Haití, noticias del futuro
Por Guadi Calvo
Fuentes: Rebelión
19/06/2025
En referencia a lo que señalábamos días atrás, en “La crueldad como
espectáculo”, donde se describen apenas los medios para terminar de mudar a la
humanidad a ese suburbio infame que nos espera, donde la única ley que rija
todo sea la que momentáneamente necesiten los poderosos para que pueda ser
cambiada a su antojo por otra que momentáneamente necesiten los mismos
personajes, quien busque un espejo que refleje ese futuro, puede mirarse en
Haití.
Si bien desde
el mismo momento en que Jean-Jacques Dessalines, el primer día del 1804,
declaró su independencia después de trece años de lucha, fundando la primera
nación independiente de América después de los Estados Unidos, el mundo
civilizado y la naturaleza parecen haberse aliado en su contra por la doble aberración
cometida: ser república y ser negra.
En sus ya
cumplidos doscientos veinte años, esa república negra, sin temor a equivocarnos
podríamos afirmar que no ha conocido un solo día de paz, ya que cuando no fue
por responsabilidad de los hombres, lo fue su naturaleza desquiciada, que por
medio de terremotos, huracanes, sequías y dictaduras -que en Haití cuentan como
desastres naturales- se ha encargado de recordarle su condición de tierra
maldita.
Sería largo,
obvio y aburrido hacer el racconto de tantos males, que
empiezan desde el momento en que la Quisqueya tuvo la desafortunada suerte de
cruzarse en la rauda derrota de Cristóbal Colón hacia Catay y Cipango hasta
llegar a la actual situación de la nación antillana, donde la única ley que
rige es la voluntad de las bandas armadas desde mayo del 2020, disponiendo de
los bienes y destinos de sus once millones de ciudadanos. A los que habría que
restarles las casi quince mil almas que la guerra de las bandas consumió en
estos últimos cinco años. (Ver: Haití: Los Tonton Macoutes están de vuelta).
A esta
presurosa cuenta hay que sumar el centenar de fallecidos que se produjo entre
el miércoles y el jueves de la semana pasada después de que las fuerzas
policiales, que todavía responden al primer ministro Alix Didier Fils-Aime,
localizaron por medio de drones y atacaron a las bandas de Gran Ravine y Village
de Dieu, dos de las que se han adueñado de prácticamente la totalidad
de la capital, Port-au-Prince.
La efectividad
del ataque y las numerosas bajas que ha dejado se deben a que la mayoría de
ellos fueron sorprendidos en su “cuartel general” en la escuela evangelista
Maranatha, en el barrio de Bois-Aubé, un lugar de acceso complicado para
la Policía Nacional. Según fuentes locales, entre los muertos no se
ha registrado ninguno de sus peligrosos líderes.
Desde hace
semanas, las autoridades locales han multiplicado sus operaciones en distintas
áreas de la capital, principalmente en Kenscoff, en la parte alta de Puerto
Príncipe, lo que aparentemente estaría dando algún resultado que se nota
por el reinicio de las actividades comerciales y la reapertura de las escuelas.
Solo entre
enero y marzo de este año más de mil seiscientas personas han muerto y una
seiscientas resultaron heridas a causa de las constantes batallas por
territorio entre estas bandas cada vez mejor armadas, los grupos de autodefensa
armados con lo que encuentran, que apoyan a las fuerzas gubernamentales.
Durante el año
pasado las bajas alcanzaron unas seis mil, un millar más que las del 2023.
Más allá de
alguna fortuita victoria, la policía sigue sin responder a la magnitud de la
crisis, incluso tampoco nada ha logrado la Misión Multinacional de
Apoyo a la Seguridad (MMAS) de las Naciones Unidas que
desde hace un año ha desplegado ochocientos policías, mayoritariamente
kenianos, de los dos mil quinientos prometidos inicialmente que por alguna
extraña razón se demoran en llegar.
Jimmy Barbecue Cherisier,
un exjefe policial reconvertido en el líder de la coalición armada, la Viv
Ansanm (Vivir Juntos) la más importante y emblemática de las cerca de
trescientas que operan en todo el país tanto en áreas urbanas como rurales, a
principios de marzo del año pasado, Barbecue, su apelativo responde
por la costumbre de asar a sus enemigos, coordinó el asalto de la Penitenciaría
Nacional de Puerto Príncipe, lo que permitió la fuga de sus casi cinco
mil reclusos. A consecuencia de esto debió renunciar el primer ministro Ariel
Henry.
