sábado, 14 de junio de 2025
La demostración de que el eslogan «PSOE, PP, la misma mierda es» sigue teniendo vigencia. +++ [..., O dame la manita, PPLuis]
La demostración de que el
eslogan «PSOE, PP, la misma mierda es» sigue teniendo vigencia
A botarlos!!!
INSURGENTE.ORG
/ 14.06.2025
«Quiero pedir disculpas a la ciudadanía», dijo Sánchez (el mismo que defiende a la OTAN a capa y espada), y añadió: «El Partido Socialista y yo como secretario general no debimos confiar en él». Todo muy en busca de la empatía y la pena del electorado, y que recordaba al «no volverá a ocurrir» del Borbón tras irse de cacería. que se le va a un ritmo acelerado. Muy loable por su parte, pero…. recordemos.
El 28 de octubre de 2014, Mariano Rajoy en el Senado
dijo. «En nombre del PP quiero pedir disculpas a todos los españoles por
haber situado en puestos de los que no eran dignos a quienes en apariencia han
abusado de ellos«. Y Pedro Sánchez le respodió: «Ni al Congreso ni al Senado se viene a pedir perdón, sino a dar
explicaciones, a rendir cuentas y asumir
responsabilidades políticas». «Usted está asediado por la corrupción, pidió
perdón por los nombramientos que había hecho en el pasado […] Lo suyo no es el
caso de una única y exclusiva manzana podrida, señor Rajoy», dijo
entonces. Y añadió: «Por tanto, señor Rajoy, menos disculpas y
más explicaciones. Comparezca en el Congreso para dar explicaciones, tomar
medidas y asumir responsabilidades, no por el bien del Partido Popular, sino
por el bien de la democracia española», espetó Sánchez, quien, además, aseguró
que él iba a ser «más contundente, más implacable y más ejemplar cuando
existan casos de corrupción en el Partido Socialista».
La segunda guerra civil USA
Como
dice el chiste, en EEUU no ha habido nunca un golpe de estado porque no hay
embajada estadounidense. Pero es cierto que el ejército allí ha sido utilizado
antes contra su población. Eso sí, lo más probable es que, por ahora, la cosa
no pase a mayores. Por ahora.]
La segunda guerra civil USA
El Viejo Topo
14 junio, 2025
Los
enfrentamientos que se están produciendo en Estados Unidos entre los
detractores del ICE (Immigration and Customs Enforcement) y las fuerzas del
orden enviadas por el presidente Trump representan el embrión de esa «segunda
guerra civil americana» que lleva tiempo rondando en el horizonte. Si desemboca
en un conflicto civil en toda regla o si, por el contrario, se apaga, es lo que
veremos en las próximas semanas, pero es importante observar su significado
radical.
No se trata
simplemente de la contestación de una normativa contra la inmigración
clandestina. Las líneas políticas que se enfrentan aquí son, con bastante claridad,
herederas directas de las líneas de contraste de la Guerra de Secesión
(1861-1865).
En la Guerra de
Secesión, el Sur, agrícola, estaba vinculado a una visión política y económica
intrínsecamente conservadora, telúrica, identitaria, mientras que el Norte,
industrial o en vías de industrialización, se proyectaba en una dimensión
progresista, en rápida evolución.
En cuanto a las
relaciones interétnicas, la divergencia no podía ser más clara: el Sur seguía
anclado en una perspectiva en la que la esclavitud sedentaria y hereditaria
desempeñaba un papel económico fundamental, mientras que el Norte, gracias al
rápido proceso de industrialización, seguía atrayendo a una amplia población
migratoria procedente de Europa, que constituía su fortuna.
En la segunda
mitad del siglo XIX, la esclavitud era un anacronismo y las relaciones de poder
entre las zonas urbanas industriales y las zonas agrícolas favorecían
totalmente a las primeras. La supremacía del norte era un hecho. Pero un siglo
y medio después, el auge del urbanismo industrial, convertido en economía
financiera, está en plena crisis; la libre circulación de la mano de obra, que
siempre ha sido una característica de los Estados Unidos, genera más problemas
de los que puede resolver la contribución económica de los trabajadores
baratos.
