viernes, 4 de julio de 2025
La «rebelión gaditana»: una huelga que desafía a la patronal y los «sindicatos» del sistema
La
«rebelión gaditana»: una huelga que desafía a la patronal y los «sindicatos»
del sistema
Por Canarias Semanal
KAOSENLARED
3 de julio de 2025
Cádiz resiste mientras los
grandes sindicatos pactan a espaldas de los trabajadores. ¿Qué papel han jugado
UGT y CCOO frente a las demandas reales de la plantilla?
¿Qué ocurre cuando quienes
deberían defenderte terminan pactando con tus verdugos? ¿Qué sucede cuando los
sindicatos mayoritarios ya no son instrumentos de lucha, sino engranajes del
sistema contra el que se suponía que luchaban? La reciente huelga del sector
industrial en Cádiz no ha sido solo una protesta laboral, sino un terremoto
político y social que ha evidenciado la creciente fractura entre la clase
trabajadora y el sindicalismo institucional (…).
REDACCIÓN CANARIAS
SEMANAL.ORG
La reciente huelga que ha
sacudido la provincia de Cádiz este mes de junio de 2025 ha
vuelto a colocar sobre la mesa esas preguntas fundamentales.
Durante las últimas
semanas, centenares de trabajadores del sector naval e industrial
gaditano se han declarado en huelga, protestando contra despidos
masivos, externalizaciones, congelación salarial y el incumplimiento
sistemático de convenios colectivos. Las protestas, que comenzaron en los
astilleros de Puerto Real y San Fernando, pronto se
extendieron a otros centros de trabajo de la Bahía. El descontento
no tardó en convertirse en movilización activa.
Sin embargo, mientras las
calles de Cádiz ardían en marchas, piquetes, bloqueos y
enfrentamientos con la policía, las sedes de CCOO y UGT permanecían extrañamente
tranquilas. Lejos de respaldar con contundencia la lucha de los
obreros, las direcciones provinciales y regionales de estos sindicatos han
optado por el camino habitual: reuniones discretas con la patronal y
las autoridades, búsqueda de “acuerdos razonables” y llamados
al diálogo social.
Una vez más, el sindicalismo
institucional ha jugado el papel de bombero del conflicto, intentando
desmovilizar, rebajar las exigencias obreras y evitar una radicalización que
pudiera “desbordar el marco legal”.
Según testimonios recogidos
por colectivos de base, la ruptura entre los trabajadores y sus
supuestos representantes sindicales es cada vez más profunda.
“Nos han
dejado solos”, declaraba un portavoz de la plantilla de Dragados
Offshore,
“han firmado acuerdos sin
consultarnos, han aceptado la pérdida de derechos que llevamos décadas
defendiendo”.
Pero lo más grave, como han
denunciado varias asambleas obreras surgidas al calor de la huelga, es
que los grandes sindicatos no sólo han abandonado la lucha, sino que
han saboteado activamente las iniciativas autónomas de los trabajadores.
Se han negado a convocar
huelgas generales en toda la provincia, han deslegitimado
públicamente los cortes de carretera organizados por la base, y han lanzado
comunicados criminalizando la protesta combativa.
En este contexto, la
indignación se ha traducido en organización autónoma. Han surgido comités
de huelga al margen de las estructuras oficiales, se han reactivado
redes solidarias en los barrios, y se han sumado al conflicto, estudiantes,
parados y movimientos sociales.
La huelga en Cádiz ha
dejado de ser sólo laboral: se ha convertido en un grito
generalizado contra la precariedad, el abandono institucional y la
domesticación sindical.
Este episodio no es
aislado. Forma parte de una tendencia que se repite en todo el Estado
español: una profunda crisis de legitimidad del sindicalismo
mayoritario, cada vez más alejado de los intereses reales de la clase
trabajadora. Mientras UGT y CCOO gestionan fondos de
formación, subvenciones estatales y mesas de concertación, miles de
trabajadores se organizan desde abajo para defender su dignidad, sin esperar
nada de quienes ya los han traicionado demasiadas veces.
Lo que está
ocurriendo en Cádiz no es sólo una huelga. Es también una
ruptura. Una fisura en el modelo de relaciones laborales que se
pretende imponer. Y en esa fisura crece la esperanza de una
nueva organización obrera: más horizontal, combativa y ajena a los pactos que
sólo benefician a las empresas y al Estado.
