lunes, 8 de septiembre de 2025

Contra Marx y contra Venezuela

 


Contra Marx y contra Venezuela

 

 

Iñaki Gil de San Vicente

kaosenlared

8 de septiembre de 2025  

 

«Las enseñanzas de Karl Marx son “fundamentalmente incompatibles con el orden democrático liberal”»1

«Nos aseguraremos de que solo los mejores y más brillantes den clases en Oklahoma, no los “adoctrinadores marxistas” […] Están tratando de manipular la mente de nuestros niños para convertirlos en luchadores por la justicia social, en lugar de dar a los niños el talento para conseguir un buen trabajo y vivir una buena vida» 2

¿Qué relación puede existir entre estas dos citas y la amenaza de invasión de Venezuela por EEUU? ¿Cómo se refuerzan el genocidio palestino, el terrorismo sionista contra Yemen, la corrupción neofascista de Milei, la guerra de la OTAN contra Rusia, los ataques a Irán, las amenazas a China y a medio mundo, así como las duras medidas contra las clases y naciones explotadas para descargar sobre ellas los desastres de la crisis sistémica actual, la más destructiva en la historia capitalista?

La primera hace referencia a una resolución del Tribunal Administrativo de Hamburgo fechada en julio de 2025 en la que se abre la puerta a una posible prohibición ulterior de Marx en Alemania. La segunda da cuenta de una prueba de 25 preguntas que realizará el Departamento de Cultura del Estado de Oklahoma a los nuevos profesores para descubrir lo que en el franquismo llamaban «comunistas infiltrados» prohibiéndoles la docencia en ese Estado.

En Alemania, todo comenzó cuando el colectivo Masch (Escuela Marxista de Política y Cultura) que desde 1981 organiza debates y lecturas de El Capital, demandó al Estado por ser incluido en una lista de «extremistas de izquierda». El Tribunal acepta que Masch no es un colectivo de izquierda extremista porque no tiene «actitud militante activa», es decir y según el Tribunal, no lleva a la práctica lo que debate y estudia en los libros. Digamos que el Tribunal tolera la existencia de Masch mientras que no sea ‘totalmente marxista’, según lo entiende una parte de la burguesía liberal y el reformismo, es decir, mientras se mueva en los estrechos límites muy vigilados del denominado «marxismo legal», «marxismo académico», etc. La burguesía de Oklahoma no quiere profesores marxistas en las escuelas y universidades porque sus ideas son antagónicas a las del imperialismo yanqui, siguiendo la estela abierta por la guerra político-cultural de Trump3.

Los y las marxistas alemanas y norteamericanas saben que, en su lectura de Hegel, Marx sostuvo que el arma de la crítica ha de dejar paso a la crítica de las armas, y que en su Tesis XI sobre Feuerbach dijo que los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo. Estas y otras muchas afirmaciones idénticas vertebran el marxismo desde sus orígenes. Pero también lo saben, lo sospechan o intuyen el Tribunal alemán, el Consejo educativo yanqui, los asesores de Trump, la intelectualidad imperialista y el Vaticano porque no tienen más remedio que conocer lo esencial del marxismo para intentar destruirlo.

Cuando esas y otros marxistas avanzan de sus estudios y enseñanzas formales al nivel de la dialéctica de la praxis convocando actos no muy radicales en calles, fábricas, mercados, aulas, etc., en denuncia del imperialismo, entonces surgen las advertencias y se endurecen las represiones en la medida en que aumenta esa radicalidad. ¿Por qué? Del fallo del Tribunal de Hamburgo se desprende que «leer a Marx no es delito, pero es sospechoso por definición» por lo que la ley ha de estar atenta a descubrir cuándo y cómo ese u otros colectivos saltan del simple estudio pasivo y formal del marxismo a la práctica de su esencia, la dialéctica de la lucha revolucionaria por el comunismo. Y es aquí en donde el Tribunal descubre su reaccionarismo y su pánico de clase ya que «considera que el marxismo mismo está fuera de la legalidad constitucionalporque postula la dictadura del proletariado».

El Consejo de Educación de Oklahoma no ha esperado nada, ni un segundo, sino que ha comenzado la criba antes del inicio del curso mediante la típica entrevista «psicotécnica» de empresas para elegir a trabajadores sumisos y muy explotables, rechazando de entrada a quienes son sospechosos de educar al pueblo en ideas críticas y en la lucha por la libertad. Las ideas reaccionarias del Consejo siguen la línea de involución marcada por Trump en sus famosos discursos televisados del 3 y 4 de julio de 2020, en el Día de la Independencia, en los que el antimarxismo furibundo estructuraba las loas a los valores judeo-cristianos y ultracapitalistas de la familia pequeño burguesa, del patriarcado y del racismo contra migrantes, negacionistas, etc., todo ello en medio de una demostración de fuerza militar.

Los dos Estados más poderosos de Occidente arremeten contra el marxismo sobre todo en dos de sus pilares básicos: Alemania contra la dictadura del proletariado, que es una parte de su teoría al comunismo, y EEUU contra su teoría de la educación que es una parte de su teoría del conocimiento. En la fase actual de la crisis genético-estructural del capitalismo ambas son dos fuerzas liberadoras decisivas y por eso vuelven a ser atacadas como en crisis similares anteriores. Para el imperialismo los embriones de la dictadura del proletariado se desarrollan en silencio debajo de cada lucha obrera y popular que merme sus propiedades, que debilite su poder. Hay que acabar con esos embriones antes de que se extiendan, coordinen y unifiquen en una única fuerza orientada a la destrucción del Estado burgués y a la creación del Estado obrero, y ese proceso no es otra cosa que la dictadura del proletariado que desarmaba a la burguesía y es a la vez, en la misma unidad dialéctica, la democracia socialista que refuerza al pueblo trabajador. Sin la categoría dialéctica de democracia/dictadura no entenderemos nada de nada.

La democracia socialista y la planificación estatal, además de otros poderes, garantizan los impresionantes logros de China Popular, Vietnam, Laos, Corea del Norte… y la resistencia de Cuba a pesar de tantas agresiones, así como los primeros e impactantes logros que ya empiezan a conquistar los pueblos del Sahel, sin olvidarnos de Irán. Tales ejemplos reales son un acicate para clases y pueblos explotados en los países capitalistas y en el llamado Sur Global. ¿Cómo define el imperialismo esta democracia que planifica estatalmente desde criterios socialistas el avance innegable de la calidad de vida de estos pueblos, o al menos que esa calidad se mantenga aunque es cada vez más golpeada durante decenios por los terrorismos occidentales? Muy sencillo: dictaduras proletarias ya establecidas que niegan de raíz los «valores eternos de la propiedad privada», o «regímenes autoritarios» que van camino de «dictaduras» si no se les lleva la «libertad» desde la «democracia norteamericana».

