La manera más
fácil para que EEUU alivie su economía es mediante una guerra, pero que quien
la libre sea Europa, y con bien pagadas armas estadounidenses. Por ahora, Trump
parece haberse olvidado de China.
La guerra, la de verdad, más cerca
El Viejo Topo
3 octubre, 2025
En estos días
han aparecido dos artículos que obligan a reflexionar y, sobre todo, a
prepararse para lo que viene, para lo que se nos viene y que no somos capaces
de afrontar, ni siquiera verbalizar. El primero, escrito por un economista
solvente: Juan Torres (“El oro destrona a los bonos de Estados Unidos”,
Rebelión 27/09/2025); el segundo, por un historiador especializado en
relaciones internacionales y con una larga experiencia como corresponsal:
Rafael Poch (“La ampliación de la guerra de Ucrania está servida y bien
anunciada” CTXT ,25/9/2025) Ambos trabajos hay que entenderlos, eso pienso yo,
como avisos de un incendio que ya comenzó y que puede terminar por consumirnos
a todo. Como casi siempre el supuesto catastrofismo está en la realidad.
Juan Torres
parte de un dato especialmente significativo: los bancos centrales están
comprando masivamente oro, hasta el punto que pronto ―si no lo han hecho ya,
ojo― superarán a los bonos del tesoro norteamericanos en sus balances. Se trata
de una señal significativa de los cambios económicos y de poder que se están
produciendo en nuestro mundo. ¿Razones? El economista granadino lo explica con
claridad: el declive del poder económico y tecnológico de la superpotencia
estadounidense, su enorme deuda y las dudas que genera sobre el futuro del
dólar, la ampliación de los BRICS y su apuesta por un nuevo sistema monetario
internacional, la vulnerabilidad de los bancos privados… Se podría continuar.
Lo decisivo es que aquí se entra ya en el terreno de la geopolítica, es que
EEUU vive una situación de emergencia y necesita revertirla antes que sea
demasiado tarde. Trump hace lo que está obligado a hacer.
De los tres
pilares en que se ha basado históricamente el poder imperial norteamericano, en
dos (su potencial económico y el papel del dólar como moneda de reserva) se
encuentra ante graves dificultades; y en el tercero, el político-militar, donde
conservaba un claro predominio, China (en alianza con Rusia) acorta distancia y
no tardará en alcanzar la paridad. El tiempo se agota. Los demás, especialmente
los aliados, deben pagar y financiar el rearme, la reindustrialización de los
EEUU.
La hipótesis de
Juan Torres clara: “Estados Unidos necesita que Europa necesite dólares y eso
solo se puede conseguir hoy en día de una forma: haciendo que Europa se
involucre en la guerra de Ucrania y Rusia. Solo eso permitiría que llegue a los
Estados Unidos el flujo de decenas de miles de millones de dólares que necesita
para mantener su hegemonía militar”. Concluyendo, “Europa va a estar en guerra,
de una u otra manera, con mayor o menor intensidad, participando más o menos
países, muy pronto. Quizá a lo largo de los próximos seis meses”.
Rafael Poch
toma nota de declaraciones, cada vez más explicitas, de políticos, militares,
de dirigentes que ponen fecha para un enfrentamiento con Rusia y que no tienen
ningún reparo en reconocer que están ayudando a Ucrania a rearmarse con
objetivos extremadamente precisos: golpear a la retaguardia profunda de Rusia,
a ciudades como San Petersburgo y Moscú. El historiador catalán llama la
atención sobre la aceleración del clima de guerra y la irresponsabilidad de los
dirigentes europeos. Señala un dato muy relevante: la mediocridad de los
políticos reinantes, su incultura histórica y su incapacidad para entender las
consecuencias de sus acciones.
Una de las
claves, para mí, la más relevante: “Europa transfirió a los Estados Unidos
todas las decisiones estratégicas en materia de seguridad y política exterior
continental. Y el problema era que Washington consideraba que Rusia ya no era
una gran potencia, mientras que los rusos sí se consideraban una gran potencia
y no tenían, ni tienen, la menor intención de renunciar a su soberanía y
autonomía mundial”. No se puede decir con más precisión. Esto es el origen de
todo: el rechazo de la Rusia de Primakov y de Putin a aceptar el “Nuevo Orden
Internacional y sus normas” impuesto por los EEUU y el papel (subalterno)
asignado a Rusia en él.
El clima bélico
se agudiza y las declaraciones abiertamente beligerantes se suceden. Los mapas
de los conflictos se generalizan, la militarización de las relaciones
internacionales se impone en el conjunto del planeta y las posibilidades de una
nueva agresión de Israel/EEUU a Irán crecen en una espiral que no parece tener
fin. Rafael Poch insiste e insiste, no se están escuchando las demandas rusas
y, lo peor, las élites europeas siguen pensando que todavía es posible derrotar
a Rusia. La señal más significativa de tanta retórica militarista es, de nuevo,
la subestimación de su potencial económico, tecnológico, técnico-militar y
político-militar. Donald Trump, bien asesorado por Zelenski, ahora,
precisamente, habla de Rusia como un “tigre de papel”. ¿Se lo creerá? Lo dudo.
