jueves, 14 de agosto de 2025

El calor mata mientras las autoridades miran hacia otro lado [España]

 


El calor mata mientras las autoridades miran hacia otro lado


Publicado el 14 de agosto de 2025 / Por Redacción Kaosenlared

 

El Instituto de Salud Carlos III calcula que, solo entre mayo y julio de este año, han muerto más de 1.180 personas por causas relacionadas con el calor, frente a 114 en el mismo periodo del año anterior. Un incremento del 935% que no parece haber inquietado al legislador.

Mientras el Estado Español arde bajo temperaturas extremas, el trabajo al aire libre continúa sin apenas cambios. Jornaleros, repartidores y personal de limpieza, entre otros, siguen expuestos a condiciones climáticas cada vez más letales. En las últimas semanas, al menos dos personas trabajadoras han muerto tras jornadas laborales bajo el sol abrasador. Pero, más allá de declaraciones puntuales, las medidas estructurales siguen sin llegar.

Trabajar hasta morir

La muerte de un temporero en Alcarràs (Lleida), que se desplomó mientras recogía fruta en un campo a más de 40 °C, ha reavivado el debate sobre la falta de protección frente al calor en el entorno laboral. Aunque los servicios de emergencia se desplazaron rápidamente, nada pudieron hacer por salvarle la vida. El caso aún está bajo investigación para confirmar si se trata de un accidente laboral, pero los indicios son evidentes.

Días antes, en Barcelona, una trabajadora de limpieza falleció tras terminar su turno en plena ola de calor. Aunque el Ayuntamiento ha abierto una investigación, sindicatos denuncian que este tipo de muertes podrían evitarse con medidas mínimas de prevención, como ajustes de horario, hidratación obligatoria o pausas técnicas.

Reivindicaciones ignoradas

La respuesta institucional ha sido, como cada verano, tardía y tibia. El caso de Montse Aguilar, barrendera fallecida en Terrassa el año pasado, sigue sin tener consecuencias jurídicas ni políticas. Su compañera, Elvira Gómez, impulsó entonces la campaña “El calor nos mata”, que ya ha recogido más de 63.000 firmas solicitando una legislación específica que prohíba trabajar al sol cuando las condiciones sean extremas, aunque no se hayan activado alertas oficiales.

“No hay cuerpo que lo aguante”, declaró Gómez en la entrega de firmas ante el Ministerio de Trabajo. A día de hoy, la petición sigue sin respuesta concreta. Mientras tanto, los partes meteorológicos se repiten: alerta roja, temperaturas récord y otra víctima más.

Soluciones parciales y voluntaristas

Algunos sectores han comenzado a adaptar sus horarios, aunque no por ley, sino por presión social o sentido común. En Lleida, muchos agricultores han adelantado la recogida de fruta a las cuatro de la madrugada, trabajando con linternas frontales para evitar las horas de mayor calor. En Barcelona, el servicio de limpieza ha adoptado protocolos más flexibles, permitiendo pausas y acceso a sombra, pero todo depende de la voluntad del responsable de turno.

Estas medidas, sin embargo, no son la norma, sino la excepción. En la mayoría de los sectores, los trabajadores al aire libre siguen expuestos sin garantías ni recursos suficientes.

Las cifras de una emergencia silenciada

Según el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo (INSST), los accidentes laborales aumentan hasta un 18 % durante las olas de calor. Y el sistema MoMo del Instituto de Salud Carlos III calcula que, solo entre mayo y julio de este año, han muerto más de 1.180 personas por causas relacionadas con el calor, frente a 114 en el mismo periodo del año anterior. Un incremento del 935 % que no parece haber inquietado al legislador.

En Europa, el panorama no es mejor y medios sindicales señalan que las muertes por calor en el trabajo han aumentado un 42 % desde el año 2000, exigiendo una normativa vinculante a nivel europeo que limite los trabajos al aire libre por encima de los 30 °C.

¿A qué espera el Gobierno?

Cada ola de calor deja tras de sí una lista de víctimas y una colección de buenas intenciones. Pero la legislación sigue sin reflejar el nuevo contexto climático, y el derecho a la vida cede ante la lógica de la productividad y la correspondiente ganancia patronal, ante la pasividad de unas organizaciones sindicales mayoritarias que aceptan convenios sin cláusulas explícitas de protección de los trabajadores ante condiciones climáticas extremas.

Mientras tanto, quienes recogen nuestra fruta, limpian nuestras calles o reparten nuestros paquetes, en muchos casos personas inmigradas con bajos salarios y pésimas condiciones laborales, lo hacen a pleno sol, sin garantías, sin voz y, en demasiadas ocasiones, sin retorno.

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