sábado, 31 de mayo de 2025
Aranceles o globalización, elijan
EEUU lanzó la
eliminación de aranceles como parte de las estrategias dominantes del
neoliberalismo. EEUU lidera la restauración de los aranceles. ¿Significa eso
que la globalización pasó a mejor vida? ¿Trump es un loco, o un gran estratega?
Aranceles o globalización, elijan
Joan
Robinson
EL VIEJO TOPO
31 mayo, 2025
Hay que saber
de economía para que no nos engañen los economistas
1. LOS
ARANCELES
Un arancel es
un impuesto y de lo que se está debatiendo desde hace meses es del “arancel de
aduanas”, los derechos a pagar por la importación de mercancías de procedencia
extranjera, es decir un impuesto a las importaciones. Lo que se compra al
extranjero se grava con un impuesto que hay que pagar para que el producto
pueda pasar por la aduana y que lo recibe el Estado. Todos pagamos impuestos
cada vez que compramos algo, normalmente el IVA, que en el tipo general es del
21%.
Los aranceles
se inventaron para proteger las economías locales, a la vez que suponen un
ingreso para el recaudador. En la obra clásica Diccionario de Economía (Alianza
Editorial) se define que el arancel de aduanas “Protege la producción nacional,
y de su aplicación se derivan ingresos para el presupuesto”, obra
dirigida por un progresista Ramón Tamames publicada allá por 1988, cuando el
autor era reconocido como uno de los mejores economistas. En su breve
definición se señalan las dos consecuencias principales que provocan los
aranceles: proteger la producción nacional frente la competencia extranjera y
producir ingresos para el Estado, como cualquier impuesto público.
Un poco de
historia. En la Edad Media europea se fueron implantando aranceles en las
múltiples aduanas de las fronteras existentes, primero para proteger a los
artesanos de cada lugar (comarca o territorio feudal), después a la industria
de cada región o país. Todos los Estados impusieron aranceles al alza, hasta
que llegamos a mediados del siglo XX. Por un lado se crea la Comunidad
Económica Europea para eliminarlos paulatinamente entre sus países miembros,
creando un área de libre comercio que aspiraba a ser mucho más que una unión
económica. Así comienza la construcción de la Unión Europea, como una zona
libre de aranceles que fuera creando también una armonización política y
social. Las diferencias salariales y de derechos laborales y sociales se fueron
reduciendo entre los países miembros de la Unión. Fue positivo para el
desarrollo socioeconómico del conjunto, no exento de desajustes. El objetivo de
la armonización y de reducir los desajustes obligó a la creación de múltiples
normas reguladoras para compensar las diferencias entre países. Por ejemplo, la
Política Agraria Común (PAC), creada nada menos que en 1962, regula todo lo que
se puede o no producir en cada país, es una planificación económica estricta,
hasta unos niveles más propios de una economía planificada que del libre
mercado capitalista.
Las uniones de
libre comercio producen, entre otros efectos, una acelerada especialización
económica. Por ejemplo, España entró en la UE bajo unas condiciones estrictas
sobre lo que su agro-ganadería podía producir, para que sobre todo la de
Francia no se hundiera. Francia impuso esas condiciones para aprobar la entrada
de España. Aun así es evidente que, visto en perspectiva histórica, esa mini
globalización europea ha sido beneficiosa para el conjunto de sus países
miembros, para el desarrollo del Estado social y para las clases trabajadoras
de la Unión.
Pero ¿qué pasa
si creamos zonas de libre comercio, sin aranceles, por ejemplo con Marruecos y
más aún con el resto de África, Asia etc? La economía agraria e industrial de
España y buena parte de la UE desaparecería ¿Puede competir una empresa
agrícola o industrial española con una marroquí que paga a sus empleados una
quinta o sexta parte por su trabajo? Imposible. Incluso si miramos el salario
medio en 2024: en España es de 1.323 euros, en Marruecos 288. Por no hablar del
volumen de la economía sumergida en ambos países, más del triple en Marruecos
según algunos estudios, ni de los controles sobre el uso de plaguicidas, herbicidas,
etc. Por mucho que nuestro ministro de Agricultura se empeñe en convencernos de
que todo lo que entra en España pasa los debidos controles fitosanitarios
¿cuantas inspecciones y controles hay en las fronteras, cuántos inspectores hay
in situ?