VÍDEO RELACIONADO:
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Elecciones en Chile
Mujer y comunista,
Jeanette Jara se ha impuesto en las primarias presidenciales chilenas de las
fuerzas políticas de izquierda. Ex ministra del gobierno de Boric, será la
candidata del Partido Comunista a las elecciones presidenciales. Y puede ganar.
Elecciones en Chile
El Viejo Topo
4 julio, 2025
UNA COMUNISTA
GANA LAS ELECCIONES PRIMARIAS EN CHILE Y SE PREPARA PARA BATALLAR CONTRA LA
DERECHA EN LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DE NOVIEMBRE
Jeanette Jara
(nacida en 1974) se impuso en las primarias presidenciales chilenas de las
cuatro principales fuerzas políticas de izquierda, celebradas el 29 de junio de
2025. Con el 60% de los votos, Jara derrotó a Carolina Toha, del Partido
Socialista Democrático (28%), Gonzalo Winter, del Frente Amplio (9%), y Jaime
Mulet, de la FRVS, una fusión de los Verdes y los Progresistas (2%). En
noviembre, Jara encabezará la coalición Unidad para Chile en las elecciones
presidenciales, donde se enfrentará al candidato o candidata de la derecha, que
será Evelyn Matthei (nacida en 1953), de la Unión Demócrata Independiente
(UDI), o José Antonio Kast (nacido en 1966), del Partido Republicano, o a ambos
si no logran ponerse de acuerdo en un solo candidato. Si tanto Matthei como
Kast se mantienen en la carrera dividirán, por supuesto, el voto de la derecha
y le brindarán a Jara una oportunidad histórica de ganar las elecciones como
comunista. Esto no ha sucedido en la historia de Chile. Si Matthei y Kast
deciden apoyar a uno u otro y se llevan todos los votos de la derecha, parece
probable que la izquierda no gane. Pero noviembre está lejos y el júbilo por
tener a Jara como candidata de la coalición Unidad para Chile es evidente. Las
celebraciones del 29 de junio se prolongaron hasta bien entrada la noche, con
las banderas de los distintos grupos de izquierda ondeando en lo alto.
Jara fue parte
del Gobierno de Gabriel Boric, que asumió el cargo en 2022. Desde marzo de
2022, Jara ocupó el cargo de ministro de Trabajo y Seguridad Social de Boric,
del que dimitió en abril de este año para presentarse como candidata del
Partido Comunista de Chile a las elecciones presidenciales. Fue la primera vez
que una comunista ocupaba un cargo ministerial en Chile desde el golpe militar
de Augusto Pinochet contra el Gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende
(1970-1973); durante el Gobierno de Allende, los ministros comunistas fueron Orlando
Millas (Hacienda) y Luis Figueroa Mazuela (Trabajo y Seguridad Social).
Antes de las
elecciones que llevaron a Boric al poder, nos habíamos reunido con él y nos
dijo que su prioridad más importante era la reforma de las pensiones. No fue
ninguna sorpresa que recurriera a Jara para llevar a cabo esta reforma en su
Gobierno. Ella había trabajado como subsecretaria de Desarrollo Social (MDS)
entre 2016 y 2018 en el Gobierno de la socialdemócrata Michelle Bachelet
(enormemente popular en Chile por su mandato como presidenta entre 2006 y 2010
y entre 2014 y 2018, confidente de Jara y probable próxima secretaria general
de las Naciones Unidas). Las reformas de las pensiones son muy difíciles,
divididas entre los compromisos neoliberales de las instituciones financieras
dentro del Gobierno y las dificultades de los cálculos presupuestarios basados
en los bajos niveles de ingresos procedentes de los impuestos. El intento de
reforma de las pensiones de Jara tuvo que construirse a través de concesiones y
coaliciones, lo que, por supuesto, debilitó su potencial radical. Pero, incluso
con todo ello, la reforma de las pensiones aumentó las cotizaciones de los
empleadores en un nuevo 7%, reforzó la Pensión Universal Garantizada,
proporcionó una sustancial igualdad de género y fortaleció la regulación del
sector de las pensiones. Cualquier cosa que no sea la eliminación de la
financiación privada en los planes de pensiones no satisfará a un marxista,
pero Jara tuvo que trabajar en las condiciones que se le dieron, que no
permitían más que unas pocas reformas importantes en lugar de algo más
revolucionario.