Incluso esa mezcla sorprendente de capitalismo privado, capitalismo de Estado y dosis de planificación soviética, uno de los secretos de la recuperación rusa, genera pavor en las burguesías neoliberales, en los globalistas y también en los capitalistas libertarios porque, a pesar de las diferencias entre ellos, saben que algunos Estados que ellos han debilitado y hundido en la miseria, ven en modelo ruso con cierta envidia para empezar a recuperarse para luego, tal vez, avanzar al socialismo. Saben que otros Estados y clases explotadas dentro del imperialismo no son impermeables a los diferentes logros del conjunto de fuerzas que se coordinan en ese complejo movimiento internacional que causa irritación e ira descontrolada en Trump, Kaja Kallas y otros peones del dólar.

La sorprendente mezcla rusa y la rica complejidad en la que no faltan contradicciones del proceso mundial abierto, reactiva el permanente debate sobre las leyes tendenciales de transición entre capitalismo y comunismo, debate imprescindible ahora mismo y que revitaliza el término de «dictadura del proletariado» como el único sistema verdaderamente democrático que garantiza y refuerza el avance socialista. Tanto la categoría de democracia/dictadura como las leyes tendenciales de la transición, son vitales para entender qué posibilidades tiene la humanidad explotada para derrotar al imperialismo en las condiciones actuales. La IIIGM en desarrollo se alimenta de los antagonismos creados por la profunda crisis capitalista, por el declive imperialista y el ascenso imparable de otros pueblos, por la tendencia al ascenso de la lucha de clases en el imperialismo y su contrario mortal que es el fascismo, por la crisis socioecológica y los efectos desastrosos del calentamiento global imparable por ahora. Estas son las causas que determinan que la IIIGM en desarrollo tienda a expandirse al planeta entero.

Venezuela es hoy uno de los puntos calientes en los que el imperialismo quiere acelerar el estallido de la IIIGM porque el pueblo bolivariano tiene al menos tres cosas que Washington está desesperado en destruir y quitarle: una, la identidad nacional revolucionaria que es uno de los faros que iluminan nuestro presente y futuro; otra, los recursos cuasi infinitos que en manos socialistas impulsan la libertad humana pero en manos imperialistas refuerzan la miseria y la explotación, y última, la doctrina de guerra justa defensiva y la capacidad militar que son una garantía para Venezuela y para los países circundantes. La extrema derecha y el fascismo definen a la democracia armada bolivariana como «dictadura del proletariado» porque efectivamente para ellos lo es, la padecen como tal en sus cuentas corrientes sitas en el extranjero: el pueblo en armas bolivariano les impide quedarse con las riquezas del país, les impide llevar a cabo asesinatos en masa y destruir todas las conquistas sociales logradas desde finales del siglo XX. Más aún, ahora mismo, esa «dictadura armada» garantiza la victoria de la democracia bolivariana en caso de ataque norteamericano.

Al igual que el imperialismo necesita canibalizar Venezuela, también lo necesita vampirizar al resto de naciones que se le resisten de un modo u otro. El capital occidental sabe que sus fuerzas productivas no son capaces por ellas mismas de recuperar el poder que tuvieron incluso sobreexplotando salvajemente a «sus» clases trabajadoras. Sabe que día a día se agranda la distancia ventajosa en productividad que le van sacando los Estados que se van coordinando fuera y/o en contra del agujero negro occidental. Y es por ello que sabe que sólo puede recuperarse con una aplastante victoria militar en la IIIGM en desarrollo.

Es aquí donde interviene la represión del marxismo realizada por el Consejo de Educación del Estado de Oklahoma así como la guerra político-cultural desatada por Trump para cambiar de arriba abajo la historia de EEUU y del mundo: se trata fabricar mano de obra y carne de cañón que se deje explotar y que asesine y muera en defensa del Walt Street. Cada vez hay menos jóvenes alienados que se alisten en los ejércitos imperialistas. Sin ir muy lejos, todas las guerras desde 1945 muestran su caída del espíritu de combate a pesar de la alta tecnología disponible. La preocupación se extiende en empresarios, generales, políticos y obispos: Urge imponer otra industria de la alienación que fabrique en serie autómatas que trabajen, voten y asesinen. Por eso Trump decidió cerrar el Departamento de Educación porque «no nos está sirviendo de nada»4.

En este frente de la guerra social que siempre está dentro de las guerras convencionales, el enemigo a batir es la teoría marxista del conocimiento, que es la que engloba la pedagogía socialista, revolucionaria por esencia. La dialéctica entre aprender y enseñar es un componente insustituible de la teoría marxista del conocimiento y por tanto de la acción comunista. No es casualidad que se multiplique el cierre o privatización de escuelas, colegios, universidades, centros de investigación científica, medios de prensa crítica, etc., para que ocupe su lugar la muy rentable industria del fanatismo reaccionario y negacionista, así como la tecnociencia militarizada servil al imperialismo.

Hasta aquí nos hemos limitado a la represión de ambas áreas del marxismo en Alemania y EEUU, pero es obvio que la totalidad de su práctica es objeto de crecientes presiones en su contra al restringirse derechos y libertades, al reducirse el tiempo libre para el estudio y práctica colectiva del marxismo, al ilegalizarse o perseguirse organizaciones revolucionarias, al desaparecer de los colegios y universidades privadas, al imponerse las grandes cadenas editoriales que no publican apenas libros marxistas y sí muchísima bazofia reaccionaria, al ampliarse a todos los rincones de la vida cotidiana la guerra psicopolítica e ideológica contra la libertad. Sin embargo, es innegable la tendencia clara al enriquecimiento del marxismo como efecto de la agudización extrema de los antagonismos del capital.

IÑAKI GIL DE SAN VICENTE

EUSKAL HERRIA 4 de septiembre de 2025

1[1] Gustavo Burgos: Alemania declara a Marx “inconstitucional”: la democracia burguesa y sus límites.

https://insurgente.org/gustavo-burgos-alemania-declara-a-marx-inconstitucional-la-democracia-burguesa-y-su

2[1] Juan Gabriel García: Oklahoma hará exámenes a los nuevos profesores para evitar contratas a “adoctrinadores marxistas.”. 1 de septiembre de 2025. https://www.eldiario.es/internacional/oklahoma-hara-examenes-nuevos-profesores-evitar-contratar-adoctrinadores-marxistas_1_12568742.html

3[1] Antonìa Crespí Ferrer: ‘Matar a un ruiseñor’ y otros libros que Trump no quiere que leas: la oscuridad irrumpe en las bibliotecas de EEUU. 23 de agosto de 2025 https://www.publico.es/sociedad/matar-ruisenor-otros-libros-trump-quiere-leas-oscuridad-irrumpe-bibliotecas-eeuu.html

4[1] Miguel Jiménez: Trump culpa al Departamento de Educación de los malos resultados electorales: “Vamos a cerrarlo. No nos está sirviendo de nada”. 21 de marzo de 2025. https://elpais.com/internacional/2025-03-21/trump-culpa-al-departamento-de-educacion-de-los-malos-resultad

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Europa debe cambiar

 

No queda otra. Europa debe cambiar su política exterior, salvo que decida sumergirse en la insignificancia. Aquí Sachs nos sumerge en la historia y nos da las claves para la supervivencia del viejo continente.