2. LA GLOBALIZACIÓN
¿Qué ha pasado
en el mundo desde los pasados años setenta? Estados Unidos lanzó la eliminación
de aranceles como parte de las estrategias dominantes del neoliberalismo. La
globalización sería positiva para todos, nos dijeron. El tándem ultraliberal
Reagan-Thatcher propuso la eliminación de aduanas económicas y la reducción de
los Estados al mínimo posible. Los controles fronterizos solo para evitar la
emigración masiva. Todo el poder para las empresas. Las más grandes se comerán
a las pequeñas, las economías fuertes a las débiles. Las multinacionales
pasaron a ser transnacionales, con poder e implantación mundial. En el corto
plazo los Estados fuertes, norteamericano, británico, occidentales, aumentaron
su poder.
Hay que hacer
un inciso para explicar la globalización. Como proceso de intercomunicación
mundial, es un fenómeno histórico natural: mestizaje, fusión y contaminación
entre culturas, economías, tecnología… Es un proceso que se ha dado lenta y
paulatinamente desde siempre en la historia de las civilizaciones. El
incremento constante del comercio y la comunicación entre países y continentes
conllevó beneficios culturales y para el avance de la ciencia, y perjuicios
para las sociedades más simples y minoritarias, muchas han desaparecido.
Pero la
globalización moderna aceleró enormemente estos procesos. Hasta el punto de que
podemos decir que la globalización neoliberal imperante desde los años
setenta/ochenta es un proceso nuevo, diferente a lo que había existido, que
quiere imponer sus reglas de mercado como únicas y que se está dando en al
menos cinco ámbitos diferentes: 1. En la Cultura. Es la neoglobalización más
antigua, como proceso de exportación del modelo de vida norteamericano a través
de su potente industria cultural: películas, música, bebidas, comida rápida…
el american way of life como forma de vida y conjunto de
valores y creencias que Hollywood vendió como lo mejor del mundo y a imitar por
todos. 2. Económica. Desregulación y deslocalización del capital financiero
especulativo y, en menor medida, de la industria que seguía teniendo aranceles
pero cada vez menores. Libertad para el movimiento de capitales pero no de los
recursos humanos, no de las personas. 3. Tecnológica y científica.
Especialmente de las tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) que
en el siglo actual conforman un mismo cuerpo con la anterior. 4. Del crimen
organizado. Tráfico de drogas ilegales, de armamento (legal e ilegal), tráfico
ilegal de mercancías -el de obras de arte y de falsificaciones es el que más
dinero mueve después de los anteriores- y tráfico ilegal de personas. 5. Y la
globalización política y social, de los derechos humanos, de la democracia, del
poder de la ciudadanía, que es la que menos se da o que menos se respeta.
Regulada por organismos y acuerdos internacionales con escasísimo poder (ONU,
OMS. Corte Penal Internacional, protocolo de Kioto…).
En los años 70
las teorías de Milton Friedman y de la Escuela de Chicago se extendieron y los
nuevos lobbies norteamericanos e internacionales transmitieron incluso el
mensaje de que en las sociedades occidentales había un “exceso de democracia”
que había propiciado levantamientos como los de movimientos sociales de mayo de
1968 y la extensión de las ideas “social-comunistas”. La batalla de las ideas
había comenzado con las propuestas de los think-tanks que fueron en el sentido
de “1) obligar a los norteamericanos y al mundo entero a regresar a los
parámetros del capitalismo salvaje; 2) imponer un retorno a los ‘genuinos
valores americanos’ de corte puritano… Se estaba tramando la revolución
de los muy ricos, como la bautizó Galbraith… A la altura de 1980 los
neoliberales se hicieron con las riendas del Fondo Monetario Internacional y
del Banco Mundial, dejando fuera de combate a varias generaciones de socialdemócratas”
(Garcia–Rosales y Penella 2011:21-27 1).
