«Democracia
siempre»: Una cumbre de verdugos para la farsa renovada de la burguesía global
Por Canarias Semanal
Kaosenlared
24 de julio de 2025
Una cumbre «progresista»
para salvar lo insalvable
Por GUSTAVO BURGOS (*) /
CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Totalmente de espaldas a
los trabajadores y resaltada como un acto diplomático, la reunión «Democracia
Siempre» —celebrada en La Moneda con la pompa
ritual que caracteriza a las cumbres del progresismo burgués— no es más que una
nueva escenificación desesperada de legitimación para un orden en ruinas.
Con la presencia de
los presidentes Boric (Chile), Lula (Brasil), Sánchez (España), Petro
(Colombia) y Orsi (Uruguay), el acto no ha sido otra cosa que una misa
laica en defensa del orden burgués disfrazada de cruzada
moral contra el «extremismo» y la «desinformación».
Una vez más, los supuestos
representantes de una “izquierda” institucional han ratificado
su rol como bomberos del sistema.
El mito de la democracia
capitalista
El documento final reafirma
un conjunto de principios abstractos –la “defensa de la democracia”,
la “cooperación multilateral”, la “gobernanza
digital”, la “transparencia algorítmica”– cuya
función no es otra que encubrir la profunda putrefacción del régimen
capitalista. Con estas lindezas pretenden hacernos creer que
la solución a la crisis terminal del orden burgués pasa por «más
democracia», entendida siempre en los límites que señala la gran
propiedad privada: el parlamentarismo capitalista, las ONGs financiadas
por fundaciones imperialistas y la «gobernanza» de los mercados.
Pero para las masas
trabajadoras y explotadas del mundo, la experiencia concreta desmiente
esa ficción. Desde Ecuador hasta Francia, desde Haití hasta Palestina,
los trabajadores y los pueblos oprimidos no han conocido más que represión,
miseria, inflación, guerra y saqueo.
Y esta “democracia” que
los presidentes quieren resguardar no es otra cosa que el mecanismo de
dominación mediante el cual las oligarquías se rotan en el
poder con el aval de procesos electorales controlados, medios
de comunicación hegemónicos y estructuras supranacionales como
el FMI o el BID.
Cumbre de verdugos, no de
demócratas
Todos los presentes en Santiago son jefes
de Estado que, en sus respectivos países, han impulsado políticas
de ajuste contra el pueblo trabajador:
Gabriel Boric militariza
el Wallmapu, reprime a los secundarios y
garantiza el pago de la deuda interna a los grandes grupos económicos.
Luiz Inácio «Lula» da Silva
ha pactado con los banqueros y el agronegocio, impulsando una política
fiscal ortodoxa y de subordinación al capital financiero.
Pedro Sánchez, artífice
de la represión al independentismo catalán y gestor de
la «ley mordaza» bajo otra cara, revalida el rol
imperialista de España en África y América Latina.
Gustavo Petro, en
nombre del progresismo, pacta con la derecha uribista mientras
reprime a las comunidades movilizadas.
Yamandú Orsi, bajo el
manto del Frente Amplio, no rompe ni un ápice con el modelo
neoliberal uruguayo siguiendo el derrotero de Mujica.
Es decir, se trata de una reunión
de administradores del capital en crisis, de verdugos que, mientras se
declaran defensores de los “valores democráticos”, aplican medidas
antiobreras y sostienen al imperialismo. Su verdadera intención es restaurar
la credibilidad de las instituciones burguesas, ante el desprestigio
generalizado que sufren a escala mundial.
El hundimiento de las
ilusiones democráticas
Lo que esta cumbre intenta
evitar a toda costa es lo que ya se está gestando en los subsuelos de
la historia: la ruptura del proletariado con el fetichismo
democrático. El aumento de la abstención, el
descrédito de los partidos tradicionales, la radicalización de
la juventud y el resurgimiento de métodos insurreccionales en
países como Perú, Ecuador o Sri Lanka son síntomas de un fenómeno
objetivo: las masas comienzan a experimentar con la vía directa y
revolucionaria, porque ya no confían en los dispositivos de representación de
una clase social enemiga.
A contramano de lo que
estos mandatarios sostienen, la democracia no es un espacio neutral,
sino una forma específica del Estado capitalista, que
garantiza el dominio de clase bajo una envoltura liberal.
Es la dictadura de la burguesía con ropaje parlamentario, como
enseñó Lenin. Su defensa hoy no es sino una estrategia para
evitar que el proletariado recorra el camino de Octubre.
¿Y Gaza?
Mención especial merece la
fraseología sobre la “paz en Gaza” y el “derecho
internacional humanitario”. Cinismo en estado puro. Ninguno de
estos mandatarios ha roto relaciones con el Estado de Israel. Ninguno ha
llamado a un boicot efectivo. Ninguno ha actuado más allá
de declaraciones vacías. En realidad, forman parte del sistema
internacional que permite y justifica los genocidios si estos responden a los
intereses de Occidente. Hablan de «alto el fuego» mientras
venden armas, garantizan tratados de libre comercio y permiten la impunidad.
Conclusión: Los únicos
antisistema son los trabajadores
Estas Cumbres no
son inocuas. No sólo reproducen los moldes ideológicos del sistema
que dicen combatir, sino que le entregan en bandeja su
discurso y su lugar político a las variantes más reaccionarias
de la extrema derecha y el fascismo. Cada vez que el progresismo burgués clama
contra “el odio” sin enfrentar la raíz
capitalista de la desigualdad, le abre la puerta al fascismo.
Cada vez que se aferra a los ritos democráticos en decadencia, facilita
el ascenso de las derechas que se presentan —falsamente— como
alternativas antisistema.
Pero no es Milei,
Le Pen o Trump el enemigo de esta Cumbre: su
verdadero enemigo es la revolución socialista, es decir, el poder de los
trabajadores movilizados en levantamientos y estallidos. Por eso hacen estas
convocatorias: para contener lo incontenible, para intentar frenar lo que ya
asoma. La polémica instrumental que pretende ubicar a los BRICS como
una alternativa «multipolar» al imperialismo
norteamericano, revela con estos actos políticos su naturaleza de
clase. Que Lula y Sánchez —ambos integrantes de bloques «enfrentados» en
el concierto de este antiimperialismo de opereta— compartan este
espacio en Santiago, revela la profundidad del acuerdo
antiobrero que más allá de sus discrepancias tácticas tienen EEUU-Europa de
un lado y del otro los BRICS. La cacareada multipolaridad es
un intento vano de renovar las ilusiones de resolver los conflictos sociales en
el marco de la dominación capitalista.
La verdad es simple: los
únicos verdaderamente antisistema hoy son los trabajadores, los explotados, los
que ya no creen ni en parlamentos ni en pactos sociales. La única
salida no es más democracia burguesa, sino que organización y movilización
independiente de los trabajadores.
(*) Gustavo Burgos. abogado y
militante marxista chileno, es director de El Porteño y conductor del canal
de Youtube de análisis político «Mate al Rey».
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