jueves, 30 de octubre de 2025
Para entender la destrucción del sistema sanitario público
Para entender la destrucción
del sistema sanitario público
DIARIO OCTUBRE / octubre 29, 2025
Al hilo de las noticias que se vienen sucediendo en los últimos años, en diferentes puntos del Estado, relacionadas con el deterioro del sistema sanitario, es necesario recordar algunas premisas para entender la situación en la que nos encontramos.
Los sistemas nacionales de salud (SNS) solo existen, desde hace unas pocas décadas, en un puñado de países del Norte, la inmensa mayoría de países nunca han dispuesto de ello. En lo que respecta a Europa occidental el primero fue el NHS, creado en Gran Bretaña a la salida de la Segunda Guerra Mundial. En el caso del Estado español, hasta 1986 con la Ley General de Sanidad, no se conformó un sistema de atención universal, lo que explica su escaso desarrollo respecto al resto de países de nuestro entorno. Los SNS fueron creados por los estados, en un momento histórico caracterizado por un gran crecimiento económico, necesidad de mano de obra sana, disponibilidad de combustibles fósiles baratos, y no lo olvidemos, altas cotas de apropiación de las riquezas del Sur Global. Por tanto, respondían a unas necesidades determinadas que no se producen en estos momentos.
En nuestro
caso, la propia Ley General de Sanidad de 1986 ya incluía el veneno de
la destrucción del SNS, al permitir, sin ningún tipo de control, el
traspaso de actividad, vía conciertos, a los centros privados (artículos 67
y 90). La aprobación posterior de la Ley 15/97 para poder
transferir la totalidad de la atención de centenares de miles de personas (áreas
sanitarias enteras) a empresas con ánimo de lucro completó la jugada.
En cierto sentido, hemos dispuesto de un sistema que no tuvo tiempo de desarrollarse ya que las olas privatizadoras comenzaron a llegar a pocos años de su creación. Lo cierto es que el proceso de destrucción del sistema sanitario es un asunto de estado en el que están de acuerdo todos los partidos políticos. Simplemente se reparten los papeles. Los gobiernos “progresistas” (llevamos tres legislaturas de “izquierdas”, no lo olvidemos) prometían con la boca pequeña acabar con la privatización sanitaria cuando estaban en la oposición, pero cuando llegan al poder mantienen vigentes las leyes que permiten su destrucción (y la Ley Mordaza, por cierto), y los gobiernos de derechas simplemente hacen lo que la legislación les permite. Nada ilegal desde el punto de vista jurídico, como ha determinado hasta el propio Tribunal Constitucional, simplemente distribución de tareas. Prueba de ello fue la ILP para rescatar al sistema sanitario, que la Coordinadora Antiprivatización de la Sanidad lanzó en 2021 y que fue boicoteada por todos los partidos de la «izquierda del capital», una auténtica prueba del algodón.
La situación,
por tanto, es grave, pero no parece que por la vía de movilizar a la población
con eslóganes vacíos del tipo « la sanidad no se vende, se defiende » , que
sustituyeron a los más radicales « PSOE, PP la misma mierda es »; « Derogación 15/97 y rescate
de lo privatizado » o « El PP privatiza,
el PSOE autoriza »; que guiaban las movilizaciones previas
al nacimiento de la primera marea blanca en 2012 (nacimiento tardío, cuando ya
estaba privatizada gran parte de la red en varias CCAA), se vayan a conseguir
avances reales.
Sin embargo, aunque es menos conocido, históricamente han existido otros modelos de atención en los que las posibilidades de participación en la gestión por parte de los usuarios eran reales. A finales del siglo XIX y principios del XX, en un contexto de falta de cobertura de necesidades sanitarias mucho peor que el actual, los trabajadores fueron capaces de crear «sociedades de socorros mutuos» o «friendly societies», sobre todo en las zonas más industrializadas de Europa (incluida España) y América del Norte. Por poner un ejemplo, hacia 1920 más de una cuarta parte de los adultos estadounidenses eran miembros de una de estas sociedades fraternales, siendo las cifras aún mayores en Gran Bretaña y Australia. Estas sociedades funcionaban como una especie de compañía de seguros de autoayuda, cubriendo por lo general desde el fallecimiento, hasta el accidente laboral y la asistencia sanitaria del trabajador y sus allegados. Algunas de ellas eran gestionadas íntegramente por y para mujeres, otras por organizaciones obreras, contando con sistemas de gestión democráticos, nada que ver con lo que nos iban a deparar los futuros sistemas estatales de salud. Tanto el establishment médico, como el Estado nunca vieron con buenos ojos estos sistemas, ya que promovían la autonomía obrera, y realizaban un control de los costes, por lo que se centraron en destruirlos o absorberlos y vaciarlos de cualquier mecanismo de gestión democrática.