Europa debe cambiar

 

Jeffrey Sachs

El Viejo Topo

8 septiembre, 2025 



EUROPA DEBE CAMBIAR SU POLÍTICA EXTERIOR

La sumisión de Europa a Estados Unidos se debe casi exclusivamente a su temor abrumador a Rusia, un temor amplificado por los estados rusófobos de Europa del Este y una narrativa falsa en torno a la guerra en Ucrania. Basándose en la creencia de que su mayor amenaza para la seguridad es Rusia, la UE subordina todas sus demás cuestiones de política exterior —económicas, comerciales, medioambientales, tecnológicas y diplomáticas— a Estados Unidos. Irónicamente, se aferra a Washington incluso cuando Estados Unidos se ha vuelto más débil, inestable, errático, irracional y peligroso en su propia política exterior hacia la UE, hasta el punto de amenazar abiertamente la soberanía europea en Groenlandia.

Para definir una nueva política exterior, Europa deberá superar la falsa premisa de su extrema vulnerabilidad ante Rusia. La narrativa de Bruselas, la OTAN y el Reino Unido sostiene que Rusia es intrínsecamente expansionista y que invadiría Europa si se le diera la oportunidad. La ocupación soviética de Europa del Este entre 1945 y 1991 demostraría esta amenaza hoy. Esta falsa narrativa malinterpreta gravemente el comportamiento ruso, tanto pasado como presente.

La primera parte de este ensayo pretende corregir la falsa premisa de que Rusia representa una seria amenaza para Europa. La segunda parte se centra en una nueva política exterior europea, una vez que Europa haya superado su rusofobia irracional.

La falsa premisa del imperialismo ruso hacia Occidente

La política exterior europea se basa en la supuesta amenaza que Rusia representa para la seguridad europea. Sin embargo, esta premisa es falsa. Rusia ha sido invadida repetidamente por las principales potencias occidentales (en particular, Gran Bretaña, Francia, Alemania y Estados Unidos durante los últimos dos siglos) y desde hace tiempo ha buscado la seguridad mediante una zona de seguridad entre ella y las potencias occidentales. Esta zona de seguridad, tan disputada, incluye lo que hoy es Polonia, Ucrania, Finlandia y los países bálticos.

Esta región entre las potencias occidentales y Rusia explica los principales dilemas de seguridad que enfrentan Europa Occidental y Rusia.

Las principales guerras occidentales lanzadas contra Rusia desde 1800 incluyen:

  • La invasión francesa de Rusia en 1812 (Guerras Napoleónicas)
  • La invasión británica y francesa de Rusia entre 1853 y 1856 (Guerra de Crimea)
  • Declaración de guerra de Alemania a Rusia el 1 de agosto de 1914 (Primera Guerra Mundial)
  • Intervención aliada en la guerra civil rusa, 1918-1922 (Guerra Civil Rusa)
  • La invasión alemana de Rusia en 1941 (Segunda Guerra Mundial)

Cada una de estas guerras representó una amenaza existencial para la supervivencia de Rusia. Desde la perspectiva rusa, el fracaso de Alemania en desmantelar militarmente sus fuerzas tras la Segunda Guerra Mundial, la creación de la OTAN, la incorporación de Alemania Occidental a la OTAN en 1955, la expansión de la OTAN hacia el este después de 1991 y la continua expansión de las bases militares y los sistemas de misiles estadounidenses por toda Europa del Este cerca de las fronteras rusas constituyeron las amenazas más graves a la seguridad nacional rusa desde la Segunda Guerra Mundial.

Rusia también invadió hacia el oeste en varias ocasiones:

  • El ataque ruso a Prusia Oriental en 1914
  • El Pacto Mólotov-Ribbentrop de 1939, que dividió Polonia entre Alemania y la Unión Soviética y anexó los estados bálticos en 1940
  • La invasión de Finlandia en noviembre de 1939 (Guerra de Invierno)
  • La ocupación soviética de Europa del Este de 1945 a 1989
  • La invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022

Europa considera estas acciones rusas como una prueba objetiva de su expansionismo hacia Occidente; sin embargo, esta visión es ingenua, ahistórica y propagandística. En los cinco casos, Rusia actuó para proteger su seguridad nacional —según su punto de vista—, no participando en expansionismo hacia Occidente por su propio bien.

Esta verdad fundamental es clave para resolver el conflicto entre Europa y Rusia hoy. Rusia no busca expandirse hacia Occidente; busca su seguridad nacional fundamental. Sin embargo, Occidente ha ignorado durante mucho tiempo, y mucho menos respetado, los intereses fundamentales de seguridad nacional de Rusia.

Consideremos estos cinco casos de supuesto expansionismo ruso hacia Occidente.

El primer caso, el ataque ruso a Prusia Oriental en 1914, puede descartarse de inmediato. El Reich alemán actuó primero, declarando la guerra a Rusia el 1 de agosto de 1914. La invasión rusa de Prusia Oriental fue una respuesta directa a la declaración de guerra de Alemania.

El segundo caso, el acuerdo de la Rusia Soviética con el Tercer Reich de Hitler para la partición de Polonia en 1939 y la anexión de los Estados Bálticos en 1940, se considera en Occidente la prueba más evidente de la perfidia rusa. De nuevo, se trata de una interpretación simplista y errónea de la historia. Como han documentado cuidadosamente historiadores como E.H. Carr, Stephen Kotkin y Michael Jabara Carley, Stalin contactó con Gran Bretaña y Francia en 1939 para formar una alianza defensiva contra Hitler, quien había declarado su intención de declarar la guerra a Rusia en el Este (por el espacio vital, la mano de obra esclava eslava y la derrota del bolchevismo).