Estas
propuestas neoliberales triunfan en los años 80 y se imponen como hegemónicas a
nivel mundial, partidarias de la globalización, la desregulación de los
mercados y la flexibilidad laboral: menos normas, menos rigideces comerciales
y menos regulaciones a todos los niveles, que incluye libertad de despido,
menos derechos laborales y sociales y privatizaciones. En palabras de Zygmunt
Bauman es la modernidad líquida, menos Estado y más mercado. Los
derechos legales, antes sólidos como rocas, se licuan y se nos escapan entre
los dedos de la mano cuando tratamos de atraparlos. Podríamos añadir que ahora,
en muchos países, se han hecho gaseosos y se esfuman en el aire.
En la España de
Felipe González de los años 80 se cerraron los astilleros, los Altos Hornos,
las siderurgias… España que se dedique al turismo y poco más. Pasar de la
producción manufacturera a una economía de servicios le llamaron “reconversión
industrial”, pero la industria no se estaba reconvirtiendo simplemente se
cerraba, se pasaba a la nada. En Europa solo Alemania fabricará algo, lo demás
lo compraremos fuera, donde haya mano de obra barata.
Alberto Garzón:
“se impuso la lógica del mercado como principio rector, cuya máxima expresión
fue la famosa frase de Carlos Solchaga, ministro de industria de aquellos años,
según la cual «la mejor política industrial es la que no existe». Como
consecuencia de aquella ceguera, España protagonizó uno de los procesos de
privatización más intensos de Europa … pero esto resultó ser prácticamente una
excepción en Europa. Por ejemplo, Austria, Finlandia, Alemania, Italia y Suecia
son países que tienen más de 10 empresas públicas energéticas… Salta a la vista
que privatizar empresas públicas no fue una obligación, sino una elección
política” (Necesitamos
una empresa energética pública).
Los procesos de
globalización/privatización, como dos caras de la misma moneda, fue contestado
por los movimientos sociales de todos los países del capitalismo avanzado.
Desde los agricultores franceses hasta los obreros industriales de medio mundo
protestaban por un proceso que disminuía sus beneficios y hacia peligrar la
existencia de múltiples puestos de trabajo. Se les bautizó como movimientos
antiglobalización y en 1999, en la cumbre de Seatle de la OMC y los organismos
financieros internacionales, paralizaron la ciudad y obligaron a suspender las
reuniones. Las protestas continuaron por años a favor de Otro Mundo es
Posible.
Monereo lo
describe más claramente: “En todas partes la globalización transformó las
relaciones de poder entre las naciones y las clases, impuso una nueva división
del trabajo y formas flexibles de gestión de la fuerza laboral, propició la
descentralización productiva y debilitó enormemente el poder contractual de los
sindicatos, allí donde tenían peso e influencia; es decir, en las economías
centrales. Dicho de otra forma, la globalización generó coaliciones de
ganadores y perdedores tanto social como territorialmente; las desigualdades
sociales se incrementaron y las viejas identidades de las clases subalternas se
fueron disolviendo en un espacio público cada vez más colonizado por un
individualismo que se hizo de masas, por el descrédito del socialismo (en
cualquiera de sus acepciones) y rechazo de la política como instrumento de
transformación social … Todo esto terminó con la crisis financiera
internacional de 2008 … Biden no es la democracia; Trump no es el fascismo.
Donald Trump es efecto y no causa de esta crisis. Quien no parta de aquí,
difícilmente entenderá el conflicto que asola al Occidente colectivo” (La Guerra
civil del occidente colectivo | Manolo Monereo).
Estar en contra
de la globalización neoliberal era apostar por las economías de proximidad,
solo posibles con el mantenimiento de aranceles y aduanas económicas, y
manifestarse en contra de las zonas de libre comercio, como la creada entre
México, EEUU y Canadá.
