamente una reunión programada con ella en febrero pasado. La obsesión de Kallas con Rusia la ha silenciado en todos los demás temas de política exterior.

Su retórica agresiva y unilateral —a menudo expresada sin consultar previamente a los Estados miembros— ha distanciado no solo a gobiernos abiertamente euroescépticos y críticos con la OTAN, como los de Hungría y Eslovaquia, sino también a países como España e Italia, que, si bien apoyan la postura de la OTAN hacia Ucrania, discrepan de la idea de que Moscú representa una amenaza inminente para la UE. «Escuchándola, parece que estamos en guerra con Rusia, pero esa no es la postura de la UE», se quejó un funcionario europeo a Politico .

Técnicamente, la función del Alto Representante es reflejar el consenso de los Estados miembros, como una extensión del Consejo, y no actuar con autonomía, como una figura supranacional. Sin embargo, Kallas interpreta su función de forma diferente, actuando repetidamente como si hablara en nombre de todos los europeos: un enfoque verticalista y antidemocrático que refleja una tendencia autoritaria más amplia, llevada al límite por Von der Leyen.

A pesar de sus declaraciones en defensa de la democracia, Kallas no fue elegida para su cargo actual y su partido, el Partido Reformista de Estonia, recibió menos de 70.000 votos en las últimas elecciones europeas, es decir, menos del 0,02% de la población europea.

De hecho, Von der Leyen ha llenado la Comisión con funcionarios bálticos de una región con una población total de poco más de seis millones de habitantes, colocándolos en puestos clave de defensa y política exterior. Estos nombramientos reflejan una alineación estratégica entre las ambiciones centralizadoras de Von der Leyen y la visión ultraintervencionista de la clase política báltica. Ambos comparten un compromiso incondicional con la línea de la OTAN y una profunda hostilidad hacia cualquier forma de diplomacia con Moscú.

El fervor antirruso de Kallas la convirtió en la elección natural para el cargo. Sin embargo, su familia no solo no fue víctima del sistema soviético, sino que fue parte activa y privilegiada de él. Kaja Kallas pertenece a una de las familias políticas más poderosas de Estonia, cuyo ascenso se vio facilitado, en gran medida, por el mismo sistema soviético que ahora condena.

Su padre, Siim Kallas, fue un miembro influyente de la nomenclatura soviética. Alto funcionario del Partido Comunista, ocupó puestos destacados en el sistema bancario y mediático de la URSS. Durante la perestroika, incluso fue elegido miembro del Congreso de los Diputados del Pueblo de la Unión Soviética.

Después de que Estonia obtuvo su independencia en 1991, Kallas padre rápidamente regresó a la política postsoviética, convirtiéndose en presidente del Banco Central de Estonia, luego fundador del Partido Reformista, Ministro de Asuntos Exteriores, Ministro de Finanzas, Primer Ministro (2002-2003) y, finalmente, Comisario Europeo durante más de una década.

Por lo tanto, no sorprende que, tras finalizar sus estudios en 2010, Kaja se adentrara en la política en el partido de su padre, siguiendo su trayectoria en Bruselas tras ejercer como primera ministra en su país natal entre 2021 y 2024. Es difícil no ver cómo la continuidad de las élites y los privilegios heredados han influido en su ascenso político. Y cabe preguntarse si su postura antirrusa es realmente fruto de profundas convicciones o si es más bien una tapadera para sus ambiciones personales.

Un episodio arroja luz sobre su postura geopolítica: en 2023, siendo aún primera ministra, tres importantes periódicos estonios pidieron su dimisión tras descubrir que la empresa de transporte de su marido seguía haciendo negocios con Rusia, a pesar de la invasión de Ucrania. Kallas minimizó el escándalo y se negó a dimitir, alegando no haber cometido ninguna irregularidad. Esta conducta desató acusaciones de hipocresía: mientras Kaja Kallas exigía el aislamiento económico total de Rusia, ignoraba los vínculos comerciales de su familia con ese país.

Kallas va de un error a otro. Recientemente, logró ofender a casi todos los ciudadanos irlandeses al afirmar que la neutralidad de Irlanda se debe a que el país nunca ha sufrido «deportaciones masivas» ni «supresión de la cultura y la lengua», una afirmación extraña, considerando la larga historia de colonialismo británico y la masacre de los Problemas de Irlanda.

Pero algunos errores tienen consecuencias más graves. En una reunión con el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, Kallas instó a Pekín a condenar a Rusia y alinearse con el «orden internacional basado en normas». Yi, habitualmente muy comedido, respondió con firmeza , recordando que China no apoya militarmente a Moscú, pero que tampoco aceptará su derrota.

Yi podría haberse referido a una declaración anterior de Kallas: «Si Europa no puede derrotar a Rusia, ¿cómo podrá enfrentarse a China?». El hecho de que Kallas se sintiera con derecho a dar sermones a China sobre derecho internacional y el orden basado en normas demuestra no solo una sorprendente ceguera ante la menguante influencia global de Europa, sino también una total inconsciencia de cómo se percibe la doble moral europea en Pekín y en todo el Sur global. Si bien ha condenado enérgicamente los ataques rusos contra civiles, sistemáticamente ha minimizado, o incluso excusado, las atrocidades israelíes en Gaza.

Un informe de la UE filtrado recientemente confirmó que Bruselas es plenamente consciente desde hace tiempo de que Israel está cometiendo crímenes de guerra, como «hambruna, tortura, ataques indiscriminados y apartheid». Sin embargo, Kallas nunca ha condenado a Israel ni ha cuestionado las relaciones entre la UE e Israel. Asimismo, ha guardado silencio ante las amenazas estadounidenses de anexionarse Groenlandia y ha apoyado los bombardeos estadounidenses e israelíes contra Irán, una clara violación del derecho internacional.

Esta moral selectiva ha dañado gravemente la credibilidad de la UE, especialmente ante el Sur global. Pero sería un error culpar solo a Kallas. En última instancia, el principal problema no es ella, sino el sistema que la hizo posible: un sistema que premia a los halcones más intransigentes, ignora la democracia y reemplaza la posición política con la ostentación en las redes sociales. Si Europa continúa por este camino, no solo perderá su papel en el mundo, sino que se convertirá en el símbolo mismo del declive de Occidente hacia una kakistocracia: el gobierno de los peores, los menos competentes y los más inescrupulosos.

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