Es por ello por
lo que, entendiendo el sufrimiento de miles de personas en este momento, debido
a la falta de atención sanitaria en tiempos aceptables, que en muchas ocasiones
está provocando hasta muertes prevenibles, defendemos que la solución no es
mayor inversión, ya que acabará en los bolsillos del sector privado. Tampoco
«más Estado» como defienden los sectores de la izquierda del
capital, que ahora mismo nos gobiernan a nivel central, ya que ello se concreta
en más gasto militar, más beneficios para la banca y las eléctricas, más
incremento de la desigualdad social, más reforzamiento de sectores
innecesarios, más nocividades, en definitiva, más crecimiento y huida hacia
delante en un planeta con límites biofísicos perfectamente conocidos.
Ante esta
situación, no debemos renunciar y es vital seguir luchando para que no
acaben de desmantelar el sistema sanitario, pero sabiendo que los responsables
de su destrucción son todos ellos, por acción o por omisión. Aceptando también
que el sistema actual responde en parte a intereses del complejo medico
industrial (incluido el farmacológico) y no a las necesidades de la
población. Pero es ese sistema, o sus restos, el que tendremos
que gestionar en contextos futuros de crisis, cuando la solidaridad desde abajo
hace acto de presencia. Debemos de recuperar la historia de los explotados y
los excluidos, y reivindicar que, si ellos fueron capaces de articular
experiencias de atención sanitaria al margen del Estado, gestionadas
democráticamente, como no hace mucho, en plena crisis de 2012 nos demostraron
los compañeros griegos, también podremos hacerlo nosotros. Lo que es
indiscutible, a la luz de la historia, es que la única posibilidad de lograr un
sistema sanitario que atienda a todas las personas adecuadamente y actúe contra
los determinantes sociales, económicos y medioambientales del proceso salud
enfermedad, en lugar de servir a los intereses del mercado, pasa por su
democratización real y la mayor descentralización posible para que la población
se implique en la actuación contra dichos determinantes.
Juan Antonio
Gómez Liébana
27/10/2025
Vía:insurgente.org
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La revolución de Ibrahim Traoré en Burkina Faso
La
revolución de Ibrahim Traoré en Burkina Faso
DIARIO
OCTUBRE / octubre 29, 2025
La transformación radical en esta región
tiene al presidente de Burkina Faso, Ibrahim Traoré, un joven capitán de tan
solo 37 años, como su principal símbolo. Al reavivar la confianza en el
panafricanismo, el dirigente militar inspira a los jóvenes de toda África a
luchar contra el neocolonialismo occidental.
Ibrahim Traoré, presidente de Burkina
Faso, es sin duda uno de los rostros más populares del continente africano en
la actualidad. El militar estudió geología en la Universidad de Uagadugú y se
unió al ejército para combatir a los grupos yihadistas en el norte del país.
Sawadogo Pasmamde, alias Oceán, artista
multidisciplinario y miembro del Centro Thomas Sankara para la Libertad y de la
Unión Africana, relata que, al vivir el conflicto sobre el terreno, el joven
capitán fue una de las primeras voces en cuestionar la intervención militar
francesa en África Occidental y en presentar el terrorismo en el Sahel como una
creación del imperialismo occidental.
Siempre quiso ser militar, pero sus
padres se opusieron, y estudió geología hasta obtener una maestría. Sin
embargo, estos estudios geológicos lo llevaron regularmente al interior del
país. Esto lo introdujo por cada rincón, a sus realidades sociales, y reforzó
su convicción de que el cambio era necesario. Y para cambiar las cosas, para
contrarrestar el equilibrio de poder con los terroristas, era necesario
transformar el país políticamente.