El intento de Stalin de forjar una alianza con las potencias occidentales fue completamente rechazado. Polonia se negó a permitir la entrada de tropas soviéticas a su territorio en caso de guerra con Alemania. El odio de la élite occidental al comunismo soviético era al menos tan grande como su miedo a Hitler. De hecho, una frase común entre las élites derechistas británicas a finales de la década de 1930 era « Mejor Hitler que el comunismo ».

Tras no lograr una alianza defensiva, Stalin se propuso crear una zona de contención ante la inminente invasión alemana de Rusia. La partición de Polonia y la anexión de los países bálticos fueron medidas tácticas para ganar tiempo ante la inminente Batalla de Armagedón contra los ejércitos de Hitler, que se produjo el 22 de junio de 1941 con la invasión alemana de la Unión Soviética en la Operación Barbarroja. La partición anticipada de Polonia y la anexión de los países bálticos bien pudieron haber retrasado la invasión y salvado a la Unión Soviética de una rápida derrota a manos de Hitler.

El tercer caso, la Guerra de Invierno de Rusia con Finlandia, se considera de forma similar en Europa Occidental (y especialmente en Finlandia) como prueba del carácter expansionista de Rusia. Sin embargo, una vez más, la motivación subyacente de Rusia era defensiva, no ofensiva. Rusia temía que la invasión alemana se produjera en parte a través de Finlandia y que Leningrado fuera rápidamente capturada por Hitler.

La Unión Soviética propuso entonces que Finlandia intercambiara territorio con ella (en concreto, el istmo de Carelia y algunas islas del golfo de Finlandia por territorio ruso) para facilitar la defensa rusa de Leningrado. Finlandia rechazó esta propuesta, y la Unión Soviética invadió Finlandia el 30 de noviembre de 1939. Posteriormente, Finlandia se unió a los ejércitos de Hitler en la guerra contra la Unión Soviética durante la «Guerra de Continuación» entre 1941 y 1944.

El cuarto caso, la ocupación soviética de Europa del Este (y la continua anexión de los países bálticos) durante la Guerra Fría, se considera en Europa una prueba aún más contundente de la amenaza fundamental que Rusia representa para la seguridad europea. La ocupación soviética fue, sin duda, brutal, pero también tuvo una lógica defensiva que se pasa por alto por completo en la narrativa de Europa Occidental y Estados Unidos.

La Unión Soviética sufrió las consecuencias más graves de la derrota de Hitler, perdiendo hasta 27 millones de ciudadanos en la guerra. Rusia tenía una exigencia primordial al final de la guerra: que sus intereses de seguridad estuvieran garantizados por un tratado que la protegiera de futuras amenazas de Alemania y Occidente en general. Occidente, ahora liderado por Estados Unidos, rechazó esta exigencia fundamental de seguridad.

La Guerra Fría fue el resultado de la negativa de Occidente a respetar las preocupaciones vitales de seguridad de Rusia. Por supuesto, la historia de la Guerra Fría, tal como la cuenta Occidente, es precisamente la contraria: ¡la Guerra Fría fue el resultado exclusivo de los belicosos intentos de Rusia por conquistar el mundo!

Esta es la verdadera historia, bien conocida por los historiadores, pero casi completamente desconocida para el público de Estados Unidos y Europa. Al final de la guerra, la Unión Soviética buscó un tratado de paz que estableciera una Alemania unificada, neutral y desmilitarizada. En la Conferencia de Potsdam de julio de 1945, a la que asistieron los líderes de la Unión Soviética, el Reino Unido y Estados Unidos, las tres potencias aliadas acordaron « el desarme y la desmilitarización completos de Alemania y la eliminación o el control de toda la industria alemana que pudiera utilizarse para la producción militar ».

Alemania se habría unificado, pacificado y desmilitarizado. Todo esto habría estado garantizado por un tratado que pusiera fin a la guerra. En realidad, Estados Unidos y el Reino Unido trabajaron diligentemente para socavar este principio fundamental.

Ya en mayo de 1945, Winston Churchill ordenó a su Jefe de Estado Mayor que formulara un plan de guerra para un ataque sorpresa contra la Unión Soviética a mediados de 1945, denominado Operación Impensable. Aunque los estrategas militares británicos consideraban impracticable una guerra de este tipo, la idea de que estadounidenses y británicos debían prepararse para una guerra inminente con la Unión Soviética se arraigó rápidamente.

Los estrategas militares creían que principios de la década de 1950 era el momento propicio para una guerra de este tipo. Al parecer, el objetivo de Churchill era evitar que Polonia y otros países de Europa del Este cayeran bajo la influencia soviética. Incluso en Estados Unidos, los principales estrategas militares llegaron a considerar a la Unión Soviética como el próximo enemigo de Estados Unidos pocas semanas después de la rendición de Alemania en mayo de 1945.

Estados Unidos y el Reino Unido reclutaron rápidamente a científicos nazis y a altos agentes de inteligencia (como Reinhard Gehlen, un líder nazi que recibiría apoyo de Washington para establecer la agencia de inteligencia alemana de posguerra) para empezar a planificar la inminente guerra con la Unión Soviética.

La Guerra Fría estalló principalmente porque Estados Unidos y Gran Bretaña rechazaron la reunificación y desmilitarización de Alemania acordada en Potsdam. En cambio, las potencias occidentales abandonaron la reunificación alemana y formaron la República Federal de Alemania (RFA o Alemania Occidental) a partir de las tres zonas de ocupación ocupadas por Estados Unidos, el Reino Unido y Francia. La RFA se reindustrializaría y remilitarizaría bajo la égida estadounidense. Para 1955, Alemania Occidental fue admitida en la OTAN.

Aunque los historiadores debaten acaloradamente sobre quién respetó y quién no el Acuerdo de Potsdam (por ejemplo, Occidente señala la negativa soviética a permitir un gobierno verdaderamente representativo en Polonia, como se acordó en Potsdam), no hay duda de que la remilitarización de la República Federal de Alemania por parte de Occidente fue la causa principal de la Guerra Fría.

En 1952, Stalin propuso la reunificación de Alemania basada en la neutralidad y la desmilitarización. Esta propuesta fue rechazada por Estados Unidos. En 1955, la Unión Soviética y Austria acordaron que la Unión Soviética retiraría sus fuerzas de ocupación de Austria a cambio de la promesa de esta última de una neutralidad permanente.

El Tratado del Estado Austríaco fue firmado el 15 de mayo de 1955 por la Unión Soviética, Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, junto con Austria, poniendo así fin a la ocupación. El objetivo de la Unión Soviética no solo era resolver las tensiones sobre Austria, sino también demostrar a Estados Unidos un modelo exitoso de retirada soviética de Europa, combinado con neutralidad.