En este
momento, los frentes de la Guerra de Secesión se reaparecen, pero con nuevas
funciones históricas. La línea divisoria ya no es tan clara entre el norte y el
sur geográficos, sino entre las grandes áreas urbanas, vinculadas a la
internacionalización financiera y con un electorado predominantemente
demócrata, y la provincia profunda, que busca protección económica y la
recuperación de una identidad perdida, y vota mayoritariamente republicano.
Es evidente que
esta fractura es objetivamente profunda y se percibe como tal en Estados
Unidos. Se ve en la radicalización del enfrentamiento en el plano
institucional, donde, por ejemplo, la alcaldesa de Los Ángeles y el gobernador
de California alimentan constantemente una retórica de «democracia contra
dictadura», apoyando de hecho el carácter subversivo y anticonstitucional de
las decisiones de la presidencia.
A su vez, Trump
tiene fácil trabajo para dar la vuelta a las acusaciones, acusando a las
instituciones californianas de actividades subversivas e insurreccionales. Esta
fractura se está propagando rápidamente en todos los principales centros
urbanos del país: Seattle, Chicago, Filadelfia, etc., donde las autoridades
demócratas apoyan esta lectura de «choque de civilizaciones».
Dudo que los
políticos con intereses profesionales sólidos, alcaldes, gobernadores,
diputados, etc., estén dispuestos a una confrontación arriesgada en el momento
en que Trump recurra a la Ley de Insurrección, que confiere al presidente el
poder de utilizar el ejército y la guardia nacional para tareas policiales.
Pero no es nada
seguro que, una vez evocada en una parte de la población la imagen de un choque
vital entre concepciones de la civilización, en el que no hay margen para el
compromiso con la otra parte, se consiga volver a meter el ganado en los
corrales.
Si estuviéramos
en otro lugar, los medios de comunicación estarían discutiendo sobre una
«revolución de colores» contra el poder establecido y a favor de los valores de
la libertad y la democracia. Pero, a diferencia de las habituales «revoluciones
de colores» en otros países del mundo, aquí falta un elemento decisivo: el
papel de financiación y coordinación de los estadounidenses. (Solo podemos
imaginar lo que pasaría aquí si, como en 2014 en Ucrania, el equivalente ruso o
chino de la entonces portavoz del Departamento de Estado de EE. UU., Victoria
Nuland, distribuyera alimentos y financiación, o arengara a la multitud de
insurrectos en Los Ángeles…).
Artículo
seleccionado por Carlos Valmaseda para la página Miscelánea de
Salvador López Arnal.
Un mapa europeo de 1941, cuando el III Reich atacó la URSS, mostraría que los nazis y sus socios europeos eran casi la totalidad del Continente
Un mapa europeo de 1941,
cuando el III Reich atacó la URSS, mostraría que los nazis y sus socios
europeos eran casi la totalidad del Continente
DIARIO OCTUBRE / junio 14, 2025
Juan Manuel Olarieta.— La memoria histórica no sólo falla en España. En la mayor parte de Europa ocurre algo parecido y por eso el Día de la Victoria contra los fascistas pasa desapercibido… excepto en Rusia. Un mapa europeo de 1941, cuando el III Reich atacó la URSS, mostraría que los nazis y sus socios europeos eran casi la totalidad del Continente. No obstante, el nazismo se ha asociado casi exclusivamente a Alemania porque nadie quiere pertenecer al un país perdedor.
Por ejemplo,
Hungría fue un país perdedor. Declaró la guerra a la URSS el 27 de junio de
1941 y movilizó cinco brigadas (45.000 efectivos) para participar en la
Operación Barbarroja junto a la Wehrmacht. Estaban armados con 200 cañones, 160
tanques y 100 aviones. Además, los representantes húngaros se ofrecieron
voluntarios para servir en las SS. Como consecuencia de ello, más de 300.000
húngaros murieron en la URSS y más de 500.000 fueron capturados.
Con el ejército
alemán que cruzó la frontera de la Unión Soviética, fueron casi todos los
países europeos. Participaron tropas de Italia, España, Francia y Finlandia. El
ejército rumano fue el más numeroso, con 473.000 efectivos.
El núcleo de la
Segunda Guerra Mundial fue el frente oriental. La URSS soportó el grueso de la
lucha contra el fascismo y su experiencia histórica al respecto es muy
diferente a la de Europa occidental. El fascismo se empleó a fondo en esa
región, destapando su verdadero rostro.