Traoré se inspira en el histórico
dirigente revolucionario Thomas Sankara, expresidente de
Burkina Faso (1983-1987), quien implementó una serie de reformas para erradicar
los males del colonialismo francés. Él mismo admite que la Revolución Popular
Progresista (RPP), inaugurada en abril de este año, se inspiró en los cambios
radicales promovidos por el “Che Guevara africano”. En tan solo cuatro años,
Sankara distribuyó tierras a los agricultores y aumentó la tasa de
alfabetización del 13 por cien en 1983 al 73 por cien en 1987.
Quizás por no ser geólogo, Sankara no
contaba con el mapa geológico que permitía a Ibrahim Traoré hablar con
convicción. Pero Sankara sabía que la mayor riqueza de Burkina Faso residía en
el propio pueblo burkinés. Convenció a la gente de trabajar e incluso de
defender su país. “Fue él quien proporcionó entrenamiento militar a todos,
incluso a los agricultores”, enfatiza Oceán, una de las figuras más destacadas
del reggae anticolonial en Burkina Faso.
“Sankara apostó por el valor humano.
Ibrahim Traoré apuesta por el valor humano, pero también nos demuestra que
podemos estar tranquilos, podemos estar seguros de que estamos en un país rico
y de que esta riqueza se encuentra en todo el Sahel”, añade.
700.000
burkineses han salido de la pobreza extrema en un año
Consciente de la riqueza del país, la
junta militar encabezada por Traoré nacionalizó dos minas de oro que
anteriormente pertenecían a una empresa que cotizaba en la bolsa de Londres y
construyó su propia refinería.
Con el oro nacionalizado, el gobierno de
Burkina Faso ya ha distribuido 179 millones de dólares en maquinaria para
apoyar la revolución agraria en el país, donde el 80 por cien de la población
vive en zonas rurales. “Por primera vez, estamos distribuyendo tractores por
todo el país”, subraya Oceán.
Otra de las medidas de Traoré fue la
creación de una empresa minera pública, que comenzó a exigir a las empresas
extranjeras una participación del 15 por cien en sus operaciones. Incluso las
empresas mineras rusas, como Nordgold, deben cumplir esas normas.
Para el artista burkinés, las medidas
demuestran que la alianza estratégica con Rusia y otros países del Sur Global,
como China y Turquía, no implica sumisión a un nuevo tipo de dominación: “Es
una relación en la que ambas partes ganan”, resume.
“Estamos en un mundo multipolar, y el
Occidente imperialista está en decadencia. Nadie puede detenerlo. Muchos países
nos apoyan, con los que colaboramos, y nos venden armas, maquinaria agrícola y
equipos para desarrollar nuestra infraestructura. Se trata de los países Brics,
Rusia y China. Recibimos nuestros primeros drones de Turquía. Pero con Francia,
no pudimos conseguir nada”, añade.
Datos del Banco Mundial publicados a
mediados de julio revelan que el año pasado el crecimiento económico en Burkina
Faso aumentó del 3 por cien en 2023 al 4,9 por cien. Según el anuncio, más de
700.000 personas en todo el país han salido de la pobreza extrema tan solo en
los últimos 12 meses.
El
apoyo popular a la revolución
Al igual que en la década de los ochenta,
el nuevo dirigente burkinés está implementando un ambicioso plan de
industrialización y autosuficiencia alimentaria. Para ello, cuenta con un
amplio apoyo popular, principalmente entre los jóvenes menores de 30 años, que
representan casi el 70 por cien de la población burkinesa.
Hoy en día, al recorrer el país, es
habitual ver movilizaciones populares para la pavimentación de calles y
carreteras. También se realizan vigilias ciudadanas nocturnas en más de 20
puntos de la capital, Uagadugú, con el objetivo de proteger a Traoré y al país
de posibles atentados.
“Los diversos programas revolucionarios,
la ofensiva agrícola, consisten en trabajar la tierra, organizar y mecanizar la
agricultura, y producir para que la gente tenga alimentos suficientes y de
calidad. Somos nosotros quienes construimos nuestras carreteras. Pavimentamos,
reparamos nuestras carreteras, lo hacemos todo”, enfatiza Bayala Lianhoué
Imhotep.