¿Dónde estamos?
Cerca del precipicio. Los así llamados “dispuestos” y “voluntarios” para vencer
a Rusia están al timón de una Unión Europea que ha encontrado en el rearme y la
hostilidad a Rusia un dispositivo estratégico para salir de su crisis
existencial. Tienen poca vuelta hacia atrás. Ese es el problema y nuestro
problema; sí, nuestro problema: gobiernan en nuestro nombre y lo hacen con
nuestro consenso activo o pasivo.
Dilemas
estratégicos:
a) Rusia está
ganando en el frente político-militar. La propaganda se puede repetir una y
hasta mil veces, lo que no se puede es negar la realidad. El ser tiende a
perseverar en ser. Las sanciones no han funcionado, el consenso en torno a
Putin creció y se amplió. Es más, la guerra ha disminuido el papel de los
grandes empresarios (los famosos oligarcas, que aquí no los hay, son todos
leales partidarios del libre mercado), la planificación crece y se desarrolla
en torno a la reindustrialización de una Rusia que, según se decía, era la
periferia del sistema-mundo. En paridad de compra es la cuarta economía
mundial.
b) La Unión
Europea (mucho más alemana que en la época de Merkel) se encuentra con
dificultades sobresalientes. Se comprometió a fondo con Biden y Trump la desprecia
hasta la humillación. La trata como entidad subalterna. Todo lo que pidió se lo
dieron, todo. Algo más que un billón trescientos mil millones de dólares.
Comprarán armas, petróleo y gas de la “superpotencia imprescindible”. Las
élites europeas se sienten sus representes en este decadente viejo mundo y sus
imprescindibles aliados. ¿Autonomía estratégica? Seamos serios. Eso solo se lo
creé Borrell. Propaganda para federalistas y demás consumidores de los Estados
Unidos de Europa.
c) La OTAN y la
UE quieren la guerra y no la pueden ganar sin los EEUU. ¿A qué juega Trump? A
lo suyo. América primero, “su” América y su poder primero. No debería
olvidarse. Marco d’Eramo lo expresó con claridad hace unas semanas ―por cierto,
lo cito a él para no nombrar a Lenin, mi maestro, que se ha ido convirtiendo,
estúpidamente, en el innombrable. Dice así Marco: “Ninguna clase dirigente que
detenta el poder está dispuesta a cederlo o a ver cómo disminuye y, mucho
menos, a presenciar cómo desaparece. El debate entre las diferentes facciones
de las clases dirigentes siempre girará en torno al “modo” de gestionar el
imperio, la estrategia para fortalecerlo y a las tácticas para expandirlo”.
¿Queda claro? Pues debería.
d) Trump
reacciona desde el bloque político-social que intenta representar y con las
alternativas
disponibles según la relación de fuerzas existentes. Hay que entenderlo: EEUU
vive una guerra civil latente, incubada desde hace mucho tiempo y relacionada
con una contradicción difícil de superar entre su papel imperial y su
existencia como Estado Nacional. El repliegue tiene que ser selectivo. La clase
política norteamericana, en su mayoría, sigue con los viejos esquemas y es
ferozmente antirrusa. Israel, más allá y más acá de los reconocimientos
simbólicos de la soberanía palestina, está jugando a fondo la carta de la
guerra en Europa en estrecha alianza con Zelenski y los “dispuestos”
¿Qué hace
Trump? Verlas venir. Hay hipótesis. La predominante es que deja jugar y
supervisa el escenario. No le va mal. Los países de la OTAN y de la UE compran
las armas a EEUU y luego las donan a Ucrania. El Presidente actúa como si nada
tuviera que ver con la organización político-militar más potente del planeta y
que en estos momentos juega un papel geopolítico decisivo al servicio de los
intereses estratégicos de los EEUU.
e) Llevan razón
Juan Torres y Rafael Poch. La guerra está más cerca. Se está construyendo un
escenario político-mediático basado en el miedo y en la inseguridad que
presagia lo peor. Todos los grandes medios, sin excepción, se han convertido en
terminales de los aparatos de inteligencia de la OTAN. Repiten supuestos
informes que no tienen otra función que demonizar a Rusia y asustar a unas
poblaciones que crecientemente asumen el papel de coro pasivo de una obra construida
para fomentar el temor y la pasividad.
Hablar del
genocidio en Gaza sin relacionarlo con la reorganización del espacio
político-estratégico de Oriente próximo es no entender lo que hay en juego,
igual que no relacionarlo con el problema central: la crisis de la hegemonía
del Occidente colectivo bajo dirección de los EEUU. No engañan, lo dicen
abiertamente, pero nos negamos a escucharlos. Cuando el canciller Merz afirmó
que Israel estaba haciendo el trabajo sucio por nosotros, se refería a que Netanyahu
es la vanguardia político-militar de un Occidente que se niega a entregar el
mando y que está dispuesto a jugársela en una guerra de grandes dimensiones.
Esto es lo que
une los distintos conflictos y explica el papel de los EEUU y de la Unión
Europea: impedir cueste lo que cueste la transición hacia un mundo multipolar
más justo, democrático e inclusivo.
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