Con excepción
de España, sólo los pueblos de la URSS han aprendido cabalmente lo que es el
fascismo.
El caso de
Polonia es significativo. En enero de 1934 una de las primeras iniciativas
importantes de política exterior del III Reich fue firmar un pacto de no
agresión con Polonia. El gobierno de Varsovia esperaba que Hitler fuera a la
guerra con la URSS y estaban dispuestos a ayudar a su socio nazi porque
esperaban recibir parte del botín alemán.
Cuando el III
Reich invade el país, el ejército no se lo tomó así. No sólo no hubo ninguna
oposición sino que les dieron la bienvenida. Realizaron maniobras en presencia
de sus “invitados”. El Sejm, el parlamento polaco, aprobó una ley castigando
los insultos al Führer y sus socios.
Durante la
ocupación de Polonia, continuó la cooperación entre las instituciones locales y
las tropas de Hitler. La policía auxiliar (Policja pomocnicza) fue utilizada en
la lucha contra la guerrilla y el movimiento antifascista. En Polonia fue una
guerra civil: unos estaban con los nazis y los demás fueron sus víctimas o se
pasaron a la resistencia.
La mayoría de
los campos de concentración –Auschwitz, Treblinka, Majdanek, Chelmno, Belzec y
Sobibor– se levantaron en la Polonia ocupada. Allí había, entre los nazis,
muchas colaboracionistas afines que participaron en acciones sangrientas, como
los ucranianos.
También en
Polonia hubo muchos traidores a su propio país. Casi 500.000 se sumaron a las
tropas de Hitler. Algunos de ellos participaron en la ocupación de Francia y
otros lucharon en el Ejército Africano de Rommel en África y en Balcanes. También
fueron a la URSS a combatir al Ejército Rojo.
Al final de la
guerra los nazis buscaron rendirse a las potencias occidentales para no caer en
manos del Ejército Rojo. Por su parte, los ucranianos capturados renegaron de
su nacionalidad y se hicieron pasar por polacos para que no los enviaran presos
a la URSS. Al fin y al cabo, buena parte de Ucrania había pertenecido a
Polonia.
Al final de la guerra, más de 60.000 polacos que habían luchado en las filas de Hitler fueron llevados al “gulag”. Entre dos y tres millones de personas en Polonia tienen un pariente que sirvió en el ejército alemán.
Europa en 1942.
El asesinato de
248 mujeres del internado de Makarievskaya Pustin
A finales de
1941 las hordas nazis llegaron al antiguo monasterio de Makarievskaya Pustin,
en el distrito de Tosno, Leningrado. Las instalaciones se habían reconvertido
en un internado siquiátrico que alojaba a mujeres. Los alemanes etiquetaron a
las pacientes como “peligrosas” e “indignas de vivir” en los documentos
oficiales.
En enero del
año siguiente un Einsatzgruppe (batallón de castigo) formado por 50 finlandeses
y estonios confiscó todos los alimentos y medicinas de las pacientes.
En dos semanas
murieron de hambre 52 mujeres y, a principios de febrero, el batallón de
castigo visitó de nuevo el lugar. Por orden del comandante del destacamento, el
“starosta” Ivan Kuznetsov enganchó tres caballos y se llevó a varios miembros
del batallón, que sacaron a las pacientes de las instalaciones, las subieron a
las carretas y las llevaron al campo, donde fusilaron a otras 248 pacientes.
También
asesinaron a la enfermera Rosa Semyonovna, que intentó proteger a las mujeres
internadas. Los cuerpos fueron enterrados en una fosa común cerca del antiguo
monasterio.
3
Einsatzgruppen
Los Programas
Aktion
Los nazis
llamaron “Aktion” a las masacres y operaciones de “limpieza”, como las que
llevaron a cabo con los pacientes de los hospitales siquiátricos. El programa
Aktion T4 comenzó en Alemania y, posteriormente, se extendió a los territorios
ocupados de la URSS. En el hospital de Luga, a 100 kilómetros de Tosno, mataron
a 300 pacientes y lo mismo hicieron en el de Siversky.