La población del país también contribuye
a un fondo colectivo para apoyar el proceso revolucionario. De enero a julio,
se recaudaron 106.000 millones de francos CFA.
“Ibrahim Traoré es una oportunidad para
poner en práctica el sankarismo. Y hoy, el pueblo está dispuesto a apoyarlo.
Estamos orgullosos, contribuimos con nuestro propio dinero. El pueblo ha
comprendido que ya no necesitamos al Banco Mundial ni al FMI; financiaremos
nuestra guerra y desarrollaremos nuestro país. Nosotros mismos, y eso es
sankarismo puro y práctico”, añade Oceán.
Levantamientos
progresistas
El creciente sentimiento antifrancés que
se observa hoy en día en los países del Sahel se acentuó tras la invasión de
Libia por parte de la OTAN en 2011 y el derrocamiento del dirigente libio
Muamar el Gadafi.
Tras el fin de Gadafi los contrabandistas
y las escisiones de Al Qaeda avanzaron al sur del Sáhara y comenzaron a ocupar
amplias zonas del Sahel. Tan solo un año después del derrocamiento de Gadafi en
2012, comenzó la insurgencia yihadista en el norte de Mali.
“Todos los dirigentees que se oponen al
orden neoliberal son asesinados por estos instrumentos. Y Gadafi perturbó la
geopolítica occidental, que controlaba los países africanos”, asegura Imhotep.
“Lo hicieron por la democracia, por el
buen gobierno, por los derechos humanos. Siempre presentan esa retórica. Pero
esa no es la verdadera intención. La verdadera intención era saquear el
petróleo libio”. Se trataba de “exportar el terrorismo a los países del Sahel.
Cuando atacaron Libia, se llevaron a Mali todas las armas que tenía el ejército
de Gadafi. Así que el terrorismo aquí es una estrategia para la recolonización
militar de los países del Sahel”, añade.
A medida que la violencia se extendía a
países vecinos como Burkina Faso y Níger, Francia amplió su presencia militar
en la región, enviando miles de tropas en 2014 a las Operaciones Barjan y
Serval, con el pretexto de combatir el terrorismo. Sin embargo, los ataques no
disminuyeron.
En aquel momento, la población del Sahel
tenía claro que la presencia militar francesa no contendría la violencia, como
lo expresa Bayala Lianhoué Imhotep. “El ejército francés no es un ejército de
cooperación nacional interna; es un ejército mercenario que atenta contra
nuestra seguridad y dignidad. Por eso el 70 por cien de nuestra población,
compuesta por jóvenes, cree que si no tomamos el control de nuestros países,
este 70 por cien corre el riesgo de morir en la pobreza, en la indigencia, y de
intentar cruzar el Mediterráneo para llegar a Europa, para llegar a Estados
Unidos”, enfatiza Imhotep.
‘¿Por
qué no hay terroristas donde no hay petróleo?’
Otro factor importante que allanó el
camino para los levantamientos revolucionarios fue la presencia terrorista en
zonas del Sahel con riquezas del subsuelo. “¿Cómo es posible que no haya
terroristas donde no hay petróleo? ¿Por qué se concentra la violencia
terrorista donde sí hay petróleo, donde hay diamantes, donde hay uranio?
Pensamos que algo andaba mal y decidimos expulsar al ejército francés y
sumarnos a las revoluciones dirigidas por Ibrahim Traoré, Abdourahamane Tchiani
de Níger y Assimi Goita”, añade.
La ola de levantamientos militares
progresistas comenzó en Mali en agosto de 2020, cuando Goita derrocó al
presidente Ibrahim Boubacar Keita en medio de protestas masivas contra la
presencia francesa en el país. En 2022, en Burkina Faso, el capitán Ibrahim
Traoré encabezó un levantamiento que depuso al dirigente militar Paul Henri
Damiba. Cierra la lista Níger, en 2023, con la llegada al poder del general
Abdourahamane “Omar” Tchiani. Los tres dirigentees representan una nueva
generación de militares progresistas que canalizan la frustración generalizada
de la opinión pública con el neocolonialismo francés. Además de la lucha
militar conjunta, gracias a la creación de la Alianza de Estados del Sahel
(AES) en septiembre de 2023, Mali, Burkina Faso y Níger comparten medidas
soberanistas similares.
Estas medidas incluyen la nacionalización
de las minas, la creación de bancos públicos y estrategias conjuntas para
abandonar la moneda francesa, uno de los legados preservados del período
colonial.
La
colonización del Sahel africano
El Sahel es una región semiárida que
marca la transición del desierto del Sahara a las sabanas más húmedas del sur
de África. La tierra es rica en recursos naturales, como uranio, oro, gas y
diamantes, cuyas reservas se encuentran entre las mayores del mundo.
A pesar de su riqueza mineral, los países
de la región se encuentran entre los más pobres del planeta, resultado de
décadas de dominio colonial, con la explotación francesa continuando incluso
después de la “independencia”.
Tras la Conferencia de Berlín (1884-85),
África Occidental experimentó dominaciones imperialistas separadas. Sin
embargo, Francia y Reino Unido ejercieron la mayor influencia en la región.
Para 1960 Francia controlaba ocho colonias en África Occidental, una superficie
ocho veces mayor que la de Francia.
Aunque los movimientos de liberación
nacional, desde Senegal hasta Chad, concibieron la independencia ese año,
Francia mantuvo su influencia mediante lo que se conocería como el “pacto
colonial”, en el que la metrópoli aparería como “socia y amiga” de sus antiguas
colonias.
La imposición del “pacto” ocultó una
serie de acuerdos militares y económicos que otorgaron a Francia acceso a
diversos aspectos de los gobiernos africanos, incluyendo minerales
estratégicos.
Uno de los efectos prácticos fue la
restricción casi total de la capacidad de las antiguas colonias para producir y
procesar bienes en sus propias tierras. Así, los países africanos quedaron
relegados al papel de meros proveedores de materias primas.
Antes de conceder la independencia,
Francia impuso una condición. Se acepta, pero se firman acuerdos de
cooperación. ¿Qué estipulaban esos acuerdos? Primero, se reconocen los beneficios
de la colonización y se está obligado a reembolsar todo lo invertido por
Francia, incluso mediante trabajo forzoso. Segundo, se compromete a favorecer a
las empresas francesas. Tercero, están obligados a utilizar el francés como
idioma oficial. Cuarto, están obligados a depositar todos los activos, todas
las divisas en una cuenta del tesoro francés, resume Mamane Sani Adamou, quien
ayudó a fundar la Organización Revolucionaria para la Nueva Democracia (ORDN)
tras la apertura del multipartidismo en Níger en 1992, en una entrevista
reciente.
La
moneda colonial
La creación del franco CFA fue otra
medida impuesta por el “pacto colonial”. Esta moneda, vinculada al Tesoro
francés y dependiente del Banco de Francia, sigue utilizándose hoy en día en
África Occidental.
“Francia nos impuso una moneda para
comprar nuestros productos a bajo precio. Nuestros países poseen reservas de
materias primas minerales, como uranio y otras, oro y petróleo. Francia utilizó
esta moneda, que no tiene valor en Francia, para impedir nuestro desarrollo”,
enfatiza Philippe Toyo Noudjenoumè, Secretario General del Partido Comunista de
Benín y dirigente de la Organización Popular de África Occidental (OPAO).
“No tenemos libertad para producir en
nuestro país. No tenemos libertad para fabricar cosas en nuestro país. No
tenemos libertad para procesar nuestras materias primas en nuestro país para
alimentar a nuestra gente. No podemos industrializarnos con esta moneda
colonial”, añade.
Para mantener el sistema, Francia ha
apoyado golpes de estado y ha ubicado estratégicamente bases militares
permanentes en países como Cabo Verde, Senegal y Costa de Marfil. Desde 1960 se
han producido más de veinte intervenciones militares francesas en toda África.
Estas acciones han abarcado desde intervenciones militares directas hasta
asesinatos políticos, como el del dirigente panafricanista Thomas Sankara en
Burkina Faso el 15 de octubre de 1987.
Durante su ascenso político, Macron buscó
diferenciarse de los gobiernos y políticas anteriores hacia África. Sin
embargo, en la práctica, la expansión de la presencia militar francesa en sus
antiguas colonias, sumada a las políticas neoliberales, solo ha alimentado el
deseo de soberanía y una ruptura total con el dominio francés.
“Por lo tanto, consideramos a Estados
Unidos, la OTAN y Francia enemigos de la paz internacional, de la paz entre los
pueblos y del derecho de los pueblos a la diversidad y la diferencia”, resume
Imhotep. “Nos alzamos al unísono para decir basta a la muerte de nuestros
héroes. ¡Viva la revolución en curso, porque para nosotros, nadie nos
desarrolla; nos desarrollamos nosotros mismos!”, concluye.
Pedro Stropasolas https://www.brasildefato.com.br/2025/08/17/a-revolucao-de-ibrahim-traore-o-que-esta-acontecendo-em-burkina-faso/
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¿Entiendes a dónde nos llevan?
Nos damos cuenta de a
dónde nos llevan? ¿Qué esperan los sindicatos para dar la voz de alarma? ¿Y los
partidos que presumen de “ser de izquierda”? ¿A qué esperamos todos? ¿Vamos a
entrar en el matadero sin alzar la voz?
TOPOEXPRESS
¿Entiendes a dónde nos llevan?
Carlo Lucchegusi
El Viejo Topo
29 octubre,
2025
¿ENTIENDES A DÓNDE NOS LLEVAN?
He leído y
escuchado a expertos de renombre que están cada vez más convencidos de que nos
encaminamos hacia una guerra entre Europa, con o sin la OTAN, y Rusia. Es
cierto que una guerra entre Estados Unidos, la OTAN y Europa contra Rusia lleva
tres años en marcha en Ucrania, pero ahora hablamos de una guerra directa, con
todos los ejércitos desplegados para combatirla. Esta predicción no me convence
y, en mi opinión, corre el riesgo de hacernos perder de vista los verdaderos
peligros: uno que se vislumbra cada vez más amenazante, el otro que ya se ha
perfilado.
Ese tipo de
guerra entre Rusia y Europa no puede existir. Nadie puede creer que Rusia la
esté promoviendo. Hay mil buenas razones que descartan esta posibilidad, la
primera de las cuales es que Rusia no tiene ningún interés en hacerlo; al
contrario, tiene el interés opuesto: mantener buenas relaciones y un comercio
mutuamente beneficioso con Europa. Solo políticos y periodistas pagados o
simplemente sumisos a la voluntad e intereses que han elegido servir pueden
decir esto, fingiendo creerlo e intentando convencer a sus respectivas
poblaciones; una profesión que no requiere inteligencia ni siquiera el uso de
la razón.
Pero también es
imposible imaginar que Europa inicie la guerra contra Rusia. No porque no haya
motivación alguna. Occidente ha librado guerras, masacres y genocidios durante
siglos sin justificación alguna.
Cuando, más
recientemente, los nuevos amos de Occidente, Estados Unidos, percibieron la
necesidad de alguna, literalmente la inventaron con la complicidad de todos sus
cortesanos. Europa no irá a la guerra contra Rusia solo porque es perfectamente
evidente que, en ese caso, Rusia sería incapaz de librar una guerra con armas
convencionales, en la que tendría todas las de perder, y por lo tanto
recurriría a las armas nucleares. En este sentido, dejando de lado cualquier
consideración sobre lo que quedaría en esta parte del mundo, Europa sabe que
tiene una desventaja colosal no solo por la cantidad de armas disponibles, sino
sobre todo porque Rusia cuenta con sistemas de lanzamiento indetectables,
mientras que Europa no. Y esto marca la diferencia. Y también es probable que
en pocos años esta brecha haya aumentado, en lugar de reducirse. La única
oportunidad de Europa podría ser lanzar un primer ataque nuclear tan repentino
que destruya de inmediato cualquier posibilidad de respuesta. Pero esta hazaña
se ve anulada por el hecho de que las reiteradas amenazas de estos gobernantes
idiotas ciertamente han inducido a Rusia a tomar las contramedidas necesarias,
contramedidas que, a medida que pase el tiempo, serán cada vez más mortíferas.
