¿De dónde proceden los
valores culturales de la Europa contemporánea? ¿Desde cuándo esos valores están
hegemonizados por la “religión” del capitalismo? ¿Cuál es, entonces, el núcleo
de nuestra tradición? Algo no encaja…
Raíces
El Viejo Topo
11 agosto, 2025
tantas veces
que parece haberse convertido en sentido común. Pero no es así en absoluto.
Afirmar esto significa borrar por completo una parte significativa –y
fundamental– de las raíces culturales de Europa; significa eliminar todo lo que
representaba la cultura griega, desde la micénica de la Ilíada hasta el
helenismo; significa eliminar la influencia fundamental de la cultura latina,
desde la Roma republicana hasta el Imperio; significa eliminar la cultura de
los pueblos celtas, desde Irlanda hasta Francia; y significa eliminar –¿por qué
no?– los siglos de dominación islámica, desde Sicilia hasta Andalucía.
Si lo
analizamos con más detenimiento, apoyar la tesis de las raíces judeocristianas
es, en efecto, una operación ideológica que, al eliminar todo lo que no encaja
con la tesis que pretende imponer, busca una mistificación sustancial. En el
mejor de los casos, por lo tanto, nuestras raíces son pagano-cristianas.
Hablar de
raíces judías, dada la escasa influencia de la cultura judía en Europa –no solo
como minoría religiosa, sino también como minoría sectaria y extremadamente
cerrada– resulta aún más desconcertante. Tampoco sería válido, a tal efecto,
argumentar que el cristianismo, en última instancia, tiene orígenes judíos. La
figura de Jesús de Nazaret, de hecho, no puede remontarse al judaísmo, a menos
que aceptemos otra mistificación como cierta: que los judíos son una raza, no
seguidores de una religión. Sin duda, nació entre los pueblos semíticos que
habitaban la antigua Palestina, y su pensamiento religioso –en el que otros
posteriormente basarían el cristianismo– sin duda habría estado influenciado
por el pensamiento judío. Pero no solo no era de fe judía –basta recordar su
oposición al Sanedrín–, sino que estaba claramente mucho más interesado en una
«confrontación» con el mundo pagano de Roma, y esto por una razón fundamental:
mientras que el judaísmo era (y es) una religión excluyente, dirigida casi
exclusivamente a una comunidad de «elegidos» por nacimiento, que se creían
superiores a todos los demás en la Tierra por elección divina, la fe predicada
por Jesús era universalista e igualitaria.
Pero –como
señala Andrea Zhok– el problema hoy es que, en cualquier caso, esas raíces
(pagano-cristianas) se han visto en gran medida atrofiadas, sustituidas por la
«religión» del capitalismo, con todo lo que conlleva: individualismo extremo,
la reducción de todo valor a su medida económica, la desaparición de los
vínculos sociales… Que es lo que Emmanuel Todd identifica como la causa
principal de la «derrota de Occidente».
Especialmente
desde la segunda mitad del siglo XX, la sociedad europea se ha visto sometida a
un proceso de «capitalización cultural forzada», que no coincide casualmente
con el auge de la idea moderna de Occidente (en realidad, el mundo anglosajón),
en el que Europa fue absorbida, rompiendo así no solo sus propias raíces
culturales, sino también, en consecuencia, las conexiones históricas de la
cultura europea con Oriente (Eurasia) y el Sur (África y Oriente Medio).
Obviamente, no se trató de una transición abrupta, ocurrida en el transcurso de
unos pocos años, y ciertamente tuvo sus raíces en la Revolución Industrial y el
colonialismo. Pero lo que ocurrió tras la Segunda Guerra Mundial fue
precisamente un proceso de vaciamiento de las raíces culturales de Europa,
sustituyéndolas por un sistema de valores basado en la «ideología» capitalista
anglosajona.
Sin una
recuperación y actualización de nuestras raíces, es muy improbable que se den
las condiciones para recuperar nuestra autonomía y soberanía. Y, obviamente, no
se trata de una cuestión religiosa, de recuperar la propia fe –escribo como
ateo–, sino de algo mucho más profundo.
Fuente: Enrico Tomaselli
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