El proceso de
globalización neoliberal se aceleró a principios de siglo cuando se apuntó
China, apostó por el libre comercio y entró en la Organización Mundial del
Comercio (OMC). Se pasó a una nueva fase. En pocos años China, la India y el
sudeste asiático se convirtieron en la fábrica del mundo. Los gurús neoliberales
occidentales no podían imaginar que un enorme país, con un Estado fuerte,
gobernado autoritariamente por un partido comunista, se convirtiera en pocos
años en el mayor abanderado de la globalización neoliberal capitalista en lo
internacional. No les cabía en la cabeza.
Las economías
nacionales se resintieron, las empresas, pequeñas y grandes, no podían competir
con los gigantes de Asia en un mercado desregularizado. El desarrollo
tecnológico mundial empezaba a cambiar de sitio. El asentamiento occidental,
como productor-controlador propietario del desarrollo del conocimiento
científico y de la industria más sofisticada, dejaba de estar en EEUU (Silicon
Valley) y Europa para competir en situación de desigualdad con los gigantes
orientales. China no se limitaba a fabricar barato, competía en todos los
sectores.
En 1998 se crea
en Francia la conocida entidad ATTAC, siglas de “Asociación por la Tributación
de las Transacciones Financieras y la Acción Ciudadana”, en el año 2000 en
España, para precisamente promover que se cargara con un impuesto a las
transacciones financieras internacionales, con un objetivo doble: reducir la
hiperespeculación en estas transacciones y obtener unos ingresos para los
Estados para reducir la desigualdad. A partir de la propuesta conocida como
Tasa Tobin se calculaba que grabando con un impuesto del 0,1% a estos
intercambios financieros se podría acabar con el hambre en el mundo (la presión
promovida por movimientos y asociaciones como ATTAC consiguieron que se
aplicara en algunos países según casos, a empresas españolas solo a las
que tienen una capitalización bursátil superior a mil millones de euros, con un
tipo impositivo del 0,2%).
Aun en 2014 y
2015 se seguían promoviendo nuevas áreas sin aranceles y de libre comercio, que
provocaron campañas internacionales en contra, como la realizada en
contestación al nuevo Tratado Transatlántico de Libre Comercio e Inversión
(TTIP), con movilizaciones y mesas en la calle, promovidas en España por las
asambleas del 15M o sus sucesores ¿ya se nos ha olvidado todo esto?
El TTIP era una
huida hacia adelante, en la misma dirección neoliberal que había demostrado ya
sus fracasos, especialmente desde la Gran Crisis de 2007/8. Desde hace lustros
en USA se es consciente de que no podían seguir sacando réditos a la
globalización y trata de recomponerse y revertir la situación.
Ahora llegamos
a la nueva era Trump, con un aparente mundo al revés. Hace unas semanas la
televisión estatal china emitía en sus informativos los videos de Reagan a
favor de la globalización y en contra de los aranceles, mientras las cadenas
norteamericanas repetían machaconamente los mensajes de su Gobierno en el
sentido contrario.
3. LA COMPLEJIDAD DE LA GLOBALIZACIÓN Y SUS DESASTRES ECOLÓGICOS
Hay que
considerar que la globalización y la hiperespecialización territorial produce
efectos contradictorios:
– Ecológicos
catastróficos en múltiples ámbitos. El transporte: decenas de miles de aviones
y barcos transportando diariamente mercancías de un continente a otro. Hasta el
punto, lo vimos con la pandemia, de que en Europa no se fabricaban apenas
mascarillas, venían de China, y todo lo demás también. Desde los palitos para
el chupa-chups hasta las gominolas, pasando por todo lo que lleve plástico ¿Las
nueces? de California. En los súper tenemos lentejas de EEUU ¿La fruta? buena
parte de América. Alberto Garzón ha recordado que “todo el comercio
internacional se desenvuelve sobre la base de energía abundante y barata,
especialmente gracias a los combustibles fósiles”, pero los análisis críticos
en este sentido son escasísimos.