Como hemos
explicado, los Einsatzgruppen de las SS eran los encargados de las operaciones
de “limpieza”, un eufemismo para referirse a los asesinatos en masa de civiles
pertenecientes a los funcionarios soviéticos, los guerrilleros, los comunistas,
los gitanos y lo que calificaban como “asociales”.
Para ejecutar
sus tareas se dividían en unidades operativas más pequeñas, llamadas
Einsatzkommando y contaban con el apoyo de los “starost”, que es el nombre con
el que llamaban en la URSS a los colaboracionistas locales. Eran una especie de
“cabos de vara” que ejercían funciones parapoliciales con una graduación
subalterna dentro del ejército alemán. Uno de sus objetivos era impedir el
apoyo de la población local a la guerrilla antifascista.
Recientemente
los colectivos Ivan Susanin y Jaguar descubrieron una tumba que contiene los
restos de varias decenas de las pacientes asesinadas, así como zapatos de mujer
y platos rotos. Los cuerpos fueron exhumados.
Dichos colectivos se dedican a localizar fosas comunes de la Segunda Guerra Mundial en Rusia, especialmente en la región de Leningrado.
El teniente
Hermann Hubig
El responsable
del crimen de Makarievskaya Pustyn fue el teniente de las SS Hermann Hubig, que
se incorporó al partido nazi en 1933 y luego a su Servicio de Seguridad (SD).
Durante el ataque a la Unión Soviética, se unió al Einsatzgruppe A, que
operaban en Riga y se encargaba de las operaciones de castigo en los países
Bálticos.
En septiembre
de 1941 el Einsatzgruppe A se trasladó a Leningrado y se reorganizó. A Hubig le
asignaron la tarea de dirigir el Einsatzkommando 1b en Tosno, Loknja y
Krasnogvardeysk. En Loknja se produjeron más asesinatos bajo su supervisión.
Por sus crímenes recibió la EK I y otras condecoraciones de manos del general
Erich Brandenberger, a quien estaba subordinado.
Desde finales
de 1942 hasta principios de 1944 trabajó en la Escuela de Dirección de la
Policía de Seguridad en Berlín y luego fue oficial del Departamento
Administrativo I B 3 de la Oficina Principal de Seguridad.
Tras la guerra,
pasó a la clandestinidad bajo la identidad falsa de Hans Haller, con la que
entre 1946 y 1959 trabajó para el servicio secreto francés. De ahí pasó al BND
alemán, que tuvo que abandonar en 1966 por haber falsificado su pasado.
El mariscal de
campo Georg von Küchler fue condenado a 20 años de prisión en los juicios de
Nuremberg, en parte por el asesinato de mujeres con enfermedades mentales.
Durante la ocupación de la URSS Küchler tuvo a Egon von Wackerbarth como
oficial de inteligencia. A su vez, durante la guerra, Von Wackerbarth mantuvo
un vínculos muy estrecho con Hubig y el subcomando Einsatzgruppe que dirigía.
Después de la
guerra, Von Wackerbarth fue miembro de la Organización Gehlen y del BND, el
servicio secreto alemán. En 1967 tuvo que declarar como testigo en el juicio
contra Hubig por las matanzas cometidas cerca de Leningrado, pero no se
acordaba de nada.
Durante los
interrogatorios en Alemania en los años sesenta en relación con los asesinatos
en los internados cercanos a Leningrado, Hubig declaró que sólo había oído
hablar de una “evacuación de la institución de pasada”. Sin embargo, su chófer,
que también fue interrogado, recordó la visita de ambos al internado.
La fiscalía de
Constanza suspendió el proceso en 1968. Hubig también tuvo otras
investigaciones, pero siempre resultó absuelto y encontró trabajo como
periodista económico en Überlingen, a orillas del lago de Constanza.
En 1996
apareció en los archivos británicos un mensaje de radio de Rudolf
Oebsger-Röder, fechado el 13 de octubre de 1943, según el cual Hubig conocía la
ubicación exacta de las fosas comunes en Pushkin, en Tsarskoye Selo.
No importó
nada. Hubig murió plácidamente poco después, en 1999. Por eso ahora algunos en
Europa se echan las manos a la cabeza cuando reaparece la “extrema derecha”.
¿En qué momento se fue?
–https://mpr21.info/guerra-y-matanzas-durante-a-ocupacion-de-la-urss-por-los-nazis/
Vía:presos.org.es