En esas horas
el desquicio de violencia provocada por las bandas fue tal que hasta personajes
experimentados como los sicarios colombianos detenidos tras el magnicidio de
Jovenel Moïse en julio del 2021, lo que reconfiguró la crisis de seguridad que
actualmente se vive, prefirieron preservarse en sus celdas y negarse a escapar.
El mánager de la muerte
Blanqueado tras
el retorno de Trump a Washington, Erik Prince se ha postulado para poner en
caja el pandemonio desatado en Haití, después del notorio fracaso de la Misión
Multinacional de Apoyo a la Seguridad (MMAS).
Prince es
fundador y CEO de Blackwater, la organización criminal privada más
grande de la historia, ahora llamada Constellis. El habitual cambio
de nombres es una estrategia de Prince para confundir a los diversos tribunales
donde tiene cuentas pendientes a raíz de las aberraciones criminales cometidas
por sus sicarios. Por lo que, a partir del 2020, tanto el Departamento
de Defensa como la CIA le prohibieron funcionar.
A pesar de esa
prohibición, Prince, hermano de Betsy DeVos, secretaria de Educación en el
anterior gobierno de Trump, siguió activo en áreas marginales de la seguridad
estadounidense con el aval de todo el aparato de la ultraderecha
norteamericana. En los últimos meses se hizo notoria su presencia en los
círculos oficiales, incluso participando activamente de discusiones internas
del Departamento de Estado y del Consejo de Seguridad
Nacional.
Blackwater, entre otros desastres, cuenta con la masacre de 2007
de plaza Nisour (Irak), donde sus empleados tirotearon durante media hora a una
multitud desarmada dejando diecisiete civiles muertos y unos veinte heridos.
La semana
pasada se conoció que el próximo mes Prince enviará a ciento cincuenta de sus
mercenarios para asistir a la fuerza policial. Aunque se sabe que ya algunos de
los suyos están en la isla a cargo de la operación de drones con la que se
busca localizar y eliminar a los jefes más notorios de estas bandas.
Debido a sus
antecedentes, incluso Trump en su anterior mandato rechazó una oferta del CEO
de Blackwater para la intervención oficial en Afganistán, más
allá de que siempre estuvieron en ese país asistiendo a empresas y
funcionarios.
Hasta el
viernes Haití estaba en el escritorio de Trump no como una prioridad, pero sí
como un tema de fácil resolución, donde además había un gran negocio
inmobiliario detrás de la reconstrucción de prácticamente todo el país tras el
terremoto de 2010, que dejó más de trescientos mil muertos y provocó la
demolición de miles de edificios e infraestructura. Make America Great
Again.
Veremos en qué
orden quedan los negocios inmobiliarios del país antillano, ahora que su
díscolo y principal socio en Medio Oriente, Benjamín Netanyahu, se lanzó a
incendiar el mundo atacando Irán.
Por lo que
quizás nombrar a Prince como su virrey en Haití sea, si no la mejor solución,
sí la más rápida. De producirse ese desembarco, la posibilidad de una matanza
sin parangón en la historia de ese país está en puerta, ya que se enfrentan dos
cuerpos absolutamente irregulares, que no estarán por fuera de cualquier
jurisdicción internacional regulatoria de los crímenes de guerra, por una
parte, Blackwater y por la otra la coalición de bandas que se
producirá al momento que el primer mercenario pise la isla.
En la carpeta
de negocios que Prince le presentó a Trump figuraban participar de la captura y
deportación de inmigrantes (ver: La crueldad como espectáculo) y encargarse del
control y la vigilancia de las prisiones salvadoreñas en las que Estados Unidos
tiene intereses políticos y comerciales.
Prince en abril
realizó un acuerdo con la República Democrática del Congo (RDC) para el control
de la producción y para combatir la minería ilegal en el país, lo que ya Trump
había ofrecido a cambio de minerales por asistencia en seguridad.
En este
contexto casi distópico en que ejércitos privados, sin controles estatales,
enfrentan bandas al estilo Mad Max y el derecho internacional
es papel mojado, Haití se ha convertido en un espejo que refleja nuestro
futuro.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional
especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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