Cabe
preguntarse, entonces, hacia dónde pretende llegar Europa con su aterrador
rearme y al seguir alimentando un odio frenético contra Rusia. La respuesta, en
mi opinión, reside en la relación de Europa con Estados Unidos. En 2022, Europa
primero soportó y luego abrazó el plan estratégico de los neoconservadores,
cuyo objetivo principal es la disolución de Rusia. La UE hoy recibe órdenes de
Trump, pero cree que Trump discrepa de la línea de los neoconservadores, como demuestran
los conflictos cada vez más evidentes entre los centros de poder
estadounidenses. Sin embargo, hasta que no se aclare definitivamente la postura
de Trump en su relación con Rusia, la UE ha decidido obedecer sus exigencias,
manteniendo al mismo tiempo su verdadera conexión con los neoconservadores.
Así, se rearma pagando a las industrias estadounidenses, contentando así a
Trump, y al mismo tiempo aumenta la tensión con Rusia, dejando claro que tendrá
que llegar a una confrontación final. Sin embargo, el camino que pretenden para
llevar a Rusia a la desintegración no es la guerra total. A pesar de la
propaganda actual y futura, incluso antes de que comience y conduzca a una
guerra nuclear, probablemente causaría trastornos incontrolables para las fuerzas
dominantes en muchos países del continente. El objetivo probablemente será
abrir otro frente con algún pretexto, una Ucrania Dos o Tres, bajo otro nombre,
dado que no faltan naciones dispuestas a hacer el sacrificio. Las armas para
suministrar al nuevo aliado estarán entonces disponibles. Enfrentar a Rusia en
múltiples frentes de guerra debilitará su capacidad de resistencia. Al mismo
tiempo, se desencadenarán provocaciones dentro de Rusia para desestabilizarla.
Esta es la opinión de la mayoría de los líderes europeos, convencidos de que,
si no se la ataca frontalmente, Rusia olvidará que es la mayor potencia nuclear
del mundo, aceptando jugar con las armas elegidas por su adversario, como si se
tratara de un duelo de otra época, y así terminará desgastándose e
implosionando. Este es el verdadero peligro que se avecina y debemos
defendernos de él porque, contrariamente a lo que piensan los títeres europeos,
Rusia no seguirá el juego.
Entonces
tenemos que lidiar con lo que ya no es un peligro, sino una terrible realidad.
Lo que Andrea Zhok describió hace unos días como «el imperio de la violencia y
la mentira», enmascarado por la manipulación sistemática, casi científica, de
los medios de comunicación. Una cultura de poder que genera decretos de
seguridad, que priva de libertad, que aísla a las personas para poder
controlarlas mejor. Y, al mismo tiempo, la inversión de las jerarquías de
valores en la organización social: cada vez más armas, cada vez menos atención
médica, educación y bienes colectivos.
Quienes desean
contrarrestar lo que ya está sucediendo y lo que se avecina tienen poco tiempo
y un solo camino: movilizar a la población contra el rearme y revelar, sin
vacilar, el plan que lo sustenta. Y es hora de dejar de discutir sobre el nivel
adecuado para gastar sumas exorbitantes en armas: Europa o naciones
individuales. La seguridad en la era nuclear solo puede provenir de la
diplomacia, porque la característica distintiva de las armas nucleares es que
incluso el país aparentemente más débil, con menos, es capaz de causar una
catástrofe. ¿A qué esperan los sindicatos para preparar y planificar acciones
para combatir el rearme? ¿A qué esperan los partidos que discrepan de los
planes neoconservadores de EE. UU. y la UE para proponer una conferencia internacional
de paz con todos los actores principales del mundo para poner fin a las
múltiples estrategias de tensión que envenenan al mundo, o al menos para
exponer los engaños que se esconden en ellas? ¿Y a qué esperan para hacer de
este objetivo la bandera de su propia existencia, reiterándolo obsesivamente en
cada foro y ocasión donde hablan sus representantes? ¿Entienden adónde nos
llevan?
Fuente: Sinistrainrette