Cuerpo, ministro
de Economía, indicaba en entrevista reciente que el comercio entre América y
Europa factura 4.400 millones de euros ¡cada día! Y que este comercio es
fundamental para la economía mundial. Desde luego ¿Y para la salud
medioambiental? Copiando a Friedman y la fabricación de un simple lápiz, Cuerpo
nos explicaba en el Parlamento donde se ha fabricado cada parte de sus gafas:
el cristal en un país, las varillas en otro, los tornillos en otro, el plástico
en otro. Fantástico ¡viva la globalización y el libre mercado! Le faltó gritar.
Para fabricar
un automóvil europeo o norteamericano intervienen empresas de cinco o seis
países en los que, en diferentes fábricas, cada una produce algo que envía a
miles de kilómetros de distancia para seguir con la producción, y el montaje se
realizará en otro país… Más consecuencias para el medio ambiente.
– Cierre de las
empresas nacionales que no están en el reparto mundial, que no les toca
producir eso que fabricaban porque otros lo harán por menos precio, ya que los
trabajadores de esos países cobran la décima parte o menos que sus colegas
europeos, en su equivalente en euros. Influido también por el valor de cambio
de sus monedas nacionales.
– Por contra,
también es evidente que cuando se crea una zona de libre comercio entre varios
países, favorece la creación de empresas productivas, de capital extranjero
generalmente, en los países más débiles económicamente. Esto favorece la
economía de estos países menos desarrollados, al menos en el corto plazo. La
zona de libre comercio entre México y EEUU favoreció la creación de miles de
empresas manufactureras, del textil y otros sectores, en México. Favoreciendo
el desarrollo económico de este país y el cierre de empresas en el norte. En la
balanza hay que tener en cuenta este factor.
Pero mientras
existan enormes diferencias en los niveles de renta, en el valor de cada moneda
y en los derechos sociolaborales entre unos países y otros, el libre mercado
desregularizado provoca el cierre de empresas y provocará la disminución de derechos
en el país más desarrollado.
Primera
conclusión: los aranceles son necesarios mientras no exista una armonización
mundial de los ingresos económicos, de los derechos sociales y laborales y una
armonización del valor de cambio de las monedas nacionales. Estos procesos de
igualación social y equiparación mundial son positivos y pueden ocurrir a nivel
planetario, pero no parece que se vayan a dar antes de tres o cuatro décadas, o
en un siglo o nunca, que es básicamente lo mismo. Mientras estos procesos de
armonización económica y de derechos a nivel mundial no lleguen, los aranceles
son necesarios, imprescindibles, si no queremos hundir las economías nacionales
y locales y con ellas nuestros derechos.
En un artículo
reciente Andrés Villena relataba como el economista Michael Pettis en su
estudio ‘Las guerras comerciales son guerras de clase’ (ed. Capitán Swing),
“ofrece un enfoque y una solución bien distintos de la propuesta en los debates
mayoritarios: China debe repartir el excedente empresarial de su economía
aumentando el valor de sus pensiones públicas, de los servicios de bienestar,
que aún no son universales, de los salarios y de unas inversiones que se hacen
imprescindibles en un periodo de incertidumbre radical y transformación
industrial forzada por el clima y por otras amenazas” (Guerras
comerciales que encubren guerras de clase).
– Las amenazas
de Trump con una guerra comercial mundial han provocado que se prevea una
posible recesión económica y el descenso en el comercio mundial -beneficioso
para el medio ambiente-, lo que a su vez ha provocado una inmediata rebaja en
el precio del petróleo. Si va a haber menos comercio habrá menos demanda de
petróleo, lo cual es bueno para el medioambiente y malo para las empresas
petroleras. A menos demanda la respuesta es bajar los precios para amortiguar
lo anterior: se anima a su consumo al ser más barato -vender más para mantener
los ingresos de las petroleras. Con lo cual volvemos al mismo punto: los
posibles beneficios al medioambiente con la disminución del comercio mundial se
anulan o amortiguan con un petróleo barato.
4.TRUMP
¿IDIOTA, PAYASO, FANFARRÓN O ASTUTO INTELIGENTE? ¿O TODO A LA VEZ?
