martes, 9 de septiembre de 2025

El tabú de la edad

 


El tabú de la edad


Domingo Sanz

kaosenlared

9 de septiembre de 2025  

 

Por motivos que sí vienen al caso pero que por sí solos merecen cientos de libros y otras tantas revoluciones democráticas de las que siempre quedarán pendientes por que lo que interesa es el poder, dejaré para más adelante las intenciones que me mueven y comenzaré por el principio.

Son las 15 horas del 6 de septiembre de 2025 y escribo en Internet “El tabú de la edad”. De inmediato, una IA emergente y con ánimo de ayudar gratis hoy para poder cobrar mañana, pero que tampoco conoce mis intenciones, me responde con esto:

El ‘tabú de la edad’ se manifiesta en la represión de la sexualidad en personas mayores, la marginación de la vejez en la sociedad por estereotipos de belleza joven, y el juicio social sobre parejas con diferencias de edad significativas. Estos tabúes se originan en patrones culturales y sociales como la idealización de la juventud, y se mantienen por prejuicios que ignoran las capacidades y necesidades de las personas mayores, afectando su bienestar y autoestima”.

Regreso al pasado aún presente y también tecnológico haciendo “clic” en “Herramientas” de la misma primera pantalla y el buscador me responde con 8.760.000 resultados, refiriéndose todos y cada uno de los diez primeros a temas de la edad relacionados con el sexo y con títulos tan explícitos como “El tabú de la sexualidad en las personas mayores” de la Fundación PRODE, “El Viaje de los Tabúes del Sexo al Envejecimiento en la Sociedad Moderna” en Psicología y mente“, “Las personas mayores y la sexualidad: un tema tabú” de Cuideo, tan publicitarios los de esta marca, sobre todo por la radio, o “Entendiendo la sexualidad en la tercera edad: Rompiendo el tabú”, de Abuelosplus.

Abro paréntesis para tomar un fresco, que todavía es de verano incendiado, más un café con hielo en el bar más cercano y de repente, en la página 22 del periódico de papel más leído de la isla donde vivo coincido con la médica María José Hernández proclamando que “Debemos aceptar las arrugas, no hay que disimular la edad que tenemos” y sospecho que más pronto que tarde será objeto de alguna campaña para que la gente olvide tanta osadía, promovida por los negocios que viven de desarrugar con disfraces naturales toda clase de pieles.

De repente, pienso que ya es hora de asomar la patita de las maldades que me animan y recuerdo que mi manía principal, como contribuyente que soy, consiste en vigilar lo que ocurre en la política retribuida, esa que pagamos entre todos y que en tantas ocasiones sus protagonistas son parte interesada de lo que legislan para que sepamos a qué atenernos, aunque también es cierto que resulta muy difícil organizar un país con tantos millones de personas, cada una con sus intereses particulares, solo algunos compartidos y siempre cambiantes, y rodeado de otros países también muy difíciles, y no digamos ahora, con los excesos que se están gastando algunos líderes.

Por tanto, he decidido que me interesa saber si el tabú de la edad también afecta a la clase política, especialmente a la que elegimos en las urnas y cuyos componentes son, por tanto, quienes teóricamente deben comportarse de manera más transparente con el electorado, pues esa voluntad, la nuestra, a la que se denomina “popular”, es vital para que ellos puedan continuar en los cargos que ocupan, algo que evidentemente desean, pues, de lo contrario, no repetirían, o aprobarían leyes para limitar el número de mandatos y dar paso a otros, pero bueno, donde vamos a parar, ¿en qué mundo me creo que estoy viviendo?

Acto seguido elijo las “víctimas” de la investigación que debo llevar a cabo para seguir escribiendo y elijo a los miembros del Congreso y de los 17 parlamentos autonómicos para comprobar, uno por uno, si la información que proporcionan de los ocupantes de sus escaños está afectada también por el título de este artículo, pues no sería aceptable que las instituciones padecieran los mismos traumas que sus miembros. ¿O acaso sigo viviendo en un mundo distinto?

Además, y no es un asunto menor, el dato de la edad es una condición legal inapelable, tanto para poder elegir como para ser elegido, que es lo que hoy me motiva. Para rebajar la crueldad, seguiré sin citar ni medio nombre.

Otro detalle también importante nos confirma la evidencia de que solo conociendo las fechas de nacimiento es posible saber si ciertos colectivos están especialmente discriminados en las instituciones, algo que, de ocurrir, las alejaría del parecido a la sociedad que representan. Aunque parezca mentira, disculpe que casi redunde, el parecido entre representantes y representados es muy conveniente para gobernar mejor. Ya sabemos que esto supone algunas molestias añadidas, pero, ya que cobran, lo pueden soportar, ¿o no?

En menos palabras: ¿informan los parlamentos de las fechas de nacimiento de sus miembros? Comencemos.

El Congreso: La respuesta es SÍ, y bien en la ficha personal de cada diputado, aunque entre los miles que lo han sido desde 1977 hay uno de UCD y de la legislatura constituyente que no incluye la fecha en que nació. Para los informáticos del Congreso y por si quieren arreglarlo, escriban su nombre en Google y asunto resuelto. Y no se olviden de citar la fuente de la información, salvo que recurran a la que llevan casi medio siglo sin emplear.

La Asamblea de Madrid: SÍ también, y ofreciendo además la posibilidad de aplicar hasta ocho filtros distintos, algo que debería cundir y que si, por ejemplo, para el tema de la edad presentara cuadros de datos o pirámides de población de año en año serviría para hacer mucho más fácil la estadística y buscar discriminaciones de hecho vinculadas al edadismo, pero el de todos, no solo el que se refriere a las personas mayores.

Aprovecho la oportunidad madrileña y decido elegir la “Legislatura XIII” (la actual) y que sus componentes tengan “Menos de 25 años” de edad.

En un instante aparece una nueva pantalla pretendiendo que trague con que de sus 135 miembros hay 67 que son tan jóvenes. Lo intento más veces y reincide siempre pero como, eso sí, fotos hay de la inmensa mayoría, decido abrir las primeras cuatro fichas por si las apariencias fueran capaces de engañar tanto y tan al revés de lo habitual y no, pues me dice que nacieron, respectivamente, en 1971, 1971, 1974 y 1961, lo que significa que todos tienen, como mínimo, el doble de la edad máxima del filtro aplicado.

Evidentemente me desmoralizo y decido seguir investigando, pero otro día, sobre el tabú de la edad entre las clases políticas autorizadas por las urnas en el “Reino de España”. Por cierto, no le perdonaré sus vidas al resto de países del mundo, que cualquiera sabe como lo hacen para convertir sus tabúes en beneficios de algunos, y ya ni me reconozco de lo mal pensado que me estoy volviendo.

En cualquier caso, enviaré esto a los responsables de ambos parlamentos investigados por si sirve para mejorar y, errores informáticos o humanos aparte, calificaré con un aprobado las informaciones que ofrecen el Congreso y la Asamblea madrileña, pues también hace mucho tiempo que las tecnologías permiten resultados mucho más útiles para quienes deciden investigar sobre tabúes y otros defectos humanos de los que debilitan las democracias, el sistema que ha demostrado mayor eficacia en, por ejemplo, lo de alargar las esperanzas de vida, eso que tanto coincide con el instinto de supervivencia que llevamos puesto desde el día en que nacemos. 

Imagen de portada:   Retrato de Heráclito de Éfeso – Wellcome Images (CC BY)

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