Una vez más, Estados Unidos rechazó el llamado soviético para poner fin a la Guerra Fría, argumentando la neutralidad y la desmilitarización de Alemania. Incluso en 1957, el decano estadounidense de los asuntos soviéticos, George Kennan, apeló pública y fervientemente, en su tercera Conferencia Reith para la BBC, a que Estados Unidos acordara con la Unión Soviética una retirada mutua de tropas de Europa.

La Unión Soviética, enfatizó Kennan, no pretendía ni estaba interesada en una invasión militar de Europa Occidental. Los partidarios de la guerra fría estadounidenses, liderados por John Foster Dulles, no lo toleraron. No se firmó ningún tratado de paz con Alemania para poner fin a la Segunda Guerra Mundial hasta la reunificación alemana en 1990.

Cabe destacar que la Unión Soviética respetó la neutralidad de Austria después de 1955, así como la de otros países neutrales de Europa (como Suecia, Finlandia, Suiza, Irlanda, España y Portugal). El presidente finlandés, Alexander Stubb, declaró recientemente que Ucrania debería rechazar la neutralidad, basándose en la experiencia negativa de Finlandia (la neutralidad finlandesa finalizó en 2024, cuando el país se unió a la OTAN).

Es una idea extraña. Finlandia, bajo neutralidad, mantuvo la paz, alcanzó una notable prosperidad económica y se situó en lo más alto del ranking mundial de felicidad (según el Informe Mundial de la Felicidad).

El presidente John F. Kennedy demostró una posible vía para poner fin a la Guerra Fría basada en el respeto mutuo por los intereses de seguridad de todas las partes. Kennedy bloqueó el intento del canciller alemán Konrad Adenauer de adquirir armas nucleares de Francia, disipando así las preocupaciones soviéticas sobre una Alemania con armas nucleares. Sobre esta base, JFK negoció con éxito el Tratado de Prohibición Parcial de los Ensayos Nucleares con su homólogo soviético, Nikita Khrushchev.

Es muy probable que Kennedy fuera asesinado varios meses después por un grupo de agentes de la CIA como resultado de su iniciativa de paz. Documentos publicados en 2025 confirman la antigua sospecha de que Lee Harvey Oswald fue manipulado directamente por James Angleton, un alto funcionario de la CIA. El posterior avance de Estados Unidos hacia la paz con la Unión Soviética fue liderado por Richard Nixon. Él también se vio involucrado en los sucesos de Watergate, que también mostraron indicios de una operación de la CIA que nunca se han esclarecido.

Mijaíl Gorbachov finalmente puso fin a la Guerra Fría disolviendo unilateralmente el Pacto de Varsovia y promoviendo activamente la democratización de Europa del Este. Participé en algunos de esos eventos y presencié algunos de los esfuerzos de Gorbachov por la paz. En el verano de 1989, por ejemplo, Gorbachov instó a los líderes comunistas de Polonia a formar un gobierno de coalición con las fuerzas de la oposición lideradas por el movimiento Solidaridad.

El fin del Pacto de Varsovia y la democratización de Europa del Este, liderados por Gorbachov, rápidamente llevaron al canciller alemán Helmut Kohl a pedir la reunificación alemana. Esto condujo a los tratados de reunificación de 1990 entre la RFA y la RDA, y al llamado Tratado Dos más Cuatro entre las dos Alemanias y las cuatro potencias aliadas: Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y la Unión Soviética.

En febrero de 1990, Estados Unidos y Alemania prometieron claramente a Gorbachov que la OTAN no se movería ni un ápice hacia el este en el contexto de la reunificación alemana, un hecho ahora ampliamente negado por las potencias occidentales, pero fácilmente verificable. Esta promesa clave de no proceder con la ampliación de la OTAN se hizo en varias ocasiones, pero no se incluyó en el texto del Acuerdo 2+4, ya que este se refería a la reunificación alemana, no a la expansión de la OTAN hacia el este.

El quinto caso, la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, se considera una vez más en Occidente como prueba del incorregible imperialismo ruso hacia Occidente. La frase predilecta de los medios de comunicación, expertos y propagandistas occidentales es que la invasión rusa fue » sin provocación » y, por lo tanto, prueba del incansable afán de Putin no solo por restablecer el Imperio ruso, sino también por avanzar hacia Occidente, lo que significa que Europa debería prepararse para la guerra con Rusia.

Es una mentira colosal, pero los grandes medios de comunicación la repiten con tanta frecuencia que en Europa la creen ampliamente.

El hecho es que la invasión rusa de febrero de 2022 fue tan profundamente provocada por Occidente que se sospecha que, en realidad, fue un plan estadounidense para involucrar a Rusia en la guerra con el fin de derrotarla o debilitarla. Esta afirmación es creíble, como lo confirman una larga serie de declaraciones de numerosos funcionarios estadounidenses. Tras la invasión, el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, declaró que el objetivo de Washington era « ver a Rusia debilitada hasta el punto de que no pueda hacer lo que hizo al invadir Ucrania. Ucrania puede ganar si cuenta con el equipo y el apoyo adecuados ».

La principal provocación estadounidense a Rusia fue expandir la OTAN hacia el este, contrariamente a las promesas de 1990, con un objetivo principal: rodear a Rusia con estados de la OTAN en la región del Mar Negro, dejando así a Rusia incapaz de proyectar su poder naval basado en Crimea hacia el Mediterráneo oriental y Oriente Medio.

En esencia, el objetivo estadounidense era el mismo que el de Palmerston y Napoleón III en la Guerra de Crimea: expulsar a la flota rusa del Mar Negro. Entre los miembros de la OTAN se incluirían Ucrania, Rumania, Bulgaria, Turquía y Georgia, formando así una red para estrangular el poder naval ruso en el Mar Negro.

Brzezinski describió esta estrategia en su libro de 1997, El Gran Tablero de Ajedrez , donde argumentó que Rusia seguramente se doblegaría ante la voluntad occidental, pues no tenía otra opción. Brzezinski rechazó específicamente la idea de que Rusia se aliara con China contra Europa.

Todo el período posterior a la caída de la Unión Soviética en 1991 fue de arrogancia occidental (como tituló el historiador Jonathan Haslam en su magnífico relato), en el que Estados Unidos y Europa creyeron poder impulsar la OTAN y los sistemas de armas estadounidenses (como los misiles Aegis) hacia el este sin tener en cuenta las preocupaciones de seguridad nacional de Rusia. La lista de provocaciones occidentales es demasiado larga para detallarla aquí, pero un resumen incluye lo siguiente.

En primer lugar , contrariamente a las promesas hechas en 1990, Estados Unidos inició la expansión de la OTAN hacia el este con anuncios del entonces presidente Bill Clinton en 1994. En ese momento, el Secretario de Defensa de Clinton, William Perry, consideró dimitir debido a la imprudencia de las acciones estadounidenses, que eran contrarias a promesas anteriores.