Según lo visto
en los últimos meses, la mayoría de las izquierdas están ancladas en un
análisis simplista, liberal y cortoplacista de la guerra comercial arancelaria.
Es difícil encontrar análisis que vayan más allá de decir que los aranceles son
malos y Trump malo malísimo.
Las guerras,
también las comerciales, son malas en sí mismas. Vale, de acuerdo. Pero
profundicemos un poco. La solución no es en absoluto una zona de libre comercio
mundial y/o todos contra USA, como propone asiduamente el exministro socialista
Miguel Sebastián. En este tema, el consenso entre las derechas y las
socialdemocracias nacionales e internacionales es abrumador.
Decir que Trump
tiene razón en algo puede parecer una provocación. Acostumbrarse a historias de
buenos y malos es lo más fácil para no profundizar en el análisis. Trump no es
ni supervillano ni idiota. Decir que es fascista, neofascista o posfascista, no
va a alejar a sus seguidores y votantes, al igual que decirlo de Vox no le ha
quitado votos.
Es cierto que
el mundo no estaba preparado, y los más adultos menos lo estamos, para asumir
que el Presidente de la potencia militar y económica más grande y armada de la
historia es un machista fanfarrón mal hablado, matón de colegio, que insulta a
cualquiera, sea dirigente político o institucional de todo país, sea amigo o
enemigo (me besan el culo, la UE nos estafa…).
Inevitablemente
Donald Trump tiene razón en algunas cosas, como cuando dice que América, es
decir USA, ha venido perdiendo poder económico, militar, político y cultural en
las últimas décadas, sobre todo en este siglo. Ahora intenta que EEUU recupere
poder mundial con políticas agresivas en todos los frentes, con políticas
rupturistas y sin precedentes en la historia, principalmente en tres ámbitos:
guerra comercial (aranceles y restricciones, un giro copernicano al comercio
mundial y por tanto a la economía), agresión al medio ambiente (facilitando la
extracción de combustibles fósiles) y rearme a todos los niveles, aumentando la
inestabilidad mundial y en Oriente próximo (Israel no ha dejado de ser punta de
lanza de la penetración del Imperio en Asia) y reducción de los DDHH también en
el interior (racismo, expulsión de migrantes…). A pesar del previsible aumento
puntual de los ingresos por los aranceles, la economía estadounidense se sigue
basando en un hiperendeudamiento público y privado muy por encima de sus
posibilidades, insostenible en el largo plazo.
Abundando en
ejemplos, Trump ha asestado un golpe de muerte a la Organización Mundial del
Comercio (OMC). J.F. Collin (Viento Sur): “Recordamos que la OMC nació de
la voluntad estadounidense de imponer la globalización económica al resto del
mundo. Después de lograrlo, los gobiernos estadounidenses demuestran ahora que
no tienen absolutamente nada que ver con esta organización y los tratados que
han impuesto a todos sus socios, que pisotean sin restricciones … el
capitalismo no es un inocente juego de libre empresa y libre comercio, sino un
sistema depredador de la humanidad y el planeta guiado por codiciosos. Necesita
ser regulado. Siempre lo ha estado y siempre lo estará. Al menos mientras
existan los Estados”.
Luis Ángel
Hierro (en Público.es) profundizaba en esta línea: “Trump está siguiendo la
lógica de organizar la economía norteamericana para una hipotética guerra
global contra China … La política autárquica es una política de producción no
de precios; el objetivo es tener capacidad de producir, no conseguir los bienes
más baratos. En la lógica de la economía para la guerra son perfectamente
coherentes los aranceles de Trump, ya que los aranceles lo que pretenden es
reducir las compras del exterior, la dependencia externa, y ampliar la producción
nacional”.
5.LOS ARANCELES
SON POSITIVOS, EN SU JUSTA MEDIDA
Lo difícil es
eso, encontrar la medida justa. Dependerá de cada caso, pero aranceles a la
importación por debajo del 15 o 20% perjudican gravemente a todas las
economías, también a las de la UE, a sus empresas y a sus trabajadores. Serían
admisibles solo sobre algunas materias primas y productos imprescindibles para
la propia producción nacional o regional. Por encima del 40% ralentizan y
paralizarían buena parte del comercio internacional.