Cuando la
victoria de Jara en las primarias era ya segura, su antiguo jefe, el presidente
Boric, la felicitó y le dijo: “Lo que nos espera no será fácil, pero Jeannette
sabe lo que son las batallas difíciles. Ahora, trabajemos todos juntos por la
unidad para reunir a la mayoría de nuestros compatriotas y seguir construyendo
un país más justo, más seguro y más feliz”. Boric también dijo que Jara sería
mejor presidenta que él. La dura batalla está garantizada, pero Boric tiene
razón: Jara sabe lo que son las batallas difíciles. Nacida en Conchalí, al
norte de Santiago, de padres de izquierdas –su padre, Sergio Jara, mecánico
industrial, y su madre, Jeannette Román, ama de casa con cinco hijos–, Jara se
afilió a las Juventudes Comunistas a los catorce años, la edad mínima para
hacerlo. Se casó a los 19 años y enviudó a los 21, lo que supuso un duro golpe
para esta joven. “Fue un período de duelo muy largo”, dijo Jara. Pero eso no la
detuvo. En 1997 se convirtió en presidenta de la Federación de Estudiantes de
la Universidad de Santiago (Feusach) y lideró una serie de huelgas
estudiantiles contra la presidencia de Eduardo Frei (1994-2000). En 1999, Jara
se afilió al Partido Comunista y, cuando fue entrevistada por su
periódico El Siglo unos años después, dijo de su generación de
comunistas: “Somos conservadores. Nos falta audacia política e instinto.
Tenemos que demostrar que nuestras opiniones son diversas. En la izquierda, no
se debe deferir a nadie simplemente por ponerse delante de un guanaco [un
vehículo antidisturbios]”.
El estilo de
Jara, su naturalidad en Instagram, por ejemplo, le ha valido un gran número de
seguidores. Mientras preparaba café instantáneo en su cocina y hablaba de la
difunta líder comunista Gladys Marín, su oponente, Carolina Tohá, preparaba
café boliviano en una cafetera francesa y hablaba de los aranceles de Trump. El
padre de Kast, Michael Kast Shindele, huyó de Alemania en la década de 1950
para evitar ser sometido a la desnazificación. Era teniente de la Wehrmacht y
miembro del Partido Nazi. Cuando Michael Kast llegó a Chile, se unió a su
familia para hacerse muy rico, inicialmente con una fábrica de embutidos. Su
hijo, el político, no reniega de su padre y, de hecho, tiene opiniones
comparables a la ideología que lo había cautivado.
Matthei no es
tan extremista como Kast y se posicionará como una persona más liberal,
tratando de manchar a Jara con la negatividad que rodea al comunismo en la
sociedad chilena. Al igual que Kast, Matthei tiene un padre que supondrá un
reto para su hija. Fernando Matthei Aubel, hijo de un militar alemán entrenado
por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, regresó a Chile tras el golpe de
Estado de 1973 para convertirse en general. Durante la dictadura, se dice que
el general Matthei dirigió el programa de pruebas de armas bacteriológicas
contra presos políticos. Su hija, Evelyn, se unió al Gobierno de la dictadura
militar en sus últimos años para privatizar el sistema de pensiones. En
2024, The Economist dijo de ella que es “la mujer que liderará
la contrarrevolución chilena”. Aunque Matthei intenta ocultar su extremismo,
recientemente afirmó que las muertes durante la dictadura militar fueron
inevitables.
Así pues, las
elecciones podrían disputarse entre Jara, una comunista trabajadora que quiere
construir un sistema de pensiones social, y Matthei, que trabajó en una
dictadura militar para privatizar el sistema de pensiones. Si la elección fuera
tan sencilla, no habría elecciones reales. Pero en los próximos meses, los
medios de comunicación se llenarán de medias verdades y mentiras descaradas. La
primera batalla de Jara será contra la percepción: los medios ya la han atacado
duramente por ser comunista; Jara tendrá que dar un giro al anticomunismo en
Chile, que se cultivó durante la dictadura.
Si Jara gana,
será la primera comunista en llegar a la presidencia de Chile.
Fuente: Globetrotter