La primera ola de ampliación de la OTAN tuvo lugar en 1999, incluyendo a Polonia, Hungría y la República Checa. Ese mismo año, las fuerzas de la OTAN bombardearon a Serbia, aliada de Rusia, durante 78 días para desmantelarla, y la OTAN estableció rápidamente una nueva y gran base militar en la provincia separatista de Kosovo.

En 2004, la segunda ola de expansión de la OTAN hacia el este incluyó a siete países, entre ellos los vecinos directos de Rusia en los Balcanes, y dos países del Mar Negro: Bulgaria y Rumanía. En 2008, la mayor parte de la UE reconoció a Kosovo como estado independiente, a pesar de las protestas europeas de que «las fronteras europeas son sagradas».

En segundo lugar , Estados Unidos abandonó el marco de control de armas nucleares al retirarse unilateralmente del Tratado ABM en 2002. En 2019, Washington también abandonó el Tratado INF. A pesar de las enérgicas objeciones rusas, Estados Unidos comenzó a desplegar sistemas de misiles antibalísticos en Polonia y Rumanía, y en enero de 2022 se reservó el derecho a desplegar dichos sistemas en Ucrania.

En tercer lugar , Estados Unidos se infiltró profundamente en la política interna ucraniana, invirtiendo miles de millones de dólares en influir en la opinión pública, crear medios de comunicación y dirigir la política interna ucraniana. Las elecciones de 2004-2005 en Ucrania se consideran ampliamente una «revolución de color» estadounidense, en la que Estados Unidos utilizó su influencia y financiación, tanto encubierta como abierta, para influir en las elecciones a favor de los candidatos respaldados por Estados Unidos.

Entre 2013 y 2014, Estados Unidos desempeñó un papel directo en la financiación de las protestas de Maidán y en el apoyo al violento golpe de Estado que derrocó al presidente pro-neutralidad, Víktor Yanukóvich, allanando así el camino para un régimen ucraniano favorable a la adhesión a la OTAN. Casualmente, me invitaron a visitar Maidán poco después del violento golpe que derrocó a Yanukóvich el 22 de febrero de 2014. Una ONG estadounidense muy involucrada en los sucesos de Maidán me explicó el papel de la financiación estadounidense en las protestas.

En cuarto lugar , a partir de 2008, a pesar de las objeciones de varios líderes europeos, Estados Unidos presionó a la OTAN para que participara en la ampliación e incluyera a Ucrania y Georgia. El entonces embajador estadounidense en Moscú, William J. Burns, envió a Washington un telegrama, ahora infame, titulado » Nyet Means Nyet: Russia’s NATO Enlargement Redlines » (Niet significa Nyet: Las líneas rojas de la ampliación de la OTAN de Rusia), en el que explicaba que toda la clase política rusa se oponía firmemente a la ampliación de la OTAN a Ucrania y temía que tal esfuerzo provocara disturbios civiles en Ucrania.

En quinto lugar , tras el golpe de Estado de Maidán, las regiones étnicamente rusas del este de Ucrania (Donbás) se separaron del nuevo gobierno ucraniano occidental instaurado tras el golpe. Rusia y Alemania acordaron rápidamente los Acuerdos de Minsk, según los cuales las dos regiones secesionistas (Donetsk y Lugansk) seguirían formando parte de Ucrania, pero con autonomía local, inspirada en la autonomía local de la región étnicamente alemana del Tirol del Sur, en Italia.

Minsk II, que contaba con el apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU, podría haber puesto fin al conflicto, pero el gobierno de Kiev, con el apoyo de Washington, decidió no implementar la autonomía. El fracaso en la implementación de Minsk II envenenó la diplomacia entre Rusia y Occidente.

En sexto lugar , Estados Unidos aumentó de forma sostenida el ejército ucraniano (activo más reservas) a aproximadamente un millón de soldados en 2020. Ucrania y sus batallones paramilitares de derecha (como el Batallón Azov y el Sector Derecho) lideraron repetidos ataques contra las dos regiones separatistas, con miles de muertes de civiles en el Donbass debido a los bombardeos ucranianos.

En séptimo lugar , a finales de 2021, Rusia presentó un borrador de Acuerdo de Seguridad entre Rusia y Estados Unidos, que exigía principalmente el fin de la ampliación de la OTAN. Estados Unidos rechazó la exigencia rusa de poner fin a la expansión de la OTAN hacia el este, reafirmando la política de «puertas abiertas» de la OTAN, según la cual terceros países, como Rusia, no tendrían voz ni voto en la ampliación de la OTAN.

Estados Unidos y los países europeos han reafirmado repetidamente la posible adhesión de Ucrania a la OTAN. En enero de 2022, el secretario de Estado estadounidense comunicó al ministro de Asuntos Exteriores ruso que Estados Unidos conservaba el derecho a desplegar misiles de alcance intermedio en Ucrania, a pesar de las objeciones rusas.

En octavo lugar , tras la invasión rusa del 24 de febrero de 2022, Ucrania accedió rápidamente a iniciar negociaciones de paz basadas en el retorno a la neutralidad. Estas negociaciones se llevaron a cabo en Estambul con la mediación de Turquía. A finales de marzo de 2022, Rusia y Ucrania publicaron un memorando conjunto informando sobre los avances en un acuerdo de paz. El 15 de abril, se presentó un borrador de acuerdo que se acercaba a una solución integral.

En ese momento, Estados Unidos intervino y les dijo a los ucranianos que no apoyarían el acuerdo de paz, sino que apoyarían a Ucrania para que continuara la lucha.

Los altos costos de una política exterior fallida

Rusia no ha presentado ninguna reclamación territorial contra países de Europa Occidental, ni ha amenazado a Europa Occidental más allá del derecho a tomar represalias contra ataques con misiles respaldados por Occidente dentro de Rusia. Hasta el golpe de Estado de Maidán de 2014, Rusia no tenía reclamaciones territoriales sobre Ucrania.

Después del golpe de 2014, y hasta finales de 2022, la única reivindicación territorial de Rusia fue Crimea, para evitar que la base naval rusa en Sebastopol cayera en manos occidentales.

Solo tras el fracaso del proceso de paz de Estambul —soplado por Estados Unidos— Rusia reclamó la anexión de las cuatro provincias ucranianas (Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia). Los objetivos de guerra declarados por Rusia siguen siendo limitados, incluyendo la neutralidad de Ucrania, la desmilitarización parcial, la no pertenencia permanente a la OTAN y la transferencia de Crimea y las cuatro provincias a Rusia, que constituían aproximadamente el 19 % del territorio de Ucrania en 1991.

Estas no son «pruebas del imperialismo ruso hacia Occidente». Tampoco son respuestas espontáneas. Los objetivos bélicos de Rusia se producen tras más de 30 años de objeciones rusas a la expansión de la OTAN hacia el este, el armamento a Ucrania, el abandono estadounidense de las armas nucleares y la profunda injerencia occidental en la política interna ucraniana, incluyendo el apoyo a un violento golpe de Estado en 2014 que puso a la OTAN y a Rusia en una situación de enfrentamiento directo.

Europa ha decidido interpretar los acontecimientos de los últimos 30 años como evidencia del expansionismo incesante e incorregible de Rusia hacia Occidente, del mismo modo que Occidente insistió en que la Unión Soviética era la única responsable de la Guerra Fría, cuando en realidad la Unión Soviética señaló repetidamente el camino hacia la paz a través de la neutralidad, la unificación y el desarme de Alemania.

Al igual que durante la Guerra Fría, Occidente optó por provocar a Rusia en lugar de reconocer sus comprensibles preocupaciones de seguridad. Toda acción rusa se interpretó, en el mejor de los casos, como una señal de su «perfidia», sin siquiera reconocer la postura rusa en el debate. Este es un claro ejemplo del clásico dilema de seguridad, donde los adversarios solo dialogan entre sí, asumiendo lo peor y actuando agresivamente basándose en sus suposiciones erróneas.

La decisión de Europa de interpretar la Guerra Fría y la posguerra desde esta perspectiva tan partidista le ha costado enormemente, y los costos siguen aumentando. Sobre todo, Europa ha llegado a verse completamente dependiente de Estados Unidos para su seguridad. Si Rusia es realmente incorregiblemente «expansionista», entonces Estados Unidos es sin duda el «salvador» necesario de Europa.

Si, por el contrario, el comportamiento de Rusia realmente reflejara sus preocupaciones de seguridad, entonces la Guerra Fría muy probablemente podría haber terminado décadas antes siguiendo el modelo de la neutralidad austríaca, y la era posterior a la Guerra Fría podría haber sido un período de paz y de creciente confianza entre Rusia y Europa.

En realidad, Europa y Rusia son economías complementarias: Rusia es rica en materias primas (agricultura, minerales, hidrocarburos) e ingeniería, y Europa alberga industrias clave de alta tecnología y alto consumo energético. Estados Unidos se ha opuesto durante mucho tiempo a los crecientes lazos comerciales entre Europa y Rusia, resultado de esta complementariedad natural, considerando la industria energética rusa como un competidor del sector energético estadounidense y, en general, considerando los estrechos lazos comerciales y de inversión germano-rusos como una amenaza para el dominio político y económico estadounidense en Europa Occidental.

Por estas razones, Estados Unidos se opuso a los gasoductos Nord Stream 1 y 2 mucho antes del conflicto en Ucrania. Por ello, Biden prometió explícitamente cancelar Nord Stream 2 —como lo hizo— en caso de una invasión rusa de Ucrania. La oposición estadounidense a Nord Stream y al cierre de los lazos económicos germano-rusos se basaba en principios generales: la UE y Rusia debían mantenerse a raya, por temor a que Estados Unidos perdiera su influencia en Europa.

La guerra en Ucrania y el distanciamiento de Europa con Rusia han causado daños significativos a la economía europea. Las exportaciones europeas a Rusia se han desplomado de unos 90 000 millones de euros en 2021 a tan solo 30 000 millones de euros en 2024. Los costes energéticos se han disparado, ya que Europa ha sustituido el gas natural ruso barato por gasoductos por el gas natural licuado estadounidense, mucho más caro.

La producción industrial alemana ha caído alrededor de un 10 % desde 2020, y tanto el sector químico como el automovilístico atraviesan dificultades. El FMI prevé un crecimiento económico de la UE de tan solo el 1 % en 2025 y de alrededor del 1,5 % para el resto de la década.

El canciller alemán, Friedrich Merz, ha pedido la prohibición permanente del restablecimiento de los flujos de gas de Nord Stream, pero esto es prácticamente un pacto suicida para Alemania. Se basa en la creencia de Merz de que Rusia busca una guerra con Alemania, pero lo cierto es que Alemania está provocando la guerra con Rusia mediante la belicismo y un masivo desarrollo militar.

Según Merz, « es necesaria una visión realista de las aspiraciones imperialistas de Rusia ». Afirma que « algunos sectores de nuestra sociedad tienen un miedo profundo a la guerra. No lo comparto, pero lo comprendo ». Aún más alarmante, Merz declaró que « se han agotado los medios diplomáticos », a pesar de que ni siquiera ha intentado hablar con el presidente ruso, Vladímir Putin, desde que asumió el poder. Además, parece ignorar voluntariamente la diplomacia «casi exitosa» de 2022 en el proceso de Estambul, es decir, antes de que Estados Unidos pusiera fin a la diplomacia.

El enfoque occidental hacia China refleja el que tiene hacia Rusia.

Occidente suele atribuir a China intenciones nefastas, que, en muchos casos, son proyecciones de sus propias intenciones hostiles hacia la República Popular. El rápido ascenso de China a la prominencia económica entre 1980 y 2010 llevó a los líderes y estrategas estadounidenses a considerar su mayor crecimiento como contrario a los intereses de Estados Unidos.

En 2015, los estrategas estadounidenses Robert Blackwill y Ashley Tellis dejaron claro que la estrategia global de Estados Unidos coincide con la hegemonía estadounidense, y que China representa una amenaza para esa hegemonía debido a su tamaño y éxito.

Blackwill y Tellis propusieron una serie de medidas por parte de Estados Unidos y sus aliados para obstaculizar el futuro éxito económico de China: excluirla de nuevos bloques comerciales en Asia-Pacífico, limitar la exportación de tecnologías occidentales avanzadas a China, imponer aranceles y restricciones a las exportaciones chinas y otras medidas anti-China.

Es importante señalar que estas medidas fueron recomendadas no debido a ninguna irregularidad específica por parte de China, sino simplemente porque, en opinión de los autores, el crecimiento económico chino era contrario a la supremacía estadounidense.

Parte de la política exterior de Occidente hacia Rusia y China también implica una guerra mediática destinada a desacreditar a estos supuestos enemigos de Occidente. En el caso de China, Occidente la ha acusado de genocidio contra la población uigur en la provincia de Xinjiang. Esta acusación absurda y exagerada se formuló sin ningún intento serio de presentar pruebas, mientras que Occidente, en general, ignora el verdadero genocidio que está cometiendo su aliado, Israel, contra decenas de miles de palestinos en Gaza.

Además, la propaganda occidental incluye numerosas afirmaciones infundadas sobre la economía china. La Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, de gran valor para los países en desarrollo porque proporciona financiación para infraestructura moderna, es ridiculizada como una «trampa de deuda». La extraordinaria capacidad de China para producir tecnologías verdes, como paneles solares, que el mundo necesita con urgencia, es tildada por Occidente de » sobrecapacidad » que debe reducirse o eliminarse.

En el ámbito militar, el dilema de seguridad que enfrenta China se interpreta de forma alarmista, al igual que ocurre con Rusia. Estados Unidos ha declarado desde hace tiempo su capacidad para interrumpir las vitales rutas marítimas de China, pero luego acusa a Pekín de militarismo cuando toma contramedidas reforzando su armada.

En lugar de interpretar el aumento del gasto militar de China como un dilema de seguridad clásico que debe resolverse mediante la diplomacia, la Armada estadounidense afirma que debería prepararse para una guerra con China para 2027. La OTAN insta cada vez más a una participación activa en Asia Oriental, con China en la mira. Los aliados europeos de Estados Unidos generalmente se ajustan a la postura agresiva de Estados Unidos hacia China, tanto comercial como militarmente.

Una nueva política exterior para Europa

Europa se ha arrinconado, subordinada a Estados Unidos, evitando la diplomacia directa con Rusia, perdiendo competitividad económica debido a las sanciones y la guerra, incurriendo en aumentos masivos e insostenibles del gasto militar y cortando vínculos comerciales y de inversión de largo plazo con Rusia y China.

El resultado es una deuda creciente, un estancamiento económico y un riesgo creciente de una guerra importante, que aparentemente no asusta a Merz pero debería aterrorizar al resto de nosotros.

Quizás la guerra más probable no sea contra Rusia, sino contra Estados Unidos, que bajo el gobierno de Trump amenazó con apoderarse de Groenlandia a menos que Dinamarca la vendiera o la cediera a la soberanía estadounidense. Es muy posible que Europa se quede sin verdaderos amigos: ni con Rusia, ni con China, ni con Estados Unidos, ni con los países árabes (resentidos por la indiferencia de Europa ante el genocidio de Israel), ni con África (aún herida por el colonialismo y el poscolonialismo europeos), ni en ningún otro lugar.

Existe, por supuesto, otra vía, prometedora, si los políticos europeos reevaluan los verdaderos intereses y riesgos para la seguridad europea y vuelven a situar la diplomacia en el centro de la política exterior europea. Propongo diez pasos concretos para elaborar una política exterior que refleje las verdaderas necesidades de Europa.

Diez pasos hacia una nueva política exterior europea

  1. Establecer comunicación diplomática directa con Moscú.La evidente incapacidad de Europa para interactuar directamente con Rusia es devastadora. Quizás Europa se crea su propia propaganda, dado que no aborda directamente cuestiones clave con su homólogo ruso.
  2. Prepárense para una paz negociada con Rusia en relación con Ucrania y la seguridad colectiva de Europa.La clave es un compromiso firme e irrevocable de no expandir la OTAN a Ucrania, Georgia ni a ningún otro lugar del este. Además, Europa debería aceptar algunos cambios territoriales pragmáticos que favorezcan a Rusia.
  3. Rechazar la militarización de las relaciones con China, por ejemplo, oponiéndose a la participación de la OTAN en Asia Oriental. China no representa en absoluto una amenaza para la seguridad de Europa, y Europa debería dejar de apoyar ciegamente las pretensiones hegemónicas estadounidenses en Asia, que son suficientemente peligrosas e ilusorias incluso sin el apoyo europeo. En cambio, deberían fortalecerse los lazos de cooperación con China en materia de comercio, inversión y clima.
  4. Opte por un enfoque diplomático institucional sensato.El enfoque actual es ineficaz. El Alto Representante de la UE para la Política Exterior es principalmente un portavoz de la rusofobia, mientras que la diplomacia de alto nivel, cuando existe, está guiada, de forma confusa, por líderes nacionales (el Alto Representante, el presidente de la Comisión Europea, el presidente del Consejo Europeo), o una combinación variable de estos. En resumen: nadie habla con claridad en nombre de Europa, porque no existe una verdadera política exterior europea .
  5. Separar la política exterior europea de la OTAN. En realidad, Europa no necesita la OTAN, ya que Rusia no tiene intención de invadirla UE. Europa debería, en efecto, desarrollar su propia capacidad militar, independiente de Estados Unidos, pero a un coste muy inferior al 5% del PIB, un objetivo numérico absurdo basado en una evaluación completamente exagerada de la amenaza rusa. Además, la defensa europea no debería coincidir con la política exterior europea.
  6. Colaborar con Rusia, India y China en la modernización ecológica, digital y del transporte del espacio euroasiático.El desarrollo sostenible de Eurasia beneficia a los cuatro principales actores euroasiáticos y solo puede lograrse mediante la cooperación pacífica.
  7. Combinando la Puerta de Enlace Global Europea con la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China.Actualmente, la Puerta de Enlace Global se presenta como un competidor de la BRI. En realidad, ambas iniciativas deberían cooperar en la cofinanciación de infraestructura verde, digital y de transporte para Eurasia.
  8. Aumentar la financiación del Pacto Verde Europeo (PVE).Esto aceleraría la transición hacia un futuro de bajas emisiones. Los beneficios serían dobles: mayor seguridad climática regional y global, y mayor competitividad europea en tecnologías verdes y digitales, creando un nuevo modelo de crecimiento.
  9. Colaborar con la Unión Africanapara una expansión masiva de la educación y la formación profesional. Con una población que se prevé que crezca de 1.400 millones a aproximadamente 2.500 millones para mediados de siglo (en comparación con los 450 millones de la UE), el futuro de África influirá profundamente en Europa. La esperanza de prosperidad africana reside en la rápida difusión de la educación y las competencias avanzadas.
  10. La UE y los BRICSdeben comunicar claramente a Estados Unidos que el futuro orden mundial no se basará en la hegemonía, sino en el Estado de derecho consagrado en la Carta de las Naciones Unidas. Esta es la única manera de garantizar la verdadera seguridad de Europa y del mundo. La dependencia de Estados Unidos y la OTAN es una cruel ilusión, especialmente dada la inestabilidad del propio país. Por el contrario, una reafirmación de la Carta de las Naciones Unidas puede poner fin a las guerras (por ejemplo, poniendo fin a la impunidad de Israel e implementando los fallos de la Corte Internacional de Justicia sobre la solución de dos Estados) y prevenir futuros conflictos.

FuenteContropiano

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