Los aranceles
entre USA y la UE han estado entre el 3 y el 5% durante décadas. Es una
barbaridad que está cambiando y va a cambiar sustancialmente. Aunque algunos
magnates, como Elon Musk y los accionistas de Amazón o Apple, trabajen para que
los aranceles sean lo más cercano a cero. El primer ministro británico Keir
Starmer ha sido el primero en pactar pero con un arancel universal del 10% a
las exportaciones hacia EEUU y abriendo el mercado de Reino Unido a la carne de
vacuno. Al menos eso fue lo pactado en abril, cada mes las posiciones han
podido cambiar varias veces.
Es una de las
tácticas de Trump: cambios y giros del guion, crear incertidumbre constante. Lo
cual es malo para los mercados y la bolsa, los inversores quieren seguridad.
Las tácticas de Trump son propias de una economía de guerra, provocar miedo
entre la población -así protestará menos- o asustar con una guerra comercial
constante, sabiéndose el más fuerte en el enfrentamiento. Si la guerra
comercial no le sale bien pasará a la otra. A corto plazo es evidente que
provoca malestar e inflación en el mercado interior norteamericano. Y si la
economía va a peor la única forma de mantener apoyos es la guerra, los
llamamientos a unirse frente al enemigo exterior. No parece que esta vaya a ser
la vía, al menos por ahora. Pero de momento provoca miedo en todos los ámbitos,
ese es uno de sus objetivos.
Buscando
análisis críticos sobre el tema, alejados del discurso hegemónico del libre
comercio, he encontrado algún artículo y posicionamiento pero cuesta trabajo
encontrarlos. Algunos ya los he citado. El panorama simplista, descriptivo y
superficial contra los aranceles, es mayoritario, aplastante. Posturas críticas
al libre comercio son minoritarias y marginadas en los medios. Esperemos que
vayan a más.
Por ejemplo
está la postura de Ecologistas en Acción de Andalucía: “El confinamiento debido
a la COVID puso de manifiesto la vulnerabilidad que implica la orientación
exportadora y la dependencia de importaciones… Necesitamos superar el debate
entre liberalismo y proteccionismo económico con un nuevo modelo de producción
y comercio con justicia ecosocial donde los aranceles pueden ser útiles si nos
ayudan a relocalizar diversificando las producciones locales… la solución -a la
guerra comercial trumpista- no es una huida hacia delante buscando mercados
internacionales alternativos para profundizar la globalización económica con
sus nefastas consecuencias de desigualdad social y destrucción ambiental” (Aranceles,
¿una oportunidad para reorientar el modelo productivo agrario andaluz pasando
de la exportación a la Soberanía Alimentaria? • Ecologistas en Acción).
Efectivamente, la solución no está en más globalización o en una nueva
globalización económica total, mientras no exista en todo lo demás.
¿Estamos en un
cambio de ciclo o en el fin de la democracia como la entendemos?
Terminamos con
la opinión de Josep Ramoneda, un tanto pesimista y que abre debates para otros
análisis “¿En esta nueva etapa, la democracia seguirá siendo factible? Esa es
la cuestión de fondo ¿Qué significa que los acompañantes de Trump digan que su
libertad es incompatible con la democracia? ¿Debemos entender que la democracia
liberal es una etapa que corresponde a un periodo determinado y que ahora
entramos en otra fase en la que esa democracia está en fase de
extinción? … En el capitalismo industrial existía un espacio físico
en el que las partes se encontraban. Y eso ahora está difuminado … el señor
Elon Musk dispone de un poder que no había tenido ningún otro empresario en el
capitalismo” (https://www.eldiario.es/cultura/josep-ramoneda-elon-musk-dispone-no-habia-tenido-empresario-capitalismo-cat_128_11802598.html).
Sociólogo Pensamientos Talberich
1 Garcia–Rosales, C. y Penella, M. (2011): Palabras
para indignados. Madrid, Mandala Ediciones.