jueves, 17 de julio de 2025
Contra la banalización del fascismo
Para Costa la
posibilidad de una tercera guerra mundial debe descartarse; más bien
asistiremos, piensa él, a una lenta agonía de Occidente, desangrándose poco a
poco mientras el centro del mundo se desplaza hacia Oriente. Los BRICS tienen
un papel en ello.
Contra la banalización del
fascismo
Por Miquel Ramos
Rebelion /España
17/07/2025
Fuentes: La Marea [Foto: Demostración fascista «contra las bandas latinas» en el
barrio de Tetuán, en Madrid (Álvaro Minguito)]
Varias
encuestas alertan del retroceso que están sufriendo los consensos en materia de
derechos humanos y libertades públicas. Se ha logrado instalar la idea de que
el feminismo ha ido demasiado lejos, que las personas LGTBIQ+ no tienen razones
para reivindicar la igualdad, que la violencia machista no existe y que las
personas migrantes son una amenaza. Más allá de la conquista de una parte
del sentido común que la extrema derecha está logrando a
través de la llamada «batalla cultural», y de tener cada vez más poder en las
instituciones, esta nueva forma de fascismo también se está rearmando
en las calles.
La sensación de
correr peligro físico, de que te agredan o atenten contra tu vida empieza a ser
real e incluso habitual. Las
agresiones motivadas por el odio racista, homófobo e ideológico han crecido
estos últimos años, a la vez que los discursos de odio se extienden
impunemente por las redes y las instituciones. Ahora, además, también se señala
a los y las periodistas como objetivo. Nuestro compañero Antonio Maestre lleva
ya unas cuantas denuncias por varias amenazas de neonazis cuando andaba
tranquilamente por la calle. Y ha sido objeto de acoso por parte de uno de los
agitadores ultras que, micrófono en mano y cámara detrás, también se
dedican a amedrentar a periodistas. No ha sido el único. Otros compañeros y
compañeras han sido increpados, perseguidos y agredidos por
estos y otros energúmenos. Una práctica que, presentada en sus
canales como mero entretenimiento, como parte del espectáculo político, normaliza
la agresión sin atender a las consecuencias.
Unos hackers de
extrema derecha publicaron recientemente los datos de varios políticos y de
unos cuantos periodistas. Jorge Buxadé, el eurodiputado de Vox y uno de sus
cabecillas en la actualidad, decía recientemente en redes sociales que no
habría clemencia para los periodistas, a quienes pretende hacer responsables de
lo que pase en Palacio. Para ellos, en su ofensiva, no hay prisioneros a la
hora de derribar todo lo que tenga que ver con la izquierda, apoye o no a Pedro
Sánchez.
Aunque el
señalamiento de periodistas no es patrimonio única y exclusivamente de la
extrema derecha, sí que están liderando el incremento de la violencia verbal,
del acoso e incluso los conatos de agresión. Una cosa es la crítica, legítima
en democracia, y otra el señalamiento a modo de amenaza velada, con tus datos
expuestos.
El peligro de la extrema derecha no es solo que llegue al poder, legisle e
institucionalice sus odios, sino que, mientras tanto, están normalizando la
violencia contra sus oponentes. Aunque todo
se escude tras la hipérbole y la retórica de la comunicación política, el
mensaje implícito es evidente, pues tiene consecuencias en la vida de quien se
ve señalado o quien se cruza en su camino.
El caso de los
matones armados que desahucian por dinero, tan de moda en estos tiempos, es tan
solo un síntoma de este escuadrismo fascista normalizado ante el pánico
securitario instalado en el imaginario social. Pero es que no están tan lejos
de las llamadas al golpe de Estado, a asaltar la sede del partido del gobierno,
o incluso la Moncloa, o a derribar las instituciones porque, a su juicio,
vivimos en una dictadura.
«Eran neonazis con bates y machetes», dijo una
mujer, testigo de lo sucedido en Aldaia el pasado mes de junio, cuando un grupo
de 30 hombres armados asaltó una nave industrial abandonada. Allí se habían
instalado varias personas migrantes de la zona de l’Horta Sud, en València, la
más afectada por la dana que arrasó varias zonas de los alrededores de la
capital del Turia. Muchos de los migrantes que se refugiaban en esa nave
lo habían perdido todo durante aquella catástrofe. Ahora, el propietario del
terreno pretendía echarlos y para ello contrató presuntamente a unos
matones.
En estos
últimos tiempos han proliferado las empresas que ofrecen sus servicios para
desahuciar a quien haga falta. Y es cierto que muchos neonazis han acabado
allí, haciendo lo que les gustaba, pero cobrando por ello. Y todo, o casi todo,
de manera aparentemente legal. Estas empresas forman parte de las luchas
políticas y sociales de nuestros tiempos. Intervienen en la lucha de
clases con la formación de escuadrones fascistas al servicio de los
propietarios, pero también en la política. Ya sea convocando o participando
en manifestaciones o difundiendo bulos y discursos de odio en
sus redes sociales o en los platós de algunos programas de televisión.
Hace unos
meses, cientos de jóvenes se manifestaban por las calles de Madrid convocados
por Falange de las JONS. Sorprendió a muchos ver a tantos jóvenes, la mayoría
hombres, gritando consignas nazis y fascistas, levantando el brazo y
difundiendo el mantra racista de la remigración, de las
deportaciones masivas de migrantes no blancos. Por las mismas fechas, unos
encapuchados de la organización neonazi Núcleo Nacional, nacida al calor de las
protestas de Ferraz en noviembre de 2023, llamaban a patrullar las calles y a
pasar a la acción. Y ahora tenemos Torre Pacheco (Murcia).
Ante esta
avalancha de discursos de odio, las hordas fascistas se rearman. Ven el
camino despejado, sienten la impunidad. Creen que su momento está cerca, y van
haciendo. Tienen buenos padrinos, buenos contactos. Y tienen, sobre todo,
quienes avalan sus consignas desde las instituciones. Ellos harán el
trabajo sucio y otros los cubrirán. De hecho, ya lo están haciendo.
Si juntas todo
esto, si ves la foto completa, la imagen no es nada esperanzadora viendo la
escasa e insuficiente reacción institucional. No se toma en serio, o
directamente se intenta instrumentalizar para exhibir la amenaza del caos si
algo cambia.
En medio quedan
aquellos a quienes han puesto una diana, a quienes no paran de advertir que
cualquier día pasará algo grave y entonces todos nos preguntaremos en
qué hemos fallado. Nosotros llevamos mucho tiempo haciendo periodismo,
alertando sobre este auge reaccionario y la violencia creciente.
Señalando a quienes la azuzan y a quienes la toleran. Y no nos queda otra que
seguir haciéndolo. Porque ese riesgo, ese compromiso con la democracia y esa
responsabilidad de defenderla, la asumimos hace ya mucho tiempo.
Fuente: https://www.lamarea.com/2025/07/16/contra-la-banalizacion